Review

Squid - Cowards

Squid

2025

7.1


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El sonido de la voz de Squid en 'Cowards' es un murmullo que se convierte en sentencia, un hilo de voz que primero tantea el abismo y luego se lanza en caída libre. Se filtran palabras extrañas, frases que parecen quedar suspendidas en el aire antes de ser absorbidas por una música que se descompone y reconstruye sin previo aviso. A medida que avanzan las canciones, se destapan escenas fragmentadas de un mundo en descomposición: edificios que parecen vacíos pero esconden historias, ciudades sin nombres, personajes que llevan consigo un peso inconfesable.

El disco se abre con 'Crispy Skin', una invitación a un festín grotesco donde la línea entre lo simbólico y lo literal se desdibuja rápidamente. “Am I the bad one? Yep, yes I am”, se escucha casi con resignación, como si la aceptación del papel de villano fuera la única salida posible. Esta línea establece el tono del álbum, una serie de nueve canciones donde el mal no es un concepto abstracto sino una fuerza tangible, una presencia constante que acecha en cada esquina. No hay escapatoria posible, solo la posibilidad de observar de cerca su funcionamiento, su estructura, su inevitable repetición.

En 'Building 650', Squid presentan a Frank, un personaje que se mueve con facilidad entre la amabilidad y el crimen. “We are friends / There’s murder sometimes / But he’s a real nice guy”, confiesa una voz que parece más sorprendida por su propia indiferencia que por los actos de su amigo. La canción se desarrolla con una instrumentación que avanza y retrocede, generando un efecto de inestabilidad constante. 'Blood on the Boulders' eleva la tensión hasta lo insoportable, acumulando ruido y repetición hasta que solo queda la certeza de que todo volverá a ocurrir. “We return to the scene”, repiten Squid una y otra vez, como si la historia estuviera atrapada en un bucle del que nadie puede salir.

El sonido de 'Cowards' es tanto una evolución como una deconstrucción de sus trabajos anteriores. La urgencia de 'Bright Green Field' y la densidad de 'O Monolith' encuentran aquí un punto intermedio, donde los elementos tradicionales del grupo se transforman en algo más desolador y ambiguo. Los arreglos de cuerdas y metales, la perviviéncia de un ritmo que parece querer escaparse de sí mismo, las melodías que se desvanecen en un ambiente de amenaza constante: todo contribuye a la sensación de que el disco se mueve entre lo espectral y lo inevitable.

El interludio doble de 'Fieldworks I' y 'Fieldworks II' introduce un cambio en la textura del álbum, alejándolo momentáneamente del frenesí y acercándolo a un estado de suspensión incierta. La primera parte es etérea, apenas una brisa de sonidos superpuestos que se deslizan entre el silencio y la tensión. La segunda parte, en cambio, se hunde en la gravedad de una línea de bajo insistente y una batería que parece imitar el sonido de un reloj en cuenta regresiva. 'Cro-Magnon Man' resurge con un tono casi burlón, describiendo a un personaje que es tanto cazador como presa, un reflejo de la dualidad que atraviesa todo el disco.

Cuando el álbum se acerca a su final, 'Showtime!' introduce una energía que se siente casi como una liberación, aunque solo sea momentánea. Las guitarras y los sintetizadores se entrelazan en una composición que parece encaminarse hacia el colapso, pero encuentra un extraño orden en su propio caos. Luego, 'Well Met (Fingers Through The Fence)' cierra el ciclo con una elegancia marchita, un adios sin redención donde las voces parecen desintegrarse en el aire. No hay respuestas, ni explicaciones, solo la impresión de haber presenciado algo que no se puede deshacer.

En 'Cowards', Squid no ofrecen consuelo ni moralejas. Su retrato de la violencia y la cobardía no es una denuncia, sino una constatación. Lo que queda es un eco persistente, una sensación de haber atravesado un terreno en ruinas donde cada sombra guarda una historia. Un disco que no promete redención, solo la certeza de que, en algún momento, todo volverá a empezar.

Conclusión

Squid ensamblan en ‘Cowards’ una galería de personajes atrapados en su propia brutalidad. Entre melodías fragmentadas y una instrumentación que se retuerce en su propio desconcierto, el álbum deambula entre ciudades anónimas y miedos universales, describiendo una humanidad devorada por sus propios impulsos.

7.1

Álbum

Squid - Cowards

Artista

Squid

Año

2025

Discográfica

Warp

Tratando de escribir casi siempre sobre las cosas que me gustan.