Cine y series

Un robo muy navideño

Michael Fimognari

2025



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Las luces de Londres, reflejadas en los escaparates de los grandes almacenes, marcan el punto de partida de 'Un robo muy navideño', una película dirigida por Michael Fimognari que se adentra en la contradicción más visible de las fiestas: el contraste entre la abundancia que se muestra y la carencia que se vive. Desde el primer plano, el relato introduce un aire cotidiano que evita el artificio. Todo se construye desde lo cercano, con personajes que encarnan la precariedad y la desesperación de quienes atraviesan diciembre sin magia, pero con urgencias. Fimognari, que combina aquí la ligereza de la comedia con una mirada más amarga, convierte la Navidad en el escenario perfecto para hablar de desigualdad sin convertir el mensaje en discurso. Abby McDonald y Amy Reed, responsables del guion, utilizan el robo como excusa para revelar las grietas de un sistema que celebra mientras deja atrás a los que no pueden celebrar nada.

La historia gira en torno a Sophia Martin, una trabajadora agotada que encadena turnos en una tienda de lujo donde el espíritu navideño se mide en ventas y apariencias. Su madre enferma, la falta de dinero y la humillación constante de un jefe arrogante marcan su día a día. Nick O’Connor, por su parte, es un exconvicto que intenta reconstruir su vida sin éxito. Ambos se cruzan por casualidad, compartiendo una necesidad que pronto se convierte en un propósito común: robar al hombre que simboliza todo lo que los oprime. La alianza entre los dos no nace del deseo de enriquecerse, sino de la sensación de haber sido empujados a los márgenes. En ese gesto, más que un delito, late una revancha social, un intento de recuperar la dignidad que el dinero y las normas les han quitado.

El guion evita presentar a los protagonistas como héroes o villanos. Sophia y Nick son personas comunes que cargan con un pasado difícil y un presente que apenas les ofrece alternativas. El plan que urden, torpe y casi absurdo, refleja esa falta de control sobre sus propias vidas. Fimognari muestra cada paso con un tono que mezcla tensión y humor, sin artificios. Los personajes se equivocan, improvisan y dudan, y eso les da verdad. A través de sus diálogos se filtra la frustración de una generación entera que vive al borde, consciente de que el esfuerzo rara vez garantiza una recompensa. La película no busca la épica del atraco, sino la humanidad de la supervivencia.

Maxwell Sterling, el empresario interpretado por Peter Serafinowicz, representa la cara más impune del poder. No es un villano de caricatura, sino un retrato reconocible del abuso cotidiano: el que explota a sus empleados mientras se disfraza de benefactor. Su figura articula una lectura política que atraviesa toda la película. 'Un robo muy navideño' no se limita a contar una historia navideña con ladrones simpáticos; plantea de fondo una crítica clara al capitalismo festivo, ese que convierte la celebración en una pantalla para ocultar la desigualdad. Sophia y Nick, al enfrentarse a Sterling, no solo planean un robo, sino una forma de resistencia que el espectador comprende, aunque sepa que el fracaso es inevitable.

El ritmo narrativo mantiene una cadencia constante que permite observar sin prisas las motivaciones de cada personaje. La dirección de Fimognari evita el sentimentalismo y apuesta por una sobriedad que recuerda a las comedias sociales británicas de los años noventa, donde la risa convivía con la denuncia. Los momentos de comedia surgen de la torpeza de los protagonistas, de los disfraces improvisados, de los planes que se tuercen a cada paso. Ese humor gris y contenido funciona como alivio en un relato donde la desesperanza podría pesar demasiado. La ambientación refuerza la contradicción central: escaparates brillantes, luces perfectas y un Londres húmedo y cansado que se aleja del postalismo habitual de las producciones navideñas.

La relación entre los protagonistas se mueve entre la complicidad y la desconfianza. Fimognari insinúa cierta atracción, pero evita convertirla en el centro. La historia avanza mejor cuando se enfoca en el entendimiento entre dos personas que aprenden a reconocerse en la derrota. La química entre Olivia Holt y Connor Swindells sostiene el relato en los tramos más débiles, y sus interpretaciones consiguen transmitir la mezcla de cansancio y determinación que define a sus personajes. No se trata de una historia de amor, sino de una alianza entre dos personas que comparten la misma falta de horizonte. Esa elección narrativa evita caer en el tópico del romance redentor y refuerza el tono realista del conjunto.

El espacio de la tienda, filmado con luz cálida y encuadres cerrados, actúa como metáfora de un mundo que aparenta orden y prosperidad, pero que en realidad asfixia a quienes lo habitan. Las escenas fuera del establecimiento, en calles lluviosas y habitaciones estrechas, amplían el contraste. El montaje utiliza pausas largas, miradas y silencios que sustituyen la grandilocuencia por el detalle. En lugar de una persecución trepidante o una acción espectacular, el atraco se convierte en un proceso lleno de errores, como si los personajes aprendieran sobre la marcha a rebelarse. Ese desajuste entre la expectativa y la realidad dota de personalidad a la película y define su tono más cercano a la tragicomedia que al thriller.

Fimognari introduce además una lectura moral clara: el robo no se muestra como castigo ni como justicia, sino como reflejo de una sociedad que obliga a tomar decisiones desesperadas. La película no defiende la ilegalidad, pero sí expone las condiciones que la alimentan. En ese sentido, su crítica social es inequívoca. En el fondo, 'Un robo muy navideño' se pregunta hasta qué punto la pobreza justifica los límites de la ética cuando las instituciones que deberían proteger a los más vulnerables se desentienden de ellos. A través de ese dilema, la historia adquiere una dimensión que trasciende el marco festivo para hablar de la precariedad moderna y la pérdida de confianza en el sistema.

El sonido y la música funcionan como contrapunto. En lugar de villancicos tradicionales, predominan temas reinterpretados con ritmos electrónicos que rompen la nostalgia habitual del género. Las canciones, junto con la fotografía apagada y los tonos ocres, construyen una atmósfera más real que idealizada. La Navidad que retrata Fimognari está vacía de milagros; lo que queda son intentos de sobrevivir entre luces que ciegan. Aun así, el director consigue que el espectador se mantenga dentro de la historia sin recurrir a trampas emocionales. Todo se apoya en la credibilidad de los personajes y en la coherencia de su entorno.

Cuando el relato llega a su desenlace, no hay moraleja ni castigo ejemplar. La cámara observa a los protagonistas con distancia, como si el director prefiriera dejar abierta la reflexión sobre las consecuencias de sus actos. La película cierra con una sensación de calma que contrasta con el caos previo. No hay victoria, pero sí una leve sensación de respiro. Ese tono final resume la esencia del film: la búsqueda de alivio en medio del desorden, el intento de conservar una mínima dignidad cuando todo lo demás se tambalea. Fimognari, fiel a su estilo, evita el sentimentalismo y entrega una historia que se sostiene por su mirada clara, su ritmo contenido y su capacidad para convertir un relato navideño en una radiografía social contemporánea.

'Un robo muy navideño' se sirve del humor, la crítica y el desencanto para mostrar lo que se esconde tras las luces de la temporada. No necesita grandes discursos para hablar de injusticia; le basta con observar a dos personajes que intentan sobrevivir con lo poco que tienen. Esa sencillez, sumada a una dirección que apuesta por la calma y a unas interpretaciones honestas, convierte la película en un retrato reconocible del presente. A través de Sophia y Nick, el espectador se asoma a una Navidad distinta, más cercana a la realidad de quienes la viven desde los márgenes que a la fantasía publicitaria que inunda las pantallas.

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