Forty Winks no están tanteando terreno. Con 'Love Is a Dog from Hell', su primer EP, lanzan cinco canciones que muestran una postura clara desde el principio. No hay necesidad de contarse demasiado: guitarras al frente, estructuras breves pero nítidas y letras que dibujan imágenes directas sin exceso de contorno. El grupo, formado en Pittsburgh y surgido de su escena DIY, no necesita justificar lo que hace. Suena como si llevaran tiempo afinando esta forma de ruido, que no es solo volumen ni distorsión, sino también forma de decir.
El EP fue grabado rápido, y eso se nota en el mejor sentido. Las canciones suenan como si no hubieran pasado por demasiadas capas de corrección. Pero tampoco son improvisadas. Hay una intención precisa detrás de cada capa de sonido: un tipo de intensidad que no grita, sino que se acumula. Desde ‘liadfh’, que abre el disco con un tono más suspendido y contenido, hasta ‘Noise’, donde todo se encaja de forma casi quirúrgica, el grupo mantiene una identidad clara sin repetir fórmulas.
‘Commie BF’ es probablemente el punto más físico del EP. El tema avanza con velocidad, soltando frases como ráfagas (“We go all night / Out backdoors / Through floorboards”) que capturan un tipo de vitalidad nocturna sin necesidad de explicarla. La música no decora, acompaña el ritmo de una letra que transmite desorden sin parecer improvisada. El grupo logra que esa energía se sostenga sin dispersión, y que el caos tenga forma.
En ‘Spurs’ el enfoque cambia. Es una canción más contenida, donde la distorsión no empuja, sino que encierra. La letra abre con una imagen clara: “Drop by, bullseye, pierced through the back of my mind”. Hay algo que persiste aunque se intente dejar atrás. El vínculo afectivo no es dramático ni elevado, es incómodo como una piedra en el zapato. Musicalmente, las guitarras se estiran pero no se quiebran, y la estructura tiene una precisión que destaca dentro del conjunto.
‘Faith Error Free’ actúa como una interrupción necesaria. Su brevedad no la hace menor: condensa en dos líneas un clima que sirve como puente hacia la parte final del EP. ‘Noise’, que cierra el disco, se construye como una pieza más elaborada, pero sin perder inmediatez. Las voces se superponen sin saturar, las guitarras se alternan sin pisarse y la frase “I’ve got noise / In my head / What is so important / About walking aimless” abre una lectura sobre el vacío cotidiano sin caer en dramatismos. Lo que se dice no está adornado; está puesto ahí, como lo está la distorsión, como lo están los silencios entre compases.
El EP no se pierde en alardes ni se limita a una fórmula. Cada canción funciona por sí misma, pero el conjunto tiene una coherencia sólida. No es solo un buen comienzo: es una declaración de lo que este grupo puede construir cuando decide no hacer concesiones. Forty Winks no están ensayando ideas. Las están soltando con la claridad de quien ya sabe qué quiere sonar y cómo.
Conclusión
El cuarteto de Pittsburgh Forty Winks entrega en ‘Love Is a Dog from Hell’ un debut ruidoso y nítido. Las canciones entran con tensión, sin exceso, y marcan una dirección firme en pocos minutos.

