En la televisión británica se ha desarrollado una tradición de relatos juveniles que, lejos de refugiarse en el costumbrismo amable, se acercan a territorios incómodos. Dentro de ese paisaje se inscribe ‘What It Feels Like for a Girl’, proyecto impulsado por la escritora Paris Lees y dirigido por Brian Welsh, que llega a Filmin tras su paso por la BBC. La serie adapta pasajes de las memorias de Lees y los convierte en un retrato de la vida en Hucknall, un municipio de los Midlands donde la adolescencia se vive con una intensidad marcada por la precariedad y la búsqueda de identidad en un entorno hostil.
El relato se centra en Byron, interpretado por Ellis Howard, un adolescente que carga con un apellido literario, ya que su padre le bautizó así en homenaje a Lord Byron, y que crece en un clima familiar áspero. El personaje encuentra en la pantalla un vehículo de contradicciones: insolente, brillante y a la vez vulnerable. Welsh logra que el espectador se sitúe ante un retrato ambivalente que nunca se acomoda en un único registro. En la casa, el padre encarnado por Michael Socha exhibe una masculinidad de manual que espera reproducir en su hijo, mientras la madre, interpretada por Laura Haddock, se mueve entre la indiferencia y el agotamiento. La abuela, en cambio, aparece como refugio emocional y da al conjunto un respiro frente a la dureza reinante.
El contexto histórico es determinante. Estamos en el arranque del nuevo milenio, en un Reino Unido todavía marcado por la cultura de los pubs y por el acceso incipiente a internet, con foros y salas de chat que se convierten en espacio de descubrimiento y de riesgo. Welsh sitúa la acción en medio de ese cambio social: la música electrónica de la época, las camisetas de marcas que hoy resultan vintage y los teléfonos de teclas conforman un escenario reconocible para quienes crecieron entonces. La reconstrucción de esa estética tiene un papel central, no tanto como ejercicio nostálgico, sino como vehículo para reforzar la sensación de un tiempo en el que la representación de las personas trans apenas existía en el debate público.
La narrativa se articula en torno al tránsito de Byron desde la marginación escolar hasta la integración en un grupo de jóvenes queer, autodenominados Fallen Divas, que funcionan como familia escogida. Entre ellos destacan Lady Die (Laquarn Lewis) y Sasha (Hannah Jones), personajes que aportan humor, energía y, en el caso de Sasha, un antagonismo que refuerza la complejidad de Byron. Estas amistades ofrecen un contrapunto luminoso a un entorno donde las agresiones verbales y físicas se convierten en rutina. La serie transmite así la sensación de que la supervivencia depende de construir lazos alternativos frente a la violencia exterior.
El guion introduce sin rodeos la dimensión del trabajo sexual adolescente y las dinámicas de poder asociadas a él. La representación de encuentros con clientes mayores y el progresivo vínculo con figuras como Max (Calam Lynch) o Liam (Jake Dunn) expone la facilidad con la que la necesidad de reconocimiento puede derivar en situaciones de explotación. Welsh filma estas escenas con una mezcla de crudeza y estilización que genera incomodidad, aunque evita recrearse en lo sórdido. La puesta en escena se atreve con recursos como secuencias musicales o ensoñaciones que rompen el naturalismo para subrayar el carácter caótico de la etapa narrada.
Más allá del retrato individual, la serie dialoga con un marco político. La actualidad británica se ha visto atravesada por debates en torno a la definición legal de género y por una presión mediática que ha convertido a las personas trans en diana de discursos polarizados. ‘What It Feels Like for a Girl’ se inserta en ese terreno con una propuesta que rehúye el panfleto pero que adquiere sentido al recordar un tiempo en el que los referentes eran prácticamente inexistentes. La historia de Byron conecta con la vulnerabilidad de una generación que creció sin lenguaje para expresar lo que sentía, y que tuvo que inventar sus propios códigos.
Ellis Howard lleva sobre los hombros un papel de gran exigencia, y lo resuelve con naturalidad. Su Byron combina la arrogancia de quien se protege con sarcasmo con la fragilidad de alguien que busca un lugar desde el que definirse. Esa contradicción otorga riqueza al personaje y evita cualquier visión simplista. Alrededor, actores como Michael Socha y Laura Haddock construyen figuras paternas marcadas por la frustración y la incapacidad de ofrecer apoyo real. En paralelo, la pandilla queer funciona como coro trágico y festivo, siempre al borde del exceso.
La dirección de Welsh apuesta por una alternancia entre escenas de realismo crudo y momentos de evasión onírica. Algunos episodios integran secuencias coreografiadas que transforman la sordidez en espectáculo, con un resultado desigual. En ciertos pasajes esa experimentación aporta frescura; en otros, parece un intento deliberado de provocar al espectador. La estructura en ocho capítulos permite avanzar sin prisa, aunque en ocasiones el ritmo se resiente y transmite cierta repetición de dinámicas.
El desenlace opta por una vía conciliadora que suaviza el tono implacable de gran parte del metraje. Esa elección genera un contraste con la intensidad previa y puede percibirse como concesión a una narrativa más convencional. Aun así, el trayecto recorrido por Byron deja huella: su paso de adolescente acosado a joven capaz de articular una identidad propia refleja tanto el peso de la marginación como la capacidad de resistencia.
En conjunto, ‘What It Feels Like for a Girl’ funciona como retrato de una época y de una vivencia atravesada por tensiones sociales, familiares y de género. La serie evita idealizar a su protagonista y ofrece un cuadro donde las lealtades, las traiciones y la búsqueda de reconocimiento se entrelazan de manera compleja. Welsh dirige con pulso irregular pero con valentía a la hora de mostrar escenas que pocas ficciones televisivas se atreven a abordar. El resultado, aun con altibajos, es una obra que sitúa en primer plano un tipo de adolescencia rara vez representada en la pantalla.