El dúo Titanic, formado por Mabe Fratti y Héctor Tosta, lleva varios años explorando un territorio donde los límites entre géneros se difuminan. Con ‘Hagen’ presentan una obra que se mueve entre arrebatos sonoros y melodías más dóciles, construida desde una base en la que conviven el violonchelo, las guitarras, la voz y una batería que puede ser tan marcial como juguetona. Desde sus inicios en Ciudad de México se han caracterizado por un empeño en expandir recursos musicales de procedencias diversas y aquí refuerzan esa senda con un repertorio lleno de giros imprevistos.
El arranque con ‘Lágrima del sol’ establece una primera imagen apocalíptica, subrayada por la frase “No me vayas a pedir el último cigarro cuando se acabe el mundo”. La voz se eleva sobre palmas y cuerda tensa para después deslizarse hacia un ambiente casi melódico de los ochenta, creando un contraste que define gran parte del álbum. Esa capacidad para pasar de lo áspero a lo envolvente se repite en otras piezas, y termina siendo uno de los rasgos que marcan la escucha de principio a fin.
En ‘Gotera’ construyen un espacio donde la guitarra y la percusión cortan como un latigazo, acompañando versos que describen disputas y puertas cerradas. Las imágenes transmiten encierro, y la insistencia rítmica hace que esa sensación se incruste en la memoria del oyente. No buscan adornar el mensaje, sino acentuarlo con repeticiones punzantes que se convierten en insistencia física.
Con ‘Escarbo dimensiones’ abren un juego de capas que empieza difuso y termina en una especie de secuencia cinematográfica. Las cuerdas dibujan un dramatismo que recuerda a escenas de acción mientras las guitarras generan un clima de suspense. De repente, ‘Te tragaste el chicle’ cambia la dinámica con un pulso más lento. La voz avanza firme sobre un acompañamiento de aire baladista, hasta estallar en “Se que no me van a perseguir”, verso que puede interpretarse como un gesto de rendición o de resistencia. La tensión entre ambos sentidos queda abierta, reforzada por el brillo de la guitarra y la percusión contenida.
El trabajo de Tosta como guitarrista y bajista se percibe con claridad en piezas como ‘Gallina degollada’, donde la crudeza del título se refleja en un sonido áspero y repetitivo. El tema se centra en la imagen de una disputa que amenaza con desbordarse, un enfrentamiento imposible de reconducir. Frente a esa atmósfera cortante, Fratti introduce pasajes de violonchelo que actúan como contrapunto. Su instrumento adquiere protagonismo en ‘Pájaro de fuego’, con adornos que parecen revolotear en torno a los sintetizadores, y en ‘La dueña’, donde un solo inicial de cuerda abre paso a un conjunto que recuerda a una escena de ópera contemporánea, con percusión expansiva y teclados ondulantes.
‘La trampa sale’ aparece como una suerte de cierre liberador. El tema arranca con un ritmo contenido mientras la letra incita a dejar atrás culpas y enfados: “Perdónate ya que no hay tiempo para tus berrinches”. El mensaje se presenta sin rodeos, planteando la necesidad de continuar pese a los miedos que dominan en otras canciones. El grupo articula aquí un equilibrio entre crudeza y ligereza, como si buscaran una salida después de haber expuesto un catálogo de imágenes inquietantes.
Lo que caracteriza a ‘Hagen’ es la habilidad del dúo para entrelazar agresividad y melodía, con un lenguaje sonoro que no se acomoda en un solo terreno. Las transiciones dentro de cada pieza generan cambios bruscos que se sienten naturales, ya sea en la aparición de un estribillo inesperado o en el giro hacia un registro más atmosférico. Esa manera de organizar el repertorio crea la impresión de que cada canción contiene varias dentro de sí, con capas que se despliegan y se repliegan sin previo aviso.
El álbum se sostiene en esa mezcla de contraste y claridad, en la que las imágenes de violencia, fin del mundo o desencuentro se combinan con momentos de canto diáfano y arreglos casi luminosos. Titanic logra así un recorrido en el que cada corte sugiere un terreno distinto, aunque todos se mantengan unidos por una misma voluntad de sorpresa. ‘Hagen’ se escucha como una obra que obliga a atender cada detalle, desde los golpes de batería hasta las inflexiones vocales, siempre planteando giros que mantienen en vilo a quien lo recorra.
Conclusión
Titanic entregan en ‘Hagen’ una serie de canciones donde lo abrupto y lo suave conviven. Con frases que evocan catástrofes, animales sacrificados o escenas de fuga, el grupo despliega imágenes que se refuerzan con guitarras tensas y un violonchelo que alterna entre la sutileza y la violencia.
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