Indigo De Souza hace algo muy difícil: abre un nuevo capítulo sin traicionar el impulso que la ha empujado hasta aquí. En ‘Precipice’, la sensación es la de un salto que no necesita explicación, como si por fin soltara la necesidad de explicarse y apostara por decir lo justo, pero con otra energía. Las canciones no se escapan como antes, ahora se quedan dando vueltas en la cabeza por el ritmo, pero también por lo que cuentan. La artista se permite ese paso hacia delante sin alardes ni vueltas retóricas.
Desde el primer tema, se siente una especie de claridad recién estrenada. En ‘Be My Love’ todo parece dispuesto para un estallido que se retiene, y ese gesto basta para armar una canción donde lo mínimo sostiene lo esencial. No hace falta llenar de adornos lo que ya tiene peso en la voz. El disco entero va por ahí: menos capas, más cuerpo. ‘Crying Over Nothing’ lo ejemplifica bien. Tiene ritmo de himno alegre y fondo triste. “I’m feeling you pull away / I still love you / Like I did at the start”, canta De Souza mientras todo suena a fiesta, y ese contraste emociona sin necesidad de forzar nada.
La producción acompaña con una intención clara: permitir que cada palabra se entienda y cada melodía tenga espacio. En ‘Crush’, esa apertura emocional se convierte en algo casi infantil de tan sincero. La voz va montada sobre sintetizadores que flotan, sin querer esconder el nervio. ‘Not Afraid’, en cambio, va por el carril del equilibrio: habla de la vida y la muerte como quien ya aprendió a caminar en la cuerda floja. Lo dice con una seguridad que impresiona.
‘Be Like the Water’ rompe el molde de la canción pop. No hay una estructura fija, más bien un flujo que arrastra ideas sin que ninguna se imponga del todo. “I’m temporary”, canta, con un aire entre resignado y sabio. El fondo está cubierto de capas suaves, y la voz navega tranquila pero firme. En ‘Heartthrob’, Indigo acelera y agarra fuerza. La letra apunta directo, sin rodeos, y la música empuja como si no hubiera otra salida más que avanzar. El ritmo invita a saltar, pero también a mirar de frente ciertas heridas que, en otras manos, quedarían enterradas.
Hay temas que reducen la intensidad para tocar otras fibras. ‘Dinner’ es más íntima, una pausa que recoge la vulnerabilidad de forma sencilla. El piano, el silencio entre versos, todo está puesto para que las frases caigan pesadas aunque se digan despacio. ‘Clean It Up’ tiene una atmósfera más dispersa, pero aún así deja detalles que se clavan: un efecto, una subida de voz, un giro en la base. Nada sobra.
‘Heartbreaker’ juega con el contraste: melodía amable, letra que arde. No hay drama excesivo, pero sí un tono que transmite perfectamente esa mezcla rara de dignidad y tristeza. En ‘Pass It By’, todo se acelera otra vez. El ritmo recuerda a aquellos temas que animaban la radio en los noventa, pero lo que se cuenta aquí tiene otro filo. De Souza canta “jump headfirst in the thick of it” con una entrega total, y eso basta para sostener la contradicción entre querer escapar y quedarse a vivirlo todo.
El cierre con ‘Precipice’ recoge el espíritu del disco en unos pocos minutos. La letra parece dicha al oído, con una sinceridad que atraviesa. “Coming to a precipice / holding on for dear life / looking out into the world / everything has gone dark”. No hay miedo ahí, solo claridad. Y eso basta. No hace falta más para sentir que todo el camino tiene sentido.
Indigo De Souza encuentra en este disco una forma distinta de decir lo mismo que llevan tiempo explorando. La crudeza sigue, pero ahora viene envuelta en melodías que atrapan con suavidad. El pop que proponen tiene fuerza, porque no pretende suavizar lo que se dice, solo darle otra forma. En ‘Precipice’ todo está tan bien armado que no hace falta exagerar nada: lo que suena queda, lo que se canta deja marca.
Conclusión
‘Precipice’ muestra cómo Indigo De Souza afila el pop sin dejar de lado la intensidad, construyendo un disco claro, directo y lleno de contraste sincero.