El vértigo de una ciudad silenciosa a las cinco de la mañana, la desorientación tras una noche donde el ritmo ha marcado el pulso de las horas, el sonido de pasos sobre el asfalto mojado. En ese instante ambiguo, entre la energía latente y la fatiga, parece situarse 'Microtonic', el tercer álbum de bdrmm. Un espacio en el que la percepción se distorsiona, donde la luz de neón parpadea y la memoria de lo que ha ocurrido se difumina entre loops sintéticos y reverberaciones espectrales. La música no se limita a describir ese estado, sino que lo encarna: una sensación de incertidumbre que se transforma en movimiento.
Este es un disco que no pertenece a ningún lugar fijo. Su arquitectura sonora se construye sobre fragmentos de lo conocido, pero su estructura se despliega de forma impredecible, como una ciudad que se reinventa a cada esquina. Si en sus inicios bdrmm parecían susurrar desde la lejanía con muros de sonido nebulosos, aquí han abierto un pasadizo hacia otro espacio, uno en el que las frecuencias graves dictan la dirección y la cadencia se vuelve un principio de organización vital. 'Microtonic' no es una ruptura con su pasado, sino un desplazamiento: los cimientos siguen ahí, pero han sido modificados hasta el punto en que el conjunto se siente irreconocible.
Desde el primer momento, 'Microtonic' impone su atmósfera. 'Goit' se erige como un umbral oscuro, con un pulso mecánico y una voz ajena que se filtra entre capas de sintetizadores. No hay introducción gradual, sino una inmersión directa en un entorno donde la tensión se sostiene sin resolverse. La percusión metálica y las modulaciones sintéticas trazan un recorrido donde la narrativa se descompone en fragmentos que emergen y se disipan sin aviso.
El avance del álbum no sigue un esquema predecible. 'John on the Ceiling' introduce un dinamismo marcado por sintetizadores expansivos que construyen una sensación de ingravidez. En contraste, 'Infinity Peaking' arrastra un peso emocional que parece ralentizar el tiempo, con un bajo que palpita en la distancia y una voz que se difumina en el eco de sus propios pensamientos. 'Snares' se apoya en un tempo irregular y frases entrecortadas que evocan la imposibilidad de articular una realidad que cambia antes de poder ser comprendida.
A medida que el disco progresa, las texturas se multiplican. 'In the Electric Field', con la colaboración de Olivesque, introduce un registro vocal que se despliega como un monólogo en el vacío, mientras que la pieza titular, 'Microtonic', se estructura como una abstracción rítmica que juega con la repetición como recurso hipnótico. 'Clarkycat' regresa a la urgencia de los pulsos acelerados, con una instrumentación que se entrecruza sin llegar a colapsar. En su recta final, el disco se repliega en la densidad ambiental de 'Lake Disappointment', donde la voz apenas parece una sombra de su propia presencia, antes de culminar en 'The Noose', un cierre que se percibe como la disolución de la materia en una resonancia sostenida.
Es fácil percibir 'Microtonic' como un disco sobre el movimiento, sobre la transición entre estados. Su carácter mutante no responde a un capricho, sino a la necesidad de explorar cómo el sonido puede transformar la percepción. La apuesta por la electrónica no elimina la esencia de bdrmm, sino que la reformula desde una perspectiva donde la alienación y la conexión se entrelazan. El resultado no se presta a interpretaciones fáciles: no es un disco de escape, pero tampoco se rinde ante el desencanto. En su lugar, habita un territorio intermedio donde la incertidumbre se convierte en impulso.
Conclusión
Con 'Microtonic', bdrmm abandonan la bruma de sus inicios para sumergirse en texturas sintéticas que transforman la angustia en movimiento. El disco se despliega como un viaje hipnótico donde el ritmo y la alienación conviven en una arquitectura sonora elaborada y desorientadora.