El nuevo disco de MEMORIALS, la colaboración de Verity Susman y Matthew Simms, surge de un proceso creativo que parece haber desbordado cualquier esquema previo. Su origen se remonta a trabajos de ambos artistas en bandas consolidadas, pero también a la exploración musical que han compartido durante años en contextos más libres. Este álbum, sin embargo, no es un simple resultado de sus experiencias pasadas; es una obra que se sitúa en un terreno intermedio entre la nostalgia y la innovación. La propuesta es un paisaje sonoro que se mueve entre lo desordenado y lo calculado, buscando escapar de cualquier definición simple.

El disco abre con ‘Acceptable Experience’, que combina loops de cinta que retuercen la melodía con la intromisión de líneas de bajo que se enfrentan entre sí. La atmósfera inicial de esta canción se percibe tensa y casi desbordada, antes de que Susman establezca un eje más definido con un tono de órgano que recuerda épocas más experimentales del pop. Esta apertura marca la pauta de lo que vendrá: una constante oscilación entre el caos y la estructura. La letra proyecta imágenes de un tiempo perdido, de oportunidades que se desvanecen, como si la muerte y lo inminente se filtraran a través de cada verso.

‘Lamplighter’ mantiene el ritmo cambiante, pero adopta un tono más brillante, aunque sus letras continúan con una narrativa cargada de sombras. Simms introduce una percusión que parece dialogar con el órgano, mientras la voz de Susman se alza entre ambos, buscando mantener una ilusión de esperanza a pesar de las alusiones a un futuro incierto: “The road awaiting us isn’t paved with gold”. La dualidad entre una instrumentación festiva y un contenido lírico sombrío se vuelve una constante a lo largo del álbum, generando una tensión que nunca llega a resolverse del todo.

A medida que el disco avanza, MEMORIALS introduce piezas que se desvían hacia terrenos aún más fragmentados. ‘Cut It Like A Diamond’ se convierte en una de las canciones más dinámicas del álbum, aunque no por ello menos inquietante. Sus capas de percusión y bajos se entrelazan en un bucle aparentemente perpetuo, mientras los arreglos de saxofón irrumpen de manera abrupta, casi invasiva. En contraste, la pregunta lanzada en la canción —“Is there an end to loneliness?”— resuena en un espacio sonoro que no ofrece consuelo. La sensación de movimiento constante y de no encontrar un punto fijo se vuelve una metáfora para el sentimiento de aislamiento que atraviesa la obra.

La estructura del álbum también juega con la división entre canciones más accesibles y momentos de abstracción pura. ‘Name Me’ reduce la velocidad, convirtiéndose en un breve respiro antes de que la intensidad vuelva a elevarse. La guitarra y la voz de Susman se encuentran en una disposición más íntima, aunque pronto la canción vira hacia un terreno más inestable, con la reaparición del órgano que anticipa la llegada de ‘Memorial Waterslide II’. Esta segunda parte es un collage sonoro de improvisación y caos, una pieza que no busca complacer, sino desafiar la percepción del oyente. En este punto, el disco parece pedir paciencia, como si fuera necesario descomponerlo y volver a armarlo para entender sus intenciones.

‘Book Stall’ y ‘False Landing’ representan otros momentos clave en el desarrollo de ‘Memorial Waterslides’. La primera se erige como un ejercicio de pop con un toque de extrañeza, donde los elementos electrónicos y la percusión conviven en una tensión que, sin llegar a estallar, mantiene una constante sensación de movimiento hacia lo desconocido. Los versos sugieren un vínculo entre lo cotidiano y lo cósmico, como si la simple observación de una estantería pudiera transformarse en una reflexión sobre el tiempo y el espacio. Por su parte, ‘False Landing’ retoma las influencias de la música de vanguardia y las inserta en un marco de jazz y pop experimental, desmoronando su propia estructura en una conclusión casi disonante.

Casi al final del álbum, ‘I Have Been Alive’ reúne las distintas facetas de MEMORIALS: la densidad atmosférica de los sintetizadores se funde con la guitarra y la percusión que avanzan con cautela. Es un momento donde el tiempo parece detenerse, solo para luego ser devorado por capas de ruido y distorsión, un reflejo de la complejidad emocional que atraviesa todo el disco. Aquí, la voz de Susman actúa como un ancla, ofreciendo una interpretación que se siente al borde del colapso, pero que nunca pierde la dirección.

‘The Politics Of Whatever’ cierra el álbum con un tono que podría percibirse como resignado, pero que guarda cierta luminosidad. La voz de Susman, doblándose sobre sí misma, crea un eco que contrasta con la sencillez de la melodía, evocando la sensación de una despedida sin dramatismo. El título del disco, que yuxtapone lo solemne de un ‘memorial’ con la ligereza de los ‘waterslides’, se siente especialmente presente aquí: la dicotomía entre lo efímero y lo trascendental marca el cierre de una obra que se niega a ser categorizada.