El regreso de Justin Timberlake al ruedo musical ha sido uno decepcionante. Tras seis años de ausencia discográfica, el cantante ha lanzado 'Everything I Thought It Was', un disco extenso de 18 cortes que deambula sin rumbo fijo entre diversos estilos, sin lograr capturar la magia de sus anteriores trabajos aclamados por la crítica.
En esta nueva entrega, Timberlake busca reconciliarse con su esencia artística después del confuso y disperso 'Man of the Woods' de 2018. Sin embargo, su intento por replicar el éxito de álbumes icónicos como 'FutureSex/LoveSounds' y 'The 20/20 Experience' se diluye en un popurrí de composiciones excesivamente largas que naufragan en su propia indecisión.
La apertura con 'Memphis' da algunas pistas sobre la dirección introspectiva que busca el cantante, al rememorar sus orígenes y las presiones de la fama a temprana edad. No obstante, estos destellos de vulnerabilidad rara vez se manifiestan en las otras canciones, hundiéndose en un mar de letras sexuales exageradas y melodías que, si bien bailan entre el funk, el R&B y el pop, carecen de una propuesta renovada.
Las colaboraciones con Calvin Harris como 'Fuckin' Up the Disco' y 'No Angels' aportan algunos momentos bailables dignos, pero su desenvoltura pierde fuerza en composiciones arrastradas como el sencillo 'Selfish' o la interminable 'Technicolor' de más de siete minutos. Incluso en los cortes donde Timberlake despliega su característico falsete, las letras banales sobre conquistas pasajeras lo arrastran a un terreno ramplón.
Timbaland, su aclamado colaborador de antaño, tiene varios créditos de producción en el álbum. Lamentablemente, sus aportes no logran revivir la magia de antaño, empantanándose en fórmulas añejas plagadas de metáforas sexuales que rozan lo cursi, como en 'What Lovers Do' e 'Infinity Sex'. Solo en momentos puntuales como el gospel-rock 'Sanctified' con Tobe Nwigwe se vislumbra una renovación artística genuina.
En su intento por regresar a sus raíces dançant, Timberlake se pierde en un ejercicio de rememoración que termina sonando autocomplaciente. Melodías como 'Liar' con Fireboy DML o 'Play' podrían haber encajado en sus anteriores discos, pero aquí suenan desprovistas de la frescura y chispa que las hubiera elevado.
La reunión con *NSYNC en 'Paradise' es, paradójicamente, uno de los momentos más auténticos del disco. En esta balada nostálgica, el cantante entrega una actuación honesta al lado de sus antiguos compañeros de agrupación, dejando atrás las poses de conquistador tan recurrentes en otras canciones.
Es en pasajes como ese donde se advierte que la única vía de redención para Timberlake pasa por abandonar su imagen de galán inmaduro y abrazar su faceta más humana y sensible. Desafortunadamente, 'Everything I Thought It Was' no termina de dar ese paso, quedándose a medio camino en un producto extenso que acumula más de una hora de música de calidad dispar.
La sobria 'Conditions' augura un cierre reflexivo, pero sus letras terminan sonando pretenciosas cuando habla de sus "un par de cientos de malas decisiones" que serán perdonadas. Es un recordatorio de la deuda pendiente que aún tiene Timberlake con una parte de su público, ofendido por algunas acciones controvertidas de su pasado.
En general, 'Everything I Thought It Was' es un álbum que desprende la impresión de un artista indeciso, escindido entre reeditar sus mayores éxitos y evolucionar hacia un terreno más personal y maduro. Al no poder reconciliar ambas vertientes de forma orgánica, el resultado es un trabajo desigual que, por más que destellos aislados, no termina de convencer.
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