Cine y series

Un papá soltero

Neeraj Udhwani

2025



Por -

Las historias sobre paternidades atípicas siempre esconden una chispa de ironía, y en Un papá soltero esa chispa se convierte en el motor de todo lo que ocurre. La serie, disponible en Netflix, se adentra en el caos cotidiano de Gaurav Gehlot, un hombre que apenas ha aprendido a cuidar de sí mismo y que, sin planearlo, acaba criando a un bebé encontrado en su coche. Desde esa escena inicial, el relato deja claro que su interés no está en la heroicidad, sino en el aprendizaje torpe y constante que acompaña a la madurez. La dirección compartida de Shashank Khaitan, Neeraj Udhwani e Hitesh Kewalya mantiene un tono ligero, sin disimular las aristas morales y sociales que atraviesan la historia. ‘Un papá soltero’ se mueve entre la comedia y la crítica social, mostrando con sencillez cómo las convenciones sobre el género y la familia siguen siendo un campo de batalla donde el afecto, la responsabilidad y la libertad intentan sobrevivir.

La trama se construye sobre la obstinación de Kunal Kemmu, por convertirse en padre pese a las trabas de su entorno y de un sistema que duda de la capacidad de un hombre para cuidar a un niño. Su familia, marcada por la desconfianza y la rigidez de los roles tradicionales, funciona como un espejo de la sociedad que lo rodea: un padre autoritario, una madre absorbida por el dramatismo y una hermana preocupada por la reputación familiar. En esa casa, las discusiones tienen la intensidad de un teatro doméstico en el que cada personaje representa una postura moral distinta. Lo interesante es cómo la serie convierte esos choques familiares en una forma de retratar el miedo colectivo a lo diferente. El guion no se escapa hacia la exageración emocional; prefiere mostrar lo absurdo de ciertas normas que seguimos defendiendo aunque carezcan de sentido. La puesta en escena acentúa esa tensión entre la apariencia y la realidad, con una estética limpia y colorida que disfraza un fondo lleno de contradicciones.

El conflicto central llega con la aparición de Romila Nehru, la funcionaria de adopción que desconfía del protagonista. Neha Dhupia encarna a una mujer severa, convencida de que las leyes y los prejuicios tienen la misma autoridad. Entre ambos surge una relación marcada por la desconfianza y, a la vez, por el reconocimiento mutuo. La serie utiliza esa relación para plantear una pregunta directa: ¿por qué la ternura parece un privilegio reservado a las mujeres? Las escenas entre Gaurav y Romila sirven para desmontar esa idea desde la ironía, demostrando que la capacidad de cuidar no pertenece a un género, sino a una actitud ante la vida. El tono cómico se mezcla con un trasfondo de denuncia social, aunque sin caer en sermones. Los directores logran mantener un equilibrio delicado: reírse de los clichés sin banalizar las dificultades que afronta el protagonista. Esa ligereza es precisamente la herramienta que hace que el mensaje se asiente sin esfuerzo.

Conforme avanza la historia, el vínculo entre Gaurav y el bebé Amul se convierte en el eje emocional de la serie. A través de esa relación se construye el retrato de un hombre que se reinventa al enfrentarse al cuidado diario de otro ser. Lo que empieza como una comedia de enredos familiares se transforma en un relato sobre la transformación personal y la redefinición de la masculinidad. Gaurav pasa de la inconsciencia a la entrega, no por obligación, sino por una elección que va moldeando su carácter. Cada escena con el niño marca un pequeño avance: el cambio de hábitos, el cansancio, el aprendizaje de la paciencia. En esas secuencias, la interpretación de Kemmu se sostiene en la naturalidad. No busca inspirar compasión ni heroísmo, sino reflejar la torpeza de quien aprende sobre la marcha. El guion deja claro que el amor, más que una emoción, es una práctica diaria que se construye entre errores, risas y cansancio.

El entorno social también tiene un papel relevante. Los vecinos, los amigos y la propia familia representan la presión de una comunidad que vigila, juzga y etiqueta. Gurugram, el espacio donde se desarrolla la historia, se muestra como un microcosmos donde conviven la opulencia, la apariencia y la hipocresía moral. Esa mezcla entre lo moderno y lo tradicional otorga a la serie un trasfondo reconocible para cualquier espectador que haya crecido en entornos donde la reputación pesa más que la libertad personal. La hermana de Gaurav, interpretada por Prajakta Koli, simboliza esa tensión entre la lealtad familiar y la autonomía individual. Su presencia introduce matices, porque su apoyo al hermano no nace del idealismo, sino de una mezcla de cariño y miedo al escándalo. El resto de personajes secundarios aportan dinamismo y sirven como contrapunto a la trama principal, aunque algunos rocen la caricatura, en especial el padre alcohólico y la madre hipersensible, figuras que aportan comicidad sin restar coherencia al discurso general.

Desde el punto de vista técnico, la serie combina una estética colorida y brillante con una cámara que se mueve con suavidad, sin artificios. Esa elección visual refuerza la idea de que lo cotidiano puede ser escenario de conflictos profundos. Los decorados domésticos y los espacios urbanos reflejan la tensión entre lo privado y lo público, entre la intimidad y la exposición social. Los directores cuidan la iluminación y el ritmo de cada escena para mantener la atención sin recurrir a golpes de efecto. La producción conserva el estilo pulido característico de Netflix, lo que puede generar cierta sensación de artificio, aunque contribuye a mantener el tono de comedia ligera que sostiene el relato. La música, de corte sencillo, acompaña los cambios emocionales sin invadirlos, reforzando la idea de que el afecto puede encontrarse incluso en los momentos de mayor confusión.

El personaje del “manny”, interpretado por Dayanand Shetty, introduce una de las ideas más sugerentes de la serie: la posibilidad de redefinir lo que significa cuidar desde el punto de vista masculino. Su corpulencia y su delicadeza desarman el prejuicio que asocia la fuerza con la distancia emocional. Este personaje, que combina humor y calidez, representa una nueva forma de masculinidad, menos rígida y más dispuesta a compartir el espacio del cuidado. Su presencia da pie a reflexiones directas sobre la desigualdad y el valor del afecto, con frases que invitan a pensar sin dejar de entretener. ‘Un papá soltero’ plantea así un discurso político que se disfraza de comedia familiar, una estrategia inteligente para llegar a un público amplio sin perder contenido. Esa doble lectura convierte la serie en un producto que, sin pretenderlo, dialoga con el momento social actual, en el que los modelos de paternidad, familia y género se están reformulando.

El cierre de la historia evita la lección moral y opta por una resolución coherente con el tono general. Gaurav, después de todo su recorrido, alcanza una serenidad que no proviene del éxito ni de la aprobación, sino del aprendizaje acumulado. Su transformación no se subraya con grandes discursos, sino con gestos simples: una mirada más tranquila, una palabra menos impulsiva, una rutina asumida con calma. Esa contención final refuerza el mensaje de que la madurez no llega con la edad, sino con la disposición a cambiar. La serie consigue cerrar el círculo emocional sin artificios, dejando la sensación de haber asistido a una historia donde la comedia se convierte en vehículo de reflexión social. ‘Un papá soltero’ se consolida como una mirada clara y actual sobre la paternidad contemporánea, capaz de mezclar la risa con una crítica realista a las normas que aún determinan cómo deberíamos comportarnos.

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