En determinados momentos en la vida todo ocurre al mismo tiempo, y otras ocasiones los años pasan con la inercia de un calendario repetitivo. En la música de The Tubs, el tiempo parece vivir en esa intersección inasible, un compendio de memorias a medias y promesas difusas que encuentran su voz en una urgencia contenida. ‘Cotton Crown’, su segundo álbum, surge de la tensión entre la intimidad y el desafecto, una colección de canciones que parecen conjurar el peso de lo no resuelto sin caer en la trampa de la autocomplacencia.
El grupo despliega una forma de narrar que rehúye la claridad, como si los recuerdos se filtraran a través de un cristal empañado. Desde los primeros versos de ‘The Thing Is’, la voz de Owen Williams se desliza entre la arrogancia y la resignación, articulando un personaje que es consciente de sus propios desmanes, pero también de la inevitable reiteración de sus actos. Esa tensión entre la culpa y la indiferencia recorre todo el disco, particularmente en temas como ‘Chain Reaction’ y ‘Fair Enough’, donde el amor es menos un refugio que un círculo vicioso de distanciamiento y atracción.
El trasfondo autobiográfico de ‘Cotton Crown’ se hace evidente en la forma en que el duelo se cuela en cada fragmento del álbum sin ocupar un lugar central. La muerte de la madre de Williams no es un tema enunciado de manera directa, sino una presencia espectral que condiciona la manera en que el cantante se observa a sí mismo y a quienes lo rodean. En ‘Strange’, la pérdida se convierte en un prisma desde el que se observa el absurdo de las reacciones ajenas, con un humor distorsionado que se resiste a la solemnidad. “How strange it all is”, repite en el estribillo, encapsulando en una frase la imposibilidad de comprender el luto desde una sola perspectiva.
El contraste entre la ligereza de la instrumentación y la carga emocional de las letras define la estética del disco. Las guitarras de George Nicholls construyen paisajes sonoros que sugieren una versión acelerada de la melancolía, con acordes que parecen vibrar en la frontera entre la euforia y el desencanto. Temas como ‘Freak Mode’ y ‘Narcissist’ canalizan ese extraño impulso de moverse hacia adelante sin un destino claro, apoyándose en una sección rítmica que nunca permite que la atmósfera se vuelva estática.
Las letras se mueven entre el cinismo y la vulnerabilidad sin caer en la teatralidad. ‘Illusion’ captura la fragmentación de la identidad con una simpleza desarmante, mientras que ‘One More Day’ convierte la desesperación en un acto de insistencia casi infantil. La capacidad de Williams para jugar con la distancia emocional es uno de los elementos que dotan a ‘Cotton Crown’ de una ambigüedad difícil de asir: cada canción parece oscilar entre la parodia y la confesionalidad, manteniendo siempre un margen de incertidumbre.
Si bien el disco transita por terrenos conocidos en cuanto a sus referencias sonoras, su fortaleza radica en la forma en que maneja la contradicción inherente a la memoria y el duelo. ‘Cotton Crown’ no busca una resolución ni un cierre, sino que se despliega como un documento de estados transitorios, de gestos interrumpidos y emociones que no terminan de definirse. En su negación de lo categórico, The Tubs encuentran una forma de persistir en el eco de lo que no se dice.
Conclusión
The Tubs convierten la pérdida en un relato desordenado y visceral en ‘Cotton Crown’. Entre guitarras incandescentes y confesiones desprovistas de consuelo, el disco se construye sobre la tensión de lo que se recuerda y lo que no se puede cambiar.