Entre los pasillos largos del trabajo remoto y las carpetas compartidas, Foxwarren ensamblan su segundo álbum oficial con una naturalidad que no es fruto de la espontaneidad sino del hábito. Este conjunto de canciones que recibe el título de ‘2’ actúa como una especie de archivo digital emocional, donde cada miembro del grupo aporta partes que nunca fueron pensadas para coexistir desde un principio. No hay una búsqueda de fidelidad a un sonido anterior, ni una voluntad explícita de ruptura. Lo que hay es una reformulación del método: trabajar separados no para simular proximidad, sino para componer desde la distancia misma.
El grupo no trata de enmascarar el carácter disperso del proceso, sino que lo convierte en estructura. A través de fragmentos de películas antiguas, orquestaciones rescatadas, cajas de ritmos quebradas y voces apenas procesadas, ‘2’ se desarrolla como una secuencia en la que las canciones se sostienen sobre intersticios, ecos y repeticiones. Esta forma de construir no reduce el peso emocional de las piezas: más bien, lo distribuye. Si hay una narrativa, se da por acumulación, no por linealidad. Si hay coherencia, esta surge del modo en que el álbum parece no querer probar nada.
‘Dance’ abre el disco sin tratar de fijar un tono dominante. Los elementos melódicos parecen deslizarse entre capas sin llegar a sedimentarse del todo, y eso permite que la canción funcione como puerta giratoria: no marca un inicio, sino un movimiento. En ‘Sleeping’, los compases cercanos al hip-hop no actúan como sorpresa ni como recurso de contraste, sino como forma de ordenar un espacio donde la voz aparece más como elemento instrumental que como centro narrativo.
En ‘Say It’ se encuentra uno de los pocos momentos donde la estructura se aproxima a una forma más convencional. La canción transcurre en un equilibrio precario entre piano, guitarra distorsionada y líneas de bajo que empujan la melodía hacia un terreno más sólido. Aun así, la sensación de ligereza persiste: nada se impone, todo se deja estar. La duración —cercana a los cuatro minutos— no añade peso, sino que extiende el estado.
‘Listen2me’ ofrece una interrupción. La intensidad eléctrica del inicio y los diálogos sampleados crean una entrada que no busca sutileza. Lo que sigue es una progresión de capas que van y vienen sin necesidad de resolución. ‘QuiteAlot2’ retoma el tono cinematográfico con una duración mínima, reforzando la impresión de estar frente a un álbum que prefiere sugerir escenas antes que completarlas.
En ‘Strange’, la estructura se desplaza hacia un ritmo más definido, aunque no menos esquivo. La base rítmica, acompañada por cuerdas que parecen sacadas de un archivo olvidado, da lugar a un tema que no pretende consolidarse en ningún género específico. El breve interludio de ‘Havana’ parece subrayar esta sensación: todo se presenta como fragmento, como algo recuperado de otra cosa.
‘Yvonne’ actúa como una pausa, pero no porque desacelere el ritmo, sino porque retira los elementos externos y se concentra en una forma más reconocible dentro del catálogo de Foxwarren. La voz se vuelve más central, los arreglos se retraen y la canción queda suspendida en una especie de vacío productivo. No hay tensión ni clímax, solo continuidad.
‘Deadhead’ marca un retorno a lo rítmico con una base de guitarra que empuja la canción hacia adelante hasta que, en el tramo final, el sonido se vuelve más viscoso, casi irreconocible. La transición hacia el interludio ‘True’ conserva esa atmósfera, aunque con una ligereza más abstracta. ‘Round&Round’ reorganiza el caos con una estructura que aparenta estabilidad pero mantiene la imprevisibilidad como fondo.
‘Dress’ introduce un clima más tenso. Los elementos instrumentales se repliegan para permitir que el espacio se llene de una incomodidad medida. El tema no busca desatar el conflicto, pero lo insinúa en cada compás. ‘Wings’, en cambio, sugiere movimiento. La base rítmica favorece una progresión más directa, aunque lo hace con un cierto desajuste, como si la canción estuviera pensada para desmoronarse en su propio avance.
‘Serious’ recupera el tono más opaco del álbum. La estructura es menos nítida y la mezcla se va cargando de una niebla electrónica que no permite distinguir del todo los elementos. La voz se hunde en el fondo. Cierra el disco ‘Again&’, breve y sin desenlace. La canción no concluye, simplemente deja de sonar.
El álbum no pretende unidad en el sentido tradicional. Su cohesión no depende de la repetición ni del desarrollo de un motivo reconocible. Funciona más bien como un conjunto de zonas de paso, puntos de cruce entre lo que podría haber sido y lo que terminó siendo. Foxwarren no intentan explicar nada. Dejan que el material se exponga tal como fue reunido: con desvíos, superposiciones y silencios que ocupan tanto espacio como los sonidos.
Conclusión
‘2’ de Foxwarren transforma el collage digital en una estructura abierta que evita la linealidad. La banda construye a partir de ruinas sonoras un lenguaje íntimo, sin énfasis, donde todo parece estar colocado con una intención que no se explica.

