Grabar un disco en casa, sin ayuda externa, tiene sus riesgos. Puede que todo suene demasiado cerrado, demasiado parecido. En ‘Hex Key’, Mamalarky decide hacer justo lo contrario. Cada canción parece construida desde cero, como si al terminar una, se olvidaran de todo lo anterior y volvieran a empezar. No hay un sonido que defina el álbum, pero sí una sensación: la de estar siempre en movimiento, aunque no quede claro hacia dónde.
El grupo, que ahora vive en Los Ángeles después de pasar por Austin y Atlanta, trabajó el disco en su salón convertido en estudio. Se nota que pasaron mucho tiempo encerrados juntos. No por lo compacto del sonido, sino por la manera en la que cada tema se apoya en la complicidad entre ellos. No suenan como una banda que busca impresionar, sino como cuatro personas que se conocen muy bien y se dan espacio para probar cualquier cosa.
La primera canción, ‘Broken Bones’, arranca con una melodía pegajosa que esconde un mensaje más complicado: “I would never let my feelings show when you come around”. Esa tensión entre lo que se dice y cómo se dice se repite en varias canciones del disco. ‘Won’t Give Up’ tiene un ritmo más marcado y se construye sobre una idea parecida. Parece optimista, pero detrás hay cansancio. Repetir “I won’t give up” tantas veces suena más a rutina que a convicción.
En ‘The Quiet’, todo baja de intensidad. No hay estallidos ni grandes giros. La letra habla de mirar hacia atrás y no reconocerse del todo. “The quiet that I’ve become” es una forma sencilla de decir mucho. El tema suena raro, con efectos que parecen sacados de un videojuego antiguo. Pero ahí está su fuerza: no necesita más para dejar marca.
‘Hex Key’, la canción que da nombre al álbum, es una especie de paréntesis. No busca explicar nada. Simplemente está ahí, entre lo extraño y lo juguetón. “Through all the challenges, fixed with your allen wrench” conecta con la idea de que arreglar las cosas a veces depende de una herramienta inesperada. Como si la relación entre dos personas fuese tan técnica como montar un mueble.
‘Anhedonia’ es uno de los momentos más pesados. No por el sonido, sino por lo que dice. “Do you think you’ll love me when it pours” se repite varias veces y da la sensación de que todo está a punto de venirse abajo. Las guitarras suenan sucias, la voz parece distante. El tema arrastra un sentimiento de derrota que no termina de resolverse.
Después viene ‘#1 Best of All Time’, más rápida, con una batería agitada y letra que mezcla humor y rabia. “Marathon runner I place last / However I felt just as fast” habla de competir sabiendo que no se va a ganar, pero sin rendirse del todo. Es una canción breve, pero intensa.
‘Take Me’ cambia de tono. Es más suave, más íntima. Pide estar cerca, aunque no se pueda. “Take me baby to the way you enter through the door after the day” suena a nostalgia de algo que todavía está pasando, como si el tiempo no alcanzara.
En ‘MF’, el grupo sube el volumen. No es una canción sutil. “Just consider yourself as one lucky motherfucker” deja claro que hay enfado, que algo molestó mucho. El sonido acompaña esa sensación. Todo parece apretado, como si no quedara aire.
‘Blow Up’ es confusa en el buen sentido. Juega con la idea de estar a punto de estallar y lo hace sin disimular: “I might just blow up / I’m fine / No I’m not”. Una frase que se repite y que resume bastante bien el espíritu del disco: decir algo y desmentirlo al segundo.
‘Blush’ y ‘Nothing Lasts Forever’ cierran la parte más melódica del álbum. Hay arreglos electrónicos, líneas suaves, pero también frases que dan en el centro. En la segunda, la pregunta “Am I your forever or just another one” funciona como conclusión y como duda que no se resuelve.
En ‘Feels So Wrong’, Bennett habla de identidad desde lo más básico: su propio nombre. “I have never been original / My given name is Olivia” muestra que a veces el problema empieza por ahí. El tema tiene algo de confesión, pero sin exagerar.
El cierre, ‘Here’s Everything’, no busca grandes emociones. Es directa. “Here’s everything” no suena a promesa ni a oferta, sino a entrega sin condiciones. No cierra el álbum con contundencia, sino con una aceptación tranquila.
‘Hex Key’ es un disco que no grita. Se permite dudas, retrocesos, errores. No todo está medido ni justificado. Es un trabajo que no busca impresionar, sino entenderse. Mamalarky no intentan resolver nada. Solo tocan, graban y siguen. Y eso, por sí solo, ya dice mucho.
Conclusión
Mamalarky articulan en ‘Hex Key’ una convivencia tensa entre el impulso melódico y el desgaste anímico. El disco se mueve entre el desahogo y la contención, sin fijar ninguna dirección definitiva ni suavizar su contradicción.

