These New Puritans han construido su identidad a base de giros poco conciliadores. Lo que proponen no fluye por los canales habituales de la música popular; en su lugar, parece impulsado por una necesidad menos accesible, más cruda. El dúo formado por los hermanos Barnett, originarios de Essex, vuelve tras seis años de silencio con un álbum que, lejos de reconciliarse con su entorno, reordena su lenguaje con materiales aún más rígidos, aún más quebrados. 'Crooked Wing' se erige como un cuerpo que no busca diálogo, sino permanencia en su propio eje: un proyecto que pulsa desde el aislamiento, que se arrastra como liturgia interrumpida, que vibra desde lo discontinuo.

No hay necesidad de acomodarse para entender qué está pasando aquí. El disco impone su lógica a través de estructuras ásperas, sonoridades ceremoniales y texturas que resisten la claridad. El interés no está en producir impacto inmediato, sino en sostener un estado: un espacio reverberante donde se acumulan la ruina, el gesto ritual y lo artificial. Las piezas no se abren como canciones tradicionales, sino como bloques de sonido tallados con paciencia. Desde 'Waiting', donde la voz infantil de un treble flota entre acordes de órgano capturados en iglesias, hasta 'Return', que cierra como un eco desvanecido, el trayecto no se percibe como progresión, sino como circulación sobre las mismas ruinas.

Las campanas, grabadas por Jack Barnett en una iglesia ortodoxa griega, atraviesan el álbum como un resplandor mecánico, a veces hipnótico, a veces invasivo. En 'Bells', su presencia ocupa todo el espacio y desplaza el ritmo convencional hacia un patrón que se acerca al trance. La voz de Jack se entrelaza con esta estructura sin dominarla, permitiendo que la forma se imponga al contenido. En 'A Season In Hell', el pulso se torna más violento, con percusión procesada y un órgano agitado que introduce un dramatismo latente, como si lo ceremonial estuviera al borde del colapso.

'Industrial Love Song' es una de las pocas ocasiones en las que lo melódico gana protagonismo. La colaboración con Caroline Polachek articula un diálogo tenso entre el metal y la carne, entre lo que suena humano y lo que apenas lo insinúa. Las voces, separadas por una diferencia de textura evidente, convergen en una especie de elegía mecánica. La emoción no emerge de lo explícito, sino del roce entre formas incompatibles. Esta tensión también se percibe en 'I'm Already Here', donde el paisaje se despeja sin ofrecer alivio: una estructura contenida, donde cada silencio arrastra un peso deliberado.

En 'Wild Fields (I Don’t Want To)', la percusión parece moldeada con restos industriales, como si las fuentes sonoras hubieran sido recogidas de un lugar abandonado. Los versos invocan imágenes violentas con una crudeza desprovista de énfasis. 'The Old World', en cambio, trabaja desde lo melódico, sin suavizar el trasfondo sombrío del álbum. Allí, una progresión armónica se superpone a una instrumentación que sugiere una canción tradicional deformada por la repetición y la distancia.

La pista que da nombre al disco condensa buena parte del enfoque estructural: percusión, órgano, campanas y voz operan como un sistema autónomo. Todo está calculado al milímetro, pero ese control no impide que las canciones transmitan una sensación constante de derrumbe. 'Goodnight' y 'Return' no buscan cerrar con contundencia, sino deslizarse hacia una clausura evaporada. Lo que queda al final no es conclusión, sino dispersión: un eco de los sonidos iniciales, debilitado por el trayecto.

'Crooked Wing' se articula como una especie de arquitectura sonora donde cada elemento cumple una función estructural, pero sin apuntar a una finalidad concreta. La producción de Graham Sutton y Jack Barnett enfatiza esta rigidez funcional: cada campana, cada glissando, cada silencio está colocado como parte de un diseño deliberadamente ajeno a la lógica del entretenimiento. El álbum no ofrece descanso, pero tampoco exige sumisión. Permanece.

No hay desplazamiento estilístico radical respecto a trabajos anteriores, pero sí una condensación del lenguaje. Las decisiones están guiadas por un rigor casi clínico, que no elimina la carga emocional, pero la encierra en formas más duras, más densas. El disco no permite que sus momentos más líricos se expandan, como ocurre en 'The Old World', ni que su violencia se desborde, como en 'Wild Fields'. Todo está comprimido en una tensión sostenida que recorre el álbum como un latido oculto.

Lo que proponen These New Puritans con 'Crooked Wing' no se deja interpretar desde una narrativa externa. Es una obra que se pliega sobre sí misma y que solo revela su sentido desde dentro: escuchando sus espacios vacíos, sus repeticiones, sus interrupciones. La fuerza de este trabajo no reside en lo que comunica, sino en la forma en que se construye. Y es ahí donde logra algo más que impacto: consigue permanencia.