A veces los discos no son tanto lo que dicen como lo que insisten en no decir. En ‘Better Dreaming’, Tune-Yards se adentran en una lógica de dispersión voluntaria, donde cada canción parece no querer parecerse a la anterior pero tampoco tiene el impulso suficiente para alejarse realmente. Lo que resulta no es una colección de sorpresas, sino una sucesión de maniobras formales que, con frecuencia, colapsan bajo su propio peso.
Merrill Garbus y Nate Brenner, tras años de una trayectoria marcada por la mezcla imprevisible de géneros y una disposición innegociable por el riesgo, proponen aquí un proyecto que parece construido desde un impulso inconexo: dejarse llevar por el primer gesto, seguir la intuición sin filtrar. El resultado se manifiesta en piezas como ‘Heartbreak’, donde una estructura amable y hasta cierto punto luminosa se yuxtapone a una letra que habla desde el agotamiento afectivo. Esa tensión podría funcionar como brújula del disco, pero se diluye en cuanto el recorrido se empantana en su propio ruido.
‘Get Through’ apunta a una urgencia que nunca termina de construirse del todo. Hay un intento de conectar con un malestar más amplio, “Like there are no words for terror in a young kid’s eyes”, pero lo que debería ser contundencia se transforma en insistencia. Lo político se insinúa, lo personal se multiplica, pero la síntesis no llega. Garbus articula su canto como si de una carrera de obstáculos se tratase: pasa del susurro al grito sin que la canción lo requiera, imponiendo una gesticulación que no consigue fundirse con lo instrumental.
El tratamiento del ritmo en ‘Better Dreaming’ es uno de los motores que más empujan el álbum, aunque esa energía no siempre sabe hacia dónde se dirige. En ‘Perpetual Motion’, las capas se acumulan con furia, generando una densidad que, lejos de provocar, fatiga. La batería se presenta como el centro, pero los desvíos melódicos no hacen más que tensionar la estructura general. Algo similar ocurre con la canción que da nombre al álbum: el montaje percusivo y los efectos vocales construyen una escena que parece pensada para el desconcierto, pero que termina siendo un laberinto sin decisión.
‘Suspended’ introduce un cambio de tono aparente, con una letra que remite a una escena casi onírica. La imagen del cuerpo flotando, sin referencias, podría haber sido una pausa necesaria, pero su resolución instrumental insiste en la fórmula de lo caprichoso. Las decisiones de producción, cortes abruptos, efectos vocales forzados, momentos de vacío rítmico, refuerzan la idea de un juego sin reglas que no alcanza a construir un sentido coherente.
En ‘Limelight’, la aparición de la voz del hijo de Garbus y Brenner podría haber traído una ligereza que hiciera respirar al conjunto. Sin embargo, incluso ese momento termina subsumido en un exceso de capas y efectos que impiden que la canción respire. El intento de capturar un momento íntimo se pierde en la voluntad de adornarlo.
El cierre del disco, ‘Sanctuary’, articula con más claridad el deseo de Garbus de construir desde la contradicción. “This is where you sing yourself into existence” funciona como declaración de intenciones, aunque llega demasiado tarde. El recorrido hasta ese punto ya ha dejado claro que lo que se presenta como espontáneo no necesariamente se traduce en claridad ni en potencia.
El mayor problema de ‘Better Dreaming’ no es su ambición formal, sino su incapacidad para afinarla. El caos no es un gesto suficiente. La diversidad de influencias, percusión caribeña, bases electrónicas, juegos vocales, está presente, pero mal calibrada. Cada elemento aparece sin suficiente desarrollo, como si el solo hecho de estar ahí justificara su presencia.
Tune-Yards tienen herramientas para construir una obra cargada de tensión, ritmo e incluso belleza. En este disco, sin embargo, esas herramientas se usan como si la acumulación fuese el único camino posible. Hay intención, pero falta una estructura que permita que esa intención se vuelva eficaz. ‘Better Dreaming’ intenta abarcar demasiado y se disuelve en su propio impulso.
Conclusión
Tune-Yards entregan en ‘Better Dreaming’ un álbum que fluctúa entre la saturación rítmica y una narrativa apenas esbozada.

