En los últimos años, Claire Rousay se ha convertido en une creadore que utiliza el sonido como una forma de hablar del día a día sin adornos. ‘a little death’ aparece como un intento de entender los cambios que llegan cuando la rutina se mezcla con la soledad y la nostalgia. La grabación parte de un momento de reencuentro con su manera más sencilla de trabajar: mezclar grabaciones caseras, conversaciones y pequeños ruidos que pertenecen a su entorno. El título hace referencia a una pérdida breve, a ese instante en que algo se apaga sin desaparecer del todo. Durante el proceso de composición, Rousay retomó ideas que llevaba años dejando en el margen, y la suma de esos fragmentos da lugar a un retrato de cómo el tiempo pasa mientras se intenta mantener cierta calma. Lo personal se mezcla con lo político, porque cada sonido grabado en casa o en la calle termina reflejando una época donde la intimidad parece una forma de resistencia.
‘i couldn’t find the light’ abre el conjunto como si alguien encendiera una grabadora para guardar un pensamiento antes de que se esfume. La voz suena cercana y un poco temblorosa, acompañada por un fondo que vibra entre cables, respiraciones y objetos que se mueven sin orden. En seguida llega ‘conditional love’, donde se escucha un murmullo continuo que recuerda a un aparato en funcionamiento, como si el afecto también dependiera de una corriente eléctrica. Lo interesante es la forma en que Rousay transforma esos ruidos en algo narrativo, sin melodía fija ni ritmo aparente, pero con un sentido que se entiende desde la experiencia común de buscar afecto en un entorno confuso. Con ‘just’, la presencia de M Sage al piano y More Eaze al violín abre un respiro dentro del conjunto, una especie de conversación entre instrumentos que se cruzan con las grabaciones domésticas. Ese diálogo produce la sensación de estar dentro de una casa donde las ventanas dejan pasar el aire y el silencio pesa tanto como las notas.
‘somehow’ cambia la dirección del álbum. Lo que antes era un espacio cerrado se convierte en una reflexión sobre las condiciones materiales del arte. Las voces recortadas hablan de dinero, precariedad y frustración, mientras un ruido constante envuelve todo, como si representara el esfuerzo de seguir creando sin garantías. La pieza expone un pensamiento que rara vez se dice en voz alta: la cultura puede volverse inaccesible cuando el sistema económico la vuelve privilegio. La honestidad con la que Rousay organiza estos sonidos funciona como comentario y también como gesto de apertura hacia quienes comparten esa sensación de exclusión. ‘night one’ ofrece un respiro, un paréntesis breve donde la guitarra suena frágil y las grabaciones de insectos dibujan un entorno casi rural, un recordatorio de que el paisaje sigue ahí aunque el cuerpo se sienta lejos de él.
‘doubt’ mantiene un tono de incertidumbre constante. Las capas se van sumando y desapareciendo, como si cada sonido dudara antes de quedarse. En lugar de construir una secuencia clara, Rousay juega con el límite de la percepción, dejando que el oído se acostumbre a esa sensación de algo que no termina de definirse. Esa forma de trabajar transmite la inseguridad que acompaña cualquier proceso creativo cuando se trata de convertir emociones dispersas en algo compartido. Con ‘somewhat burdensome’, el tiempo se estira, los tonos se alargan y las interferencias digitales actúan como un hilo que une todos los fragmentos. La tensión se sostiene hasta el final, donde nada se resuelve del todo, pero la calma acaba imponiéndose sin forzarla.
‘a little death’, que da nombre al trabajo, funciona como síntesis de todo lo anterior. El clarinete de Gretchen Korsmo se cruza con el violín de More Eaze y los sonidos del entorno, creando una atmósfera que se expande sin perder intimidad. Cada nota parece moverse con cuidado, como si tuviera conciencia de su propio peso. La composición se detiene en los detalles mínimos: el roce de un instrumento, el eco de una voz, un ruido lejano que podría ser una puerta o un golpe de viento. Rousay organiza esos elementos con la precisión de quien observa su entorno desde la cercanía, sin dramatizarlo. El resultado suena como un final que se abre a otra cosa, un punto en el que todo se detiene solo para seguir existiendo de otra forma.
El conjunto de ‘a little death’ se mueve entre la improvisación, la música ambiental y la experimentación, pero lo hace con un tono cotidiano que evita el artificio. Cada pieza parece formar parte de un diario grabado sin fecha, donde lo importante es registrar lo que pasa alrededor. Rousay consigue que la escucha se convierta en un acto de atención hacia lo pequeño, hacia aquello que normalmente pasa sin dejar rastro. Esa manera de construir hace que la obra funcione como una conversación con el oyente, donde no existe distancia entre quien crea y quien escucha. Las colaboraciones aportan matices sin romper la coherencia, reforzando la sensación de comunidad que atraviesa todo el proyecto.
Lo más llamativo de este trabajo es la relación que establece entre el paso del tiempo y la percepción. Rousay no busca épica ni consuelo, sino una comprensión tranquila de lo que cambia cada día. Las canciones, al mezclar ruidos, voces y melodías casi suspendidas, invitan a mirar alrededor con otros ojos, a reconocer que incluso los sonidos más pequeños contienen significado. La grabación se convierte así en una reflexión sobre cómo convivir con lo efímero sin convertirlo en pérdida. En esa idea se encuentra la esencia de un proyecto que convierte lo cotidiano en una forma de pensamiento y el silencio en un modo de estar presente.
Conclusión
En 'a little death', Claire Rousay convierte lo doméstico en relato existencial, registrando la inestabilidad emocional y social que atraviesa la creación artística en una época dominada por la incertidumbre.

