Cine y series

Y ella dijo quizás

Buket Alakus y The Chau Ngo

2025



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Un viaje que arranca en la calma de Hamburgo se transforma en una irrupción inesperada en Estambul. Ese es el punto de partida que Buket Alakus y The Chau Ngo plantean en ‘Y ella dijo quizás’, una producción a medio camino entre Alemania y Turquía que apuesta por la fórmula de la comedia romántica revestida de lujo y herencias familiares. La dirección se apoya en escenarios llamativos y en el carisma de su reparto principal para introducir al espectador en una historia de contrastes, donde la vida cotidiana de una joven arquitecta se cruza con una genealogía que nunca sospechó.

La trama sigue a Mavi, interpretada por Beritan Balcı, una profesional que ha construido su vida en Alemania y mantiene una relación sólida con Can, papel de Sinan Güleç. La estabilidad que ambos comparten se tambalea cuando un viaje a Turquía destapa una red de parientes desconocidos, encabezados por una abuela poderosa y dispuesta a moldear el futuro de su nieta. A partir de ese hallazgo, la protagonista se ve atrapada entre dos esferas: el vínculo sentimental que la ancla a su presente y las expectativas de una familia acomodada que pretende integrarla en su estructura empresarial.

El guion de Ipek Zübert aprovecha ese choque de mundos para desplegar tensiones entre amor, dinero y pertenencia. Sin embargo, lo que podría haber servido para examinar las fisuras culturales de una descendiente turca criada en Alemania se queda en un decorado atractivo pero superficial. La identidad, que podría haber sido el motor del relato, aparece reducida a un telón de fondo sobre el que pesan más los vestidos de gala, las fiestas en palacetes y los viajes en globo aerostático que las dudas íntimas de los personajes.

El personaje de Yadigar, interpretado por Meral Perin, concentra la parte más áspera de la narración. Su empeño en apartar a Can de la vida de Mavi revela una manipulación constante, que incluye maniobras empresariales y la introducción de Kent, un pretendiente de conveniencia que encarna los privilegios de la élite estambulí. El diseño de este antagonismo se plantea sin matices: la abuela actúa como catalizador de un enfrentamiento familiar que empuja a la protagonista hacia una encrucijada forzada, sin que la película ofrezca una verdadera exploración de sus motivaciones.

La cinta se mueve así en un terreno ambiguo. En ocasiones parece un anuncio turístico que exhibe los paisajes de Capadocia o los paseos junto al Bósforo, mientras en otras intenta seguir los códigos de la comedia ligera con parientes excéntricos, escenas de enredo y diálogos cargados de ironía. El resultado oscila entre la postal de lujo y el cliché de manual. Esa indefinición provoca que la narración avance a trompicones: el inicio es acelerado, con una pedida de mano fallida en clave humorística, para después entrar en un segundo acto lento y reiterativo donde se encadenan fiestas, intrigas familiares y rivalidades de salón.

El reparto sostiene en parte este vaivén. Beritan Balcı aporta frescura al papel de Mavi y logra transmitir una energía vitalista incluso en los momentos más artificiosos del guion. Su compañera de reparto, Cansu Tosun, junto con Mehmet Ateşçi, asumen el rol de primos extravagantes que añaden colorido y sirven de contrapunto cómico. Sin embargo, el arco de Can aparece debilitado: su transformación a lo largo de la trama carece de coherencia, y en ciertos pasajes se percibe desdibujado, lo que resta credibilidad a la pareja protagonista.

Uno de los aspectos más llamativos es la insistencia en reproducir esquemas ya conocidos. El eco de ‘The Princess Diaries’ resulta evidente, con una joven corriente que descubre pertenecer a un linaje acaudalado. Esa inspiración funciona como atajo narrativo, aunque también resta originalidad a la propuesta. A diferencia de la saga norteamericana, en esta ocasión la herencia turca podría haber introducido un diálogo entre culturas y generaciones que aportara frescura, pero la película prefiere centrarse en el brillo superficial.

Las implicaciones políticas del relato se encuentran más sugeridas que desarrolladas. La presencia de una familia con gran poder económico en Turquía permite intuir vínculos con redes empresariales y la figura de la diáspora, pero los directores rehúyen cualquier comentario explícito. El resultado es un retrato que evita el análisis social y se concentra en los caprichos de una élite que impone sus reglas sentimentales y financieras. Esa renuncia limita el alcance del film, que se mantiene en un registro ligero, cercano a una producción pensada para el consumo rápido en plataformas.

Desde el punto de vista formal, el filme alterna recursos visuales como la pantalla dividida, empleada en exceso durante las conversaciones telefónicas, y escenas de baile que intentan dinamizar el metraje. El uso reiterado de estos artificios refuerza la sensación de artificio. El montaje prioriza el ritmo en detrimento de la coherencia dramática, lo que acentúa la impresión de estar ante un entretenimiento pasajero más que ante una obra con aspiraciones de fondo.

El desenlace, previsible desde el inicio, reafirma la sensación de ligereza. La tensión entre amor y herencia se resuelve de manera acomodada, con un cierre que evita riesgos y apuesta por la fórmula más convencional. Esa previsibilidad refuerza la percepción de una cinta pensada para acompañar, sin mayores pretensiones, una tarde de visionado distraído.

En definitiva, ‘Y ella dijo quizás’ es una propuesta que combina escenarios atractivos con una historia de herencia y amor que se queda en la superficie. Alakus y Ngo diseñan un escaparate elegante donde el brillo de la alta sociedad turca eclipsa las oportunidades de reflexión cultural. El resultado es un producto que cumple con los estándares del género romántico en clave de comedia ligera, pero que difícilmente dejará huella más allá de su envoltorio.

Redacción Mindies

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