Cine y series

The Paper

Greg Daniels

2025



Por -

Una mañana cualquiera en Toledo (Ohio), en una oficina que huele a papel viejo y café recalentado, arranca ‘The Paper’. Greg Daniels, junto a Michael Koman, construye un escenario que parece detenido en otra época, donde los ordenadores son más testigos del caos que herramientas de trabajo. En ese pequeño periódico llamado ‘The Toledo Truth Teller’, un grupo de empleados intenta mantener con vida algo que el mundo ya ha dado por agotado: la prensa local. El relato no parte de la nostalgia gratuita, sino de la observación de un oficio que sobrevive como puede entre titulares vacíos y algoritmos que deciden qué merece ser leído. Daniels convierte ese entorno en una especie de laboratorio donde el idealismo se enfrenta a la rutina, donde cada intento por mantener la dignidad profesional parece un acto de resistencia.

Ned Sampson, interpretado por Domhnall Gleeson, llega al periódico con la fe de quien aún cree en la utilidad de contar las cosas bien. Su entusiasmo contrasta con el abatimiento del resto, empleados que aceptan sin rubor la decadencia de su entorno. Ned no es un genio ni un héroe; es un tipo corriente que confunde el trabajo con una misión casi moral. Frente a él aparece Mare Pritti, interpretada por Chelsea Frei, que ha pasado de cubrir conflictos internacionales a adaptar notas de agencias sobre temas banales. Entre ambos se crea una alianza sostenida en la idea de que el oficio puede tener sentido si aún queda alguien dispuesto a ejercerlo con convicción. En sus diálogos se percibe una tensión entre el pragmatismo y la esperanza, entre el deseo de adaptarse y la necesidad de mantener cierta decencia.

El resto de la redacción forma un mosaico de personalidades que rozan la caricatura, pero Daniels consigue que cada una funcione como pieza de un retrato más amplio. Oscar Martínez, recuperado de ‘The Office’, aparece con una ironía que lo convierte en el cronista interno de ese desastre organizado. Esmeralda Grand, interpretada por Sabrina Impacciatore, encarna el oportunismo mediático en estado puro, una mujer que confunde influencia con prestigio y ve en la polémica un método de supervivencia. Ken, representante británico de la empresa propietaria del periódico, actúa como la sombra del poder económico que todo lo vigila y todo lo aprueba. Entre ellos se desarrolla un pulso constante entre la convicción periodística y la lógica del mercado, donde la ética se mide en clics y la credibilidad en tendencias.

Daniels dirige con la precisión de quien conoce las debilidades del formato que él mismo popularizó. A diferencia de ‘The Office’, aquí el ritmo es más ágil y las escenas parecen correr detrás de una actualidad que siempre va un paso por delante. El humor, más contenido que en sus anteriores series, sirve para mostrar el cansancio de una generación atrapada entre el deber profesional y la precariedad. Cada episodio abre con una idea clara y la desarrolla sin rodeos: el conflicto entre verdad y rentabilidad, el vacío que deja la desaparición del periodismo de proximidad o la obsesión por la visibilidad. El falso documental se convierte en una herramienta para explorar un tema más amplio: la pérdida de sentido en los espacios donde antes se construía comunidad.

El periódico es mucho más que un escenario. Es la representación de un país que ha sustituido el diálogo por la inmediatez, un símbolo del esfuerzo por mantener vivo algo que ha perdido su valor social. Los trabajadores del ‘Truth Teller’ saben que su función apenas importa, pero siguen acudiendo a la redacción, como si la rutina fuera la última forma de resistencia. La serie retrata esa perseverancia sin idealizarla, mostrando cómo la pasión se mezcla con la frustración y el humor sirve para soportar el deterioro. Daniels no busca sentimentalismo, sino una mirada clara sobre lo que significa seguir adelante cuando el entorno se ha rendido.

La interpretación de Gleeson equilibra entusiasmo y torpeza con naturalidad. Su Ned transmite el tipo de ingenuidad que impulsa a actuar incluso cuando el resultado parece condenado. Frei aporta contención y seriedad, dando cuerpo a una profesional que ha visto demasiado como para creer en discursos redentores. Impacciatore, por su parte, convierte a Esmeralda en un torbellino de egos, capaz de pasar del dramatismo exagerado al cálculo frío en cuestión de segundos. La convivencia entre estos tres personajes sostiene la tensión narrativa y evita que la serie se diluya en la comedia. Cada uno refleja un modo de entender el trabajo: el que aún cree en él, el que lo soporta y el que lo explota.

Visualmente, ‘The Paper’ mantiene la estética del documental televisivo con cámaras inquietas y planos cercanos que amplifican la sensación de improvisación. La dirección aprovecha esa textura para crear una proximidad casi incómoda entre el espectador y los personajes, como si fuéramos testigos de una confesión colectiva. La iluminación gris y los espacios estrechos refuerzan la sensación de encierro, de un entorno que se asfixia entre pantallas y papeles acumulados. En cada rincón se percibe el paso del tiempo, el deterioro de las cosas que alguna vez tuvieron importancia y ahora apenas resisten como recuerdo.

Hacia el final de la temporada, el periódico intenta reinventarse, aunque lo que muestra Daniels es la imposibilidad de volver atrás. Ned comprende que la pureza profesional se desvanece cuando se intenta sobrevivir dentro de un sistema que premia la rapidez y el ruido. Esa contradicción da a la serie una fuerza que va más allá de la comedia: una reflexión sobre la pérdida de propósito en los oficios que antes definían una identidad colectiva. ‘The Paper’ se presenta como una sátira amable, pero bajo su tono ligero hay una lectura amarga sobre la era digital y el precio de adaptarse a ella. Daniels logra que esa idea se desarrolle sin discursos ni solemnidad, solo a través de acciones que revelan la fragilidad de sus protagonistas.

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