Algunas obras parecen nacer en la frontera entre la vigilia y el sueño, en ese territorio donde las imágenes todavía no tienen nombre y los sonidos se mezclan con la materia misma del tiempo. 'Luminescent Creatures', el nuevo álbum de Ichiko Aoba, pertenece a esa categoría de discos que parecen menos una colección de canciones y más una cartografía de sensaciones apenas pronunciadas. Su música, en esta ocasión, se desliza entre la memoria del océano y la persistencia de la luz, en un intento por registrar lo que queda cuando todo lo demás se ha ido.

La relación de Aoba con los paisajes marinos no es nueva. Ya en 'Windswept Adan', su anterior trabajo, la artista había construido un universo sonoro en el que una isla ficticia se convertía en un espacio de exilio y transformación. En 'Luminescent Creatures', la exploración se extiende más allá de los límites de la geografía humana y se adentra en la bioluminiscencia, en el modo en que la vida misma utiliza la luz para comunicarse en las profundidades. Las canciones emergen de ese diálogo, combinando una instrumentación delicada con la sensación de que el sonido es, más que nunca, un gesto de supervivencia.

El álbum abre con 'COLORATURA', un tema que establece el tono con una estructura ondulante donde los instrumentos se superponen con una naturalidad que recuerda a los movimientos del agua. La presencia del piano y las flautas confiere al tema una cualidad expansiva, como si cada nota se desplazara suavemente entre la brisa y la corriente. Le sigue '24° 3′ 27.0″ N, 123° 47′ 7.5″ E', un interludio que captura la fragilidad de un instante apenas sostenido, antes de ceder paso a 'mazamun', donde la voz de Aoba se integra a una instrumentación sutil que oscila entre la precisión y el susurro.

El álbum avanza con una progresión pausada, permitiendo que cada elemento se revele a su propio ritmo. En 'tower', el piano adquiere una presencia central, desplegando una estructura en la que la armonía se convierte en un espacio para la contemplación. Más adelante, 'aurora' se teje con líneas instrumentales que se entrecruzan sin llegar a saturar, generando una sensación de movimiento constante, mientras que 'FLAG' regresa a una forma más esencial, donde la guitarra y la voz son los pilares de la composición.

Uno de los momentos más evocadores del disco llega con 'Luciférine', una pieza en la que cuerdas y texturas electrónicas sugieren el parpadeo de criaturas que emiten luz en la profundidad del océano. Aquí, la música se convierte en un reflejo de los procesos biológicos que Aoba ha investigado, encontrando en ellos una metáfora de la comunicación humana. Algo similar ocurre en 'pirsomnia', donde las capas vocales flotan sobre una instrumentación etérea que oscila entre la ensoñación y la materia tangible del sonido.

Con 'SONAR', el disco parece acercarse a una conclusión, condensando la riqueza tímbrica del álbum en una estructura que remite a la música popular contemporánea sin perder su cualidad orgánica. Sin embargo, el verdadero cierre lo proporciona '惑星の泪 (Wakusei no Namida)', una pieza centrada en la guitarra acústica que parece retomar la sencillez de los primeros trabajos de Aoba, devolviendo la música a un estado primigenio, como si después de todo el viaje el sonido solo pudiera volver a su punto de origen.

Más allá de su instrumentación minuciosa y su producción cuidada, lo que define 'Luminescent Creatures' es su capacidad para sostener la música en el límite entre la presencia y la desaparición. Aoba no busca imponer una narrativa clara ni resolver ningún enigma, sino más bien invitar a la escucha de lo que normalmente se encuentra en los márgenes. Su música, en este disco, no solo sugiere imágenes, sino que se convierte en una forma de luz tenue que parpadea en la distancia, recordándonos que, incluso en la oscuridad más profunda, siempre hay algo que sigue brillando.

Ichiko Aoba actuará próximamente en Barcelona, Valencia y Vida Festival.