Todo empieza con una sacudida. Como si alguien se arrastrara con las uñas sobre metal caliente y encontrara ahí el único modo de expresión. En 'The Big E' no hay pausas para explicar ni introducciones suaves. El disco de Editrix estalla desde el arranque como un cúmulo de ideas contenidas, de cuerpos desajustados que se mueven igual, empujados por algo que no terminan de entender. La dispersión entre quienes lo grabaron solo alimenta esa sensación: cada canción suena a encuentro forzado entre quienes arrastran cargas distintas y se reconocen en la tensión.
A medida que se suceden los temas, lo que se escucha se vuelve cada vez más físico, como si la música necesitara encarnarse en cada rincón. Las estructuras rítmicas cortan las frases con violencia, los silencios nunca duran lo suficiente y todo parece decir: no hay tiempo. Esa urgencia atraviesa la forma y el contenido. Editrix transmite en cada golpe de batería, cada distorsión, la incomodidad de estar en medio de algo que no se puede nombrar fácilmente.
La imagen que introduce el tema que da nombre al disco resulta clave: en 'The Big E', una presencia gira durante miles de años sobre el planeta hasta acabar confundida con basura espacial. “Thirteen thousand years orbit Earth get mistaken for trash”. Así se abre el disco, planteando una idea que atraviesa todo lo que vendrá: intentar comunicar desde el margen y quedar reducida a ruido para quienes observan desde fuera.
El recorrido continúa hacia un estado mental que ya no soporta el orden. En 'The Queen', la voz reconoce un desgaste difícil de revertir. El pensamiento se multiplica, se desborda, se vuelve exigente y agotador. Se lanzan frases como “my brain’s not mine” sin pedir comprensión, como quien escupe verdades porque cargarlas más tiempo duele. Todo lo instrumental acompaña ese colapso interno, sin suavizarlo, solo empujando más.
Desde ahí se empieza a deshacer la idea del otro. Lo que parecía admiración muta en manipulación. En 'What's Wrong' se señala directamente esa transformación: figuras en quienes se confiaba se convierten en amenazas emocionales. La frase “she wanted me to be a distraction” marca un giro. El deseo se vuelve herramienta, algo que se impone sobre el cuerpo que lo recibe. El bajo y la guitarra se entrelazan como si compitieran por dominar el mismo espacio sonoro, replicando la tensión del vínculo narrado.
No tarda en aparecer una mirada más amplia, donde el entorno ya no resulta ajeno. 'The Jackhammer' expone sin ambigüedades la brutalidad de sistemas que arrasan sin reparar en lo que dejan detrás. La letra habla de destrucción, de cuerpos que importan poco, de decisiones que se ejecutan desde lo alto con una frialdad absoluta. La batería actúa como martillo, y cada golpe suena a sentencia.
El recuerdo se instala con una mezcla de melancolía y duda. En 'Another World', la historia se cuenta desde la distancia de quien ya no está segura de haber vivido lo que dice. Se canta “i knew you once? you knew it all” como si las certezas del pasado se deshicieran entre los dedos. Lo instrumental abre un espacio más respirable, pero se mantiene ese filo que impide cualquier romanticismo.
Cuando el disco entra en su parte central, aparece una figura clave: el rechazo como forma de protección. 'No' recoge ese gesto con insistencia. La repetición de estructuras en la letra sirve para mostrar lo difícil que resulta sostener esa negativa. “help me figure out / what inspires me to say no” lanza una petición que se siente sincera. La música se pliega sobre sí misma, acumulando tensión hasta que estalla sin necesidad de aclarar nada.
Dentro del paisaje áspero del álbum, se abre una grieta por donde entra algo parecido a la esperanza. En 'Something Sweet', se plantea la posibilidad de construir algo propio, sin invasiones externas. “everyday YES / every single day” suena como un mantra que intenta aferrarse a una sensación apenas alcanzada. La melodía coquetea con lo delicado, aunque nunca se entrega del todo. Esa dulzura permanece bajo sospecha, como si pudiera evaporarse en cualquier momento.
El cansancio frente al caos mediático y la violencia constante aparece con claridad en 'Real Fire'. La repetición de “they fight with real fire now” deja claro que lo que se vive ya no puede disimularse. Hay una incomodidad que recorre cada verso, una voluntad de retroceder, de frenar. “i’m pushing away my hopes now” se lanza sin énfasis, con resignación. El ritmo se endurece, como si el sonido también quisiera protegerse.
Después, la relación entre deseo y control se vuelve más explícita. 'Flesh Debt' describe un cuerpo arrastrado por una necesidad que no se corresponde. La letra insiste en la idea de que algo domina desde lejos, que lo que parece afecto en realidad impone una forma de sometimiento. “you can’t give me what i want” repite una voz que intenta liberarse de la dependencia sin lograrlo del todo. La instrumentación refuerza ese encierro, sin aberturas.
Ya cerca del final, se siente el desgaste completo. 'Slight Return' aparece como una despedida anticipada. La frase “i want to give it back to you” suena cargada de derrota, pero también de lucidez. No hay resoluciones, solo reconocimiento de que lo que viene probablemente repita lo anterior. El sonido avanza como arrastrado, lleno de peso, con silencios que parecen decir más que las palabras.
'The Big E' queda como testimonio crudo de todo lo que estalla cuando ya no se intenta contener. Editrix ofrecen aquí un mapa de heridas, cuerpos que se sacuden, voces que se niegan a callar. Cada canción funciona como un fragmento de algo más grande, una estructura en ruinas que sigue de pie. Lo que entregan no busca explicarse. Se lanza con fuerza, y desde ahí se sostiene.
Conclusión
Editrix proponen en 'The Big E' un trayecto interrumpido por la desilusión, el rechazo y la imposibilidad de sostener vínculos sin perder consistencia. Un trabajo que registra pulsos físicos antes que explicaciones lógicas.

