Desde Auckland, The Beths han construido un camino que mezcla melodías claras y guitarras rugosas, un trayecto que con ‘Straight Line Was A Lie’ alcanza un punto de inflexión. El cuarto trabajo en su carrera, llega tras varios años de conciertos constantes y de un proceso creativo más lento, atravesado por dificultades personales de su vocalista y compositora Elizabeth Stokes. Este contexto marca la escritura y también la manera en que el grupo articula las diez piezas que forman la obra, con un aire que oscila entre lo confesional y la energía de sus arreglos eléctricos.
El comienzo con la canción que da título al conjunto refleja bien esa dualidad. Un arranque interrumpido por un “Sorry, I was thinking about something else” funciona como declaración involuntaria de intenciones: la vida no avanza de forma recta, sino que a menudo se repite. Stokes canta “I thought I was getting better / But I’m back to where I started / And the straight line was a circle / Yeah, the straight line was a lie”, y el grupo refuerza esa idea con un estribillo envolvente, guitarras que giran en círculos y una percusión que sostiene el empuje.
A partir de ahí, el recorrido se abre a registros contrastados. ‘No Joy’ condensa el letargo provocado por tratamientos médicos, con un riff turbio y versos que repiten “no joy” como un mantra desencantado. El tema se expande en su puente con flautas y coros que contraponen claridad frente a la voz seca, generando un choque entre apatía y luminosidad. En cambio, ‘Metal’ se presenta ligera, con guitarras brillantes y un estribillo que recuerda la necesidad de la resistencia: “so you need the metal in your blood to keep you alive”. Ambas piezas muestran cómo The Beths juegan con equilibrios entre dureza y suavidad, entre confesión íntima y estribillo pegajoso.
Las composiciones más serenas ocupan un lugar central. ‘Mosquitoes’ parte de una guitarra acústica y recuerdos de un arroyo visitado durante la pandemia, arrasado después por inundaciones. La letra describe imágenes de desolación natural: “fallen giants breathing heavily across the severed track”. La sencillez inicial va sumando capas hasta transformarse en un retrato melancólico de pérdida y reconstrucción. En una línea cercana, ‘Mother, Pray For Me’ aborda la relación de Stokes con su madre, con un tono frágil, guitarra limpia y un órgano que aporta un carácter casi litúrgico. “I would like to know you and I would like you to know me, do we still have time, can we try?” resume la tensión entre cercanía y distancia familiar.
La otra cara del disco se plasma en cortes con mayor fuerza. ‘Take’ arranca con guitarras tensas que desembocan en un estribillo coral y un solo rasgado, un estallido que conecta con la faceta más punk-pop del grupo. ‘Ark Of The Covenant’ empuja hacia un ambiente más sombrío, con bajo pesado y un desarrollo que roza lo siniestro, mientras la voz invoca imágenes inquietantes: “Seeking the evil part of me / that pulls me out of my humanity”. Estas canciones demuestran que la banda puede alternar ternura con agresividad sin perder cohesión.
El tramo final introduce contrastes adicionales. ‘Til My Heart Stops’ parte de un fraseo íntimo y va creciendo hasta alcanzar un estribillo abierto, en el que se repite “I wanna love till my heart stops” con una mezcla de esperanza y cansancio. ‘Roundabout’, en cambio, se apoya en guitarras juguetonas y en la frase “White painted walls, how are we going to fill them all?”, un canto a la construcción compartida del día a día. Por último, ‘Best Laid Plans’ cierra con percusión inesperada de bongos y un tono cercano a la new wave, dando un aire expansivo al cierre sin abandonar la melancolía que atraviesa el disco.
La producción de Jonathan Pearce resalta tanto los momentos íntimos como los más enérgicos. El bajo de Benjamin Sinclair sostiene las piezas más oscuras, mientras la batería de Tristan Deck marca los giros con precisión. Esa combinación permite a The Beths jugar con capas, coros y texturas sin perder claridad en la mezcla. El resultado transmite que cada canción tiene un núcleo distinto, pero todas se enlazan a través de la voz de Stokes y su manera de narrar los altibajos personales con frases simples que esconden cargas pesadas.
‘Straight Line Was A Lie’ muestra a un grupo que traduce la idea del retroceso y la repetición en canciones que avanzan por distintos caminos. Las letras giran alrededor de la fragilidad, la enfermedad, la familia y el amor, sin ocultar lo incómodo, y los arreglos se mueven entre la calidez acústica y el ruido distorsionado. The Beths no plantean un relato de progreso continuo, sino un vaivén que se repite con pequeñas variaciones, igual que en la vida cotidiana. Ese planteamiento hace que el álbum se sienta como un círculo en el que cada vuelta revela algo nuevo.
Conclusión
En ‘Straight Line Was A Lie’, The Beths plasman el ciclo vital de avances y retrocesos con canciones que van de la crudeza eléctrica a baladas frágiles. El grupo enlaza relatos de vínculos familiares y amor con guitarras que alternan brillo y ruido, creando un mosaico de contrastes que define toda la obra.

