Wolf Alice publican ‘The Clearing’ después de un silencio prolongado, situándose en un momento de su carrera en el que parecían tener la oportunidad de redefinir su sonido. Lejos de eso, lo que emerge aquí es un álbum que muestra un retroceso evidente, donde la promesa de expansión se convierte en un terreno árido. En un contexto en el que la banda había insinuado un crecimiento hacia horizontes más arriesgados, lo que entregan es un trabajo que elude esa tensión y se acomoda en fórmulas previsibles.
El grupo londinense, que alguna vez se caracterizó por combinar intensidad y matices, decide ahora apostar por un repertorio que a menudo se percibe como cálculo. No se trata de un error aislado, sino de un patrón que atraviesa gran parte de los once cortes. La producción de Greg Kurstin realza la nitidez del sonido, pero al mismo tiempo aplana cualquier asomo de sorpresa. Resulta llamativo que el single ‘Bloom Baby Bloom’ sí conserve vitalidad: su apertura con un piano insistente, las irrupciones vocales de Ellie Rowsell y la breve aparición de guitarras sugieren un dinamismo que el resto del álbum no sostiene. Es un espejismo dentro de un conjunto incapaz de mantener la energía inicial.
El arranque con ‘Thorns’ anticipa lo que será el tono general. Los arreglos de cuerda, grandilocuentes en apariencia, buscan transmitir solemnidad, pero acaban diluyendo la interpretación vocal en un entramado que suena más pesado que emocionante. La letra, centrada en el desgaste de exponer lo íntimo en público, podría haber encontrado un acompañamiento más incisivo, pero la instrumentación recurre a recursos ya demasiado transitados. Algo similar ocurre con ‘Bread Butter Tea Sugar’, que aspira a la exuberancia orquestal y termina en un juego de excesos que no deja huella.
Entre los momentos más flojos destaca ‘Passenger Seat’. Sucesión de imágenes de carretera (refrescos, radios encendidas, espejos retrovisores) que evocan un manual de clichés. Aquí la composición no ofrece nada más allá de un decorado previsible que incluso resta fuerza a la interpretación vocal. La sensación de rutina es tan marcada que la canción se convierte en uno de los puntos más bajos del disco.
‘Leaning Against The Wall’ y ‘Play It Out’ siguen una línea más acústica, con guitarras suaves y pianos que apuntan hacia la balada. Sin embargo, lo que en principio podría generar intimidad se convierte en monotonía. Ambas piezas avanzan sin tensión ni clímax, dejando la impresión de estar ante ejercicios de estilo poco trabajados. En ‘Midnight Song’, la estructura folk apenas evoluciona y se limita a repetir acordes hasta desvanecerse, como si la composición se hubiera quedado a medio camino.
El cierre con ‘The Sofa’ no mejora la impresión general. Situado como desenlace del álbum, debería funcionar como colofón, pero su desarrollo es lánguido y no logra transmitir más que indiferencia. La inclusión de frases explícitas en la letra pretende insuflar rebeldía, aunque en realidad se perciben como un recurso superficial, incapaz de otorgar verdadera fuerza al tema.
La excepción parcial se encuentra en ‘White Horses’, donde el batería Joel Amey toma el mando vocal en las estrofas. El intento de acercarse a estructuras krautrock ofrece una textura más atractiva, pero pronto se convierte en una derivación sin riesgo real. Aunque introduce un leve respiro en medio de tanta linealidad, no alcanza para compensar el resto.
Si algo sostiene el disco son las letras y la interpretación de Rowsell. La cantante aborda temas como el paso del tiempo, la complejidad de las amistades femeninas y la contradicción de convertir vivencias personales en material artístico. En ese terreno sí hay un interés que trasciende lo musical, aunque las composiciones no estén a la altura. Su voz se impone en la mezcla y despliega recursos variados, desde registros delicados hasta pasajes de mayor intensidad. Sin embargo, la insistencia en colocarla en primer plano resalta aún más la falta de ideas instrumentales.
El problema central de ‘The Clearing’ es la distancia entre intenciones y resultados. Wolf Alice parecen querer proyectar madurez y amplitud de registros, pero en lugar de consolidar un lenguaje propio se limitan a ensamblar referencias dispersas. Lo que podría haber sido un avance se convierte en un ejercicio tibio, en el que solo algunos destellos vocales impiden el naufragio total.
‘The Clearing’ evidencia que Wolf Alice atraviesan un momento de indefinición. Con un simple contraste entre la vitalidad de ‘Bloom Baby Bloom’ y la apatía del resto del repertorio se hace visible la desigualdad interna. La producción meticulosa no consigue disfrazar un conjunto de canciones que carecen de riesgo, atrapadas en lugares comunes. Lejos de reafirmar su posición, este cuarto álbum sitúa a la banda en un terreno de duda creativa que exige replanteamiento si quieren recuperar el filo perdido.
Conclusión
En ‘The Clearing’, Wolf Alice exhiben letras lúcidas y la voz dominante de Ellie Rowsell, pero sacrifican riesgo e imaginación. El resultado es un LP monótono en el que cortes como ‘Thorns’ o ‘Bread Butter Tea Sugar’ muestran un estancamiento evidente.

