Review

Rodeo Boys - Junior

Rodeo Boys

2025

7.5


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El lugar desde el que Rodeo Boys hablan no es visible en los mapas. Tampoco se delimita en términos estrictamente geográficos, aunque se reconozca en cada riff una latencia del Medio Oeste estadounidense, el peso de los oficios manuales, la herencia obrera, la exposición constante al juicio de los otros. Desde ahí emergen los catorce cortes que forman ‘Junior’, una grabación que arranca sin advertencias y que mantiene hasta el final una tensión que rara vez busca resolverse. El disco es resultado de una acumulación: de años de silencios incómodos, de rabia contenida, de duelos no públicos, de vivir en cuerpos que no se ajustan a la forma preestablecida de ninguna habitación.

Tiff Hannay, vocalista y letrista principal, convierte esa acumulación en letra y voz. Pero no se trata solo de contar su historia. Las canciones esquivan el lugar común del relato individualizado y se construyen a partir de un hilo comunitario: vivencias compartidas, cuerpos rechazados en espacios laborales, amistades descompuestas por dinámicas de poder, y el deseo como un campo de riesgo permanente. Hay algo en la crudeza del álbum que remite al habla directa de quienes nunca fueron educades para ser escuchades. Y eso se filtra en cada compás, en cada caída abrupta de los arreglos, en cada final que parece cortado con violencia.

El arranque con ‘It Is Happening Again’ dura menos de un minuto, pero actúa como una sacudida muda. Lo que sigue, ‘Sam’s Song’, es una detonación contenida. La canción recoge la vivencia de una amistad marcada por el abuso, con versos como “I wanna kill you if it kills me”, que no se ofrecen como consigna sino como catarsis sin filtro. Aquí, la narración no romantiza ni ofrece consuelo. El tratamiento lírico es frontal, y la carga emocional se duplica por la sonoridad tensa que sostiene todo el tema. Más adelante, en ‘Let Down’, esa violencia vira hacia la ironía amarga: “self righteous son of a bitch junior / you were a snake in the grass”. La voz se desgasta en lo que acusa, y el bajo arrastra el cuerpo como si fuera otro elemento herido.

‘Speedway’ altera el foco sin abandonar la inestabilidad emocional. La canción traza una memoria amorosa frustrada, pero con detalles que reafirman su anclaje social (“he’s working at Speedway”). No hay intención de embellecer la pérdida. Lo que queda es una revisión amarga de una atracción que se diluye entre residuos de orgullo y resignación. Esta lógica reaparece con más dramatismo en ‘Lonesome Again’, donde se reconoce el deseo de reparación, aunque ese intento se formule entre el aislamiento y la imposibilidad: “homesick for a place I never been”.

A lo largo del disco, la forma en que el deseo aparece en las letras se aleja de la nostalgia o del anhelo inofensivo. En ‘Peonies’, lo erótico se entrelaza con lo destructivo. El yo lírico se somete al poder de una presencia que descoloca: “the first time that I saw color / it came pouring out all around her”. El enamoramiento se siente como amenaza y necesidad, como algo que desestabiliza más de lo que ordena. ‘All American Man’, por su parte, trabaja el deseo en tensión con el arquetipo masculino. La canción extrae su fuerza de una identidad que intenta afirmarse sin tener un molde claro en el que encajar. Es también una declaración desde el cuerpo, una afirmación áspera ante el mandato de lo que se espera que sea un hombre.

‘Pump Six’ echa mano de la burla como defensa. Hay frases que podrían haber salido de una conversación en una estación de servicio, pero que, dentro de la canción, se convierten en cuchillas: “give the boy some credit, yeah he’s working on himself”. La repetición de esta línea hacia el final del tema la carga de una ironía que apunta a cierto cinismo masculino habitual en los entornos laborales. Esta forma de sarcasmo abrasivo también se siente en ‘Venus Fly Trap’, donde el afecto vuelve a confundirse con una trampa: “you make me feel like a real man”, se canta, aunque inmediatamente el verso se desinfla en la autoconciencia del daño.

Los dos cortes titulados ‘Crystal Pt. 1’ y ‘Crystal Pt. 2’ ofrecen una visión más ambigua, casi desorientada. La figura de Crystal parece ser tanto una persona como un estado mental: una euforia que encubre una fragilidad que apenas se sostiene. Las dos partes del tema funcionan como espejos que devuelven imágenes contradictorias del apego, una desde el vértigo y otra desde la inmovilidad.

El cierre con ‘Cowgirl in the Dark’ no suaviza nada. Al contrario: se despide en un tono de advertencia: “you’re gonna be a star / you’re gonna break my heart”. Aquí el dolor es anticipado y asumido como forma de existencia. Lo que emociona no es la posibilidad de una salida, sino el hecho de que el deseo siga latiendo a pesar del daño acumulado.

‘Junior’ no recurre a estrategias de alivio. Las canciones no buscan explicar lo vivido ni ofrecer consuelo. Todo lo que hay es entrega y colisión. La música de Rodeo Boys se escribe desde una corporalidad tensa, desde un punto de fricción entre lo que se espera ser y lo que se puede llegar a sostener. Las estructuras de las canciones no siempre obedecen a una fórmula: a veces se desploman sin previo aviso, otras se extienden en loops de sonido que no resuelven. Esa forma de inestabilidad es, probablemente, su mayor gesto de coherencia. Porque nada en este disco suena a decoración. Y nada parece grabado desde un lugar que no sea el de la urgencia.

Conclusión

Rodeo Boys construyen en ‘Junior’ una narrativa cruda sobre afecto, trauma y deseo, donde la dureza instrumental refleja un contexto de tensión identitaria y sobrevivencia. Cada canción expone una parte del cuerpo que sigue resistiendo.

7.5

Álbum

Rodeo Boys - Junior

Artista

Rodeo Boys

Año

2025

Discográfica

Don Giovanni

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.