El sonido puede ser una mirada. En ocasiones, no es la claridad del trazo lo que define la imagen, sino el modo en que se disuelve en el aire. Lina Tullgren no parece interesada en describir, sino en registrar lo efímero, en convertir la música en un reflejo que apenas deja rastro. En ‘Decide Which Way The Eyes Are Looking’, su voz y su guitarra se sostienen como únicas certezas en un entramado de vientos, cuerdas y silencios que, más que llenar el espacio, lo revelan.
Este álbum no se pliega a la urgencia ni a la necesidad de resolución. Sus canciones avanzan como si estuvieran siendo pensadas en el momento, sin una meta concreta, dejando que la instrumentación las rodee con una fragilidad calculada. Se percibe en ‘Poem’, donde una voz al final murmura “yeah, that was great”, como si la grabación fuera un simple instante capturado, sin intención de ser definitivo. En ‘Shedding / Shredding’, la música parece deshacerse a medida que avanza, como si la melodía se deslizara entre las manos de quien la sostiene.
Tullgren se rodeó de un amplio grupo de músicos en Los Ángeles para dar forma a este disco. El lugar de encuentro fue la casa trasera de Jonny Kosmo, un espacio convertido en refugio para la creación compartida. Esa manera de trabajar se percibe en cada arreglo: el arpa, el clarinete, el euphonium y el saxofón no son meros acompañantes, sino elementos que se pliegan y despliegan con una lógica propia. No hay estridencias ni excesos, sino una orquestación mínima y medida que enfatiza lo cercano. ‘Something New All Day’ juega con la textura de los instrumentos, fundiendo la guitarra con el viento hasta que ambos se vuelven indistinguibles.
Las letras del álbum giran en torno a lo cotidiano, lo imperceptible. ‘A Day Walks By’ describe la fugacidad de un instante: “It walks by my window / Today when I go to talk to the sea / Do you think it is listening to me?”. Esa misma sensación de observación pasiva se traslada a ‘Window Dream’, donde una bicicleta, una carta o un timbre se convierten en símbolos de una comunicación que oscila entre la cercanía y la distancia. En ‘Do You Know What I Mean’, la voz de Tullgren se repliega sobre sí misma en una pregunta que parece no necesitar respuesta.
El álbum fue concebido en la soledad de una cabaña frente al mar. Tal vez por eso sus letras tienden a registrar pequeños gestos, como si el aislamiento hubiese agudizado la capacidad de percibir lo mínimo. “I have beautiful hands and I’m a singer”, canta en ‘Do You Know What I Mean’, una afirmación que suena tanto a certeza como a duda. En ‘Flex’, el contraste entre la playa y una habitación cerrada sirve como reflejo de un estado mental en constante oscilación: “Out on the beach, I am clean and small / Now in my room, I am strong and small”.
‘Decide Which Way The Eyes Are Looking’ no se entrega a la narración lineal. Cada canción parece un pensamiento interrumpido, una imagen que se disuelve antes de definirse. La decisión que plantea el título del disco no es tanto una elección como un estado de observación constante, una manera de estar en el mundo sin necesidad de fijar un rumbo definitivo. La música de Tullgren no pretende llenar vacíos, sino rodearlos, dibujar sus contornos y dejar que el resto lo complete quien escucha.
Conclusión
Lina Tullgren despliega en ‘Decide Which Way The Eyes Are Looking’ un juego de miradas fragmentadas, donde los instrumentos se superponen con delicadeza y las letras resuenan como pensamientos fugaces atrapados en la distancia.