No comienza con una promesa ni con la pretensión de afirmar un destino. ‘New Thing’ irrumpe más bien como la consecuencia de un desvío forzado, como aquello que se dice cuando se agota el silencio. Avery Friedman no tenía previsto grabar un álbum, ni siquiera subirse a un escenario, pero la acumulación de acontecimientos, algunos tan cotidianos como devastadores, la empujaron a ceder al impulso de narrarse desde otro lugar. El resultado no parte de una decisión industrial ni responde a una planificación estratégica. Este disco nace del momento en que la vida se resquebraja lo justo como para que surja otra posibilidad.
‘New Thing’ se ubica en la ciudad y en la memoria, en la persistencia de unas calles que siguen iguales incluso cuando ya no se camina por ellas del mismo modo. Friedman escribe y canta desde la alteración del ritmo interno, ese que se desconfigura después de un trauma. Las canciones avanzan como si la artista todavía estuviese elaborando su propia presencia, sosteniéndose en lo incierto mientras registra el impacto que ciertos lugares, cuerpos o palabras dejan. Este es un disco que se mueve con una torpeza deliberada, que no busca impresionar, sino aguantar el temblor.
Desde 'Into', donde se escucha una negativa a exponerse ("don’t look"), hasta 'Nervous', en la que se acepta esa vulnerabilidad sin dramatismo ("I got a little nervous"), se despliega una narrativa discontinua que asume la contradicción como parte de su forma. 'New Thing', el tema que da nombre al álbum, captura ese giro: el trayecto nocturno en metro que revive el miedo no como anécdota sino como atmósfera persistente. La voz es casi desapegada, mientras la instrumentación se llena de interferencias controladas que acompañan esa extrañeza corporal: “It’s a little bit of a new thing / I got shit to redirect”.
Hay una voluntad de registrar sin maquillar, de dejar que el cuerpo se exprese aun cuando no tiene muy claro qué está diciendo. En 'Flowers Fell', lo efímero se convierte en medida del tiempo: “The flowers fell off when I was asleep / But it’s okay, ‘cause now it’s all green”. La idea no es consolar ni resignarse, sino entender que las estaciones no avisan cuando cambian. Las imágenes de balcones, árboles y gestos mínimos funcionan como coordenadas para detectar el paso del tiempo, sobre todo en lo afectivo: lo que antes se compartía ahora se observa desde lejos.
'Photo Booth' presenta otro registro. Aquí, la producción se libera de la contención previa y se entrega a una sonoridad más abierta. Es un tema sobre la exaltación compartida, sobre la memoria inmediata de una noche queer que queda encapsulada en las tiras de una cabina. Las frases “Truth-or-dare pupils” y “Four strikes and you’re out / Photo Booth blood magic” condensan un tipo de juego y exposición que no busca aprobación, solo mantenerse en la superficie mientras dura. Es el momento más extrovertido del álbum, pero también el más controlado en términos de decisión estética.
La tensión entre intimidad y exposición reaparece en 'Finger Painting', donde la relación se enuncia a través de una metáfora táctil y cromática: “Now I’m finger painting / I’m letting myself trace it”. Aquí, el deseo se insinúa en un ritmo pausado, casi clínico, que evita el clímax y se concentra en el gesto. Le sigue 'Somewhere to Go', una pieza en la que la repetición (“Somewhere to go”) funciona más como fuga que como estribillo. Los sintetizadores replican un movimiento mental que no termina de detenerse, mientras la letra insinúa una búsqueda que no espera ser resuelta: “What if I can’t say it? My futile proof”.
'Biking Standing' introduce una variación atmosférica, con una guitarra que se expande mientras se describe una escena nocturna. Hay una sensación de paz casi forzada, que contrasta con la línea vocal: “Don’t you worry about me / I can sleep in my dreams”. El cansancio es explícito, pero se niega a convertirse en claudicación. La canción no evita la contradicción, sino que la incorpora como parte de su lógica.
La producción, realizada en su mayoría en condiciones domésticas, elude cualquier intento de homogeneización. En lugar de corregir lo incierto, lo potencia. La voz de Friedman cambia de posición a lo largo del disco: a veces se confunde con los instrumentos, otras lidera desde una proximidad contenida. Esa oscilación no es casual, sino una forma de reflejar cómo se transita el miedo, el deseo o la memoria: no desde una línea recta, sino desde la repetición, el rodeo, el error.
‘New Thing’ no plantea una declaración artística. No se presenta como una obra definitiva, ni como un manifiesto. Es una grabación que parece suceder mientras se está viviendo. Lo que la sostiene no es la seguridad, sino el esfuerzo constante por mantenerse en pie aun cuando el equilibrio no está garantizado. Avery Friedman no grita ni exige, solo insiste, y en esa insistencia, construye algo que no se impone, pero permanece.
Conclusión
En 'New Thing', Avery Friedman sitúa su música entre la duda corporal y la memoria urbana, dejando que las canciones se sostengan en desequilibrios controlados.

