Prelude to Ecstasy marca el debut discográfico de la banda británica The Last Dinner Party, la cual ha generado grandes expectativas en la escena musical durante el último año. Sin embargo, este trabajo inicial no logra estar a la altura de dicho entusiasmo previo y muestra que al grupo aún le falta encontrar una identidad musical más definida.
Aunque contiene elementos interesantes, en general se echa en falta un sonido más característico y homogéneo. Sus 12 temas transitan entre géneros muy distintos, desde el glam rock setentero hasta el pop sinfónico, pasando por pinceladas de música gótica, tecno-pop e incluso arreglos clásicos. Esta variedad estilística, en principio atractiva, acaba resultando un tanto forzada e inconexa.
En cuanto a la interpretación, la vocalista Abigail Morris destaca por su registro poderoso y expresivo, que se luce especialmente en los registros más agudos. El problema es que en ocasiones resulta teatral y efectista, como si intentara impresionar en cada frase. Por momentos también se echa en falta algo más de sobriedad y sutileza.
Donde sí aciertan es en la vertiente más rítmica y bailable, con temas como 'Nothing Matters', 'Feminine Urge' o 'Burn Alive' que funcionan muy bien y muestran su energía sobre el escenario. El inconveniente es que apenas hay tres o cuatro cortes realmente memorables, mientras que el resto pasan sin pena ni gloria. Tampoco ayuda la producción de James Ford, que resulta correcta pero poco arriesgada.
Quizás el mayor problema sea que no queda claro cuál es realmente el propósito del grupo con este trabajo. Parece que han querido combinar distintos ingredientes de moda para crear himnos multitudinarios pensados para los festivales, pero se han quedado a medio camino. Canciones como 'Burn Alive' o 'Caesar on a TV Screen' podrían funcionar bien en directo porque tienen buenos ganchos melódicos, pero el poso que dejan después de varias escuchas es inexistente.
Nos encontramos ante una propuesta irregular y algo pretenciosa, pero que demuestra talento y potencial compositivo. Queda la duda de si The Last Dinner Party encontrará una fórmula propia con la que sentirse cómoda o si seguirá navegando entre tantos estilos dispares. De momento, este debut es interesante, aunque mejorable. Con más cohesión y personalidad, el grupo podría dar mucho más de sí en un futuro, ya que se intuye que las garras de la industria musical han hecho su parte para alimentar el entusiasmo.
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