El intento de aferrarse a la pureza mientras el mundo alrededor se desmorona. No en un sentido literal, no como un grito de auxilio ni un refugio ingenuo, sino como un ejercicio de resistencia sutil. ‘The Joys of Being Pure at Heart’ es un álbum que parte de una idea simple y a la vez contradictoria: ¿qué significa mantener la esencia intacta cuando todo lo que nos rodea tiende a corroerla? Hachiku no ofrece certezas, pero explora el dilema con canciones que oscilan entre la luminosidad y la introspección contenida, sin caer en el dramatismo ni en el escapismo.

El grupo, liderado por Anika Ostendorf, ha encontrado en este disco un punto de equilibrio donde la producción expansiva convive con la contención emocional. La participación de artistas como Mary Lattimore y los arreglos orquestales aportan una riqueza instrumental que refuerza la sensación de amplitud sin desbordar la esencia del proyecto. Aquí, la vulnerabilidad no se traduce en lamento ni la alegría en simple evasión, sino en la constatación de que ambos estados pueden coexistir.

El álbum se abre con ‘Don’t Put Your Head Under Water’, un tema que funciona como declaración de intenciones: mantener la cabeza fuera del agua no es evadir la realidad, sino afrontarla sin ahogarse en ella. La voz de Ostendorf, casi etérea, parece deslizarse sobre capas de sintetizadores y percusión contenida, creando un contraste entre la fragilidad del mensaje y la solidez de su ejecución. Algo similar ocurre en ‘Tell Your Friends You Love Them’, donde la instrumentación se pliega en torno a la idea de la permanencia y el afecto como resistencia.

En ‘Keep on Swimming’, Hachiku introduce un elemento de ruptura. La canción avanza con una cadencia delicada hasta que, de repente, un cambio de ritmo la desestructura, introduciendo un momento de disonancia inesperada. Este juego entre lo estructurado y lo caótico se repite a lo largo del disco, especialmente en ‘Fun For Everyone’, donde una instrumentación que parece ligera oculta una tensión latente en la letra, un guiño a las contradicciones del deseo y la identidad.

La política y la incertidumbre también se filtran en el álbum. ‘Victims of Our Own Demise’ apunta a la incomunicación y al aislamiento en un mundo donde la distancia no siempre es física. La canción crece sobre una base rítmica persistente, casi hipnótica, que refuerza la sensación de inevitabilidad en sus versos: “No common ground to stand on if you keep dropping bombs.” Aquí, la producción se vuelve más densa, con capas de sonido que evocan una urgencia contenida.

Pero no todo es confrontación. En temas como ‘What Rhymes With Serendipity’, el grupo se permite una aproximación más ligera, casi juguetona, explorando el vértigo de la conexión sin miedo al ridículo. Es en estos momentos donde Hachiku demuestra que la vulnerabilidad no está reñida con la diversión ni la introspección con la celebración.

Hacia el final del álbum, ‘Room for Everybody (Never Let Go of the Joy)’ funciona como cierre y epílogo. Aquí, la insistencia en la idea de apertura y comunidad se materializa en un estribillo que parece un mantra: “There is room for everybody / Never let go of the joys / Of being pure at heart.” La repetición refuerza el concepto central del disco: permanecer abiertos no implica ser ingenuos, sino asumir la incertidumbre sin perder la capacidad de asombro.

‘The Joys of Being Pure at Heart’ es un álbum que se resiste a la simplificación. Su dulzura no es superficial, su optimismo no es ingenuo y su estructura musical no se conforma con lo predecible. Hachiku construye un espacio donde la emoción y la lógica pueden coexistir, donde la ligereza no excluye la profundidad y donde la música funciona como un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, hay razones para seguir nadando.