Cine y series

The Iris Affair

Neil Cross

2025



Por -

Una mirada fría y obstinada abre The Iris Affair. La cámara se adentra en un escenario donde la lógica parece dominarlo todo y el misterio late bajo una superficie de orden. Neil Cross, creador de la serie, construye un relato donde la obsesión por el conocimiento y la ambición tecnológica se cruzan con los dilemas morales de una época en la que los límites entre lo humano y lo mecánico se desdibujan. Terry McDonough y Sarah O’Gorman dirigen con una elegancia contenida, sin efectismos, apostando por un tono que se mueve entre la intriga científica y la tensión emocional. La serie, disponible en SkyShowtime, se adentra en la relación entre la inteligencia artificial y el poder, no como un tema futurista, sino como una consecuencia inevitable de nuestra época.

Iris Nixon, interpretada por Niamh Algar, es el centro gravitatorio de esta historia. Matemática brillante y obsesionada con los enigmas, su vida da un giro al aceptar colaborar con Cameron Beck, un empresario interpretado por Tom Hollander, que ve en ella la llave para activar un superordenador llamado Charlie Big Potatoes. Desde el primer encuentro entre ambos se percibe que su relación está marcada por el cálculo y la desconfianza. Iris no busca gloria ni dinero: busca control, la posibilidad de dominar aquello que amenaza con devorarla. Cameron, por su parte, encarna el entusiasmo ciego por la innovación, un hombre convencido de que la tecnología redime a quien la domina. Su alianza se convierte en un combate invisible entre la razón y la ambición, dos fuerzas que se necesitan y se repelen.

La trama se extiende a lo largo de varias ciudades italianas, de Florencia a Cerdeña, y cada escenario funciona como reflejo de los personajes: la luz quemada de los exteriores choca con los laboratorios fríos donde el silencio pesa más que las palabras. El argumento, lejos de ser un simple juego de persecuciones, se convierte en un estudio sobre la manipulación del conocimiento y la responsabilidad moral de quien lo posee. Iris roba el cuaderno donde está escondida la secuencia de activación del superordenador y desaparece, provocando una caza internacional que expone las redes de poder que sostienen el progreso tecnológico. En este punto la serie se adentra en un terreno político: la tecnología aparece como un instrumento de control, sostenido por estructuras que combinan la violencia institucional con la codicia empresarial.

Los directores aciertan al mantener un ritmo tenso sin caer en la confusión. Las distintas líneas temporales y los cambios de identidad de la protagonista funcionan como reflejo de su estado mental. Iris, que parece entender el mundo como una ecuación, termina enfrentándose al desorden de sus propias decisiones. Su relación con la máquina no se limita a lo profesional; a medida que la trama avanza, el superordenador se convierte en un espejo de su mente, una proyección de su necesidad de entenderlo todo, incluso aquello que se resiste al cálculo. Hollander aporta a Cameron Beck una mezcla de carisma y frialdad que encarna la figura del empresario contemporáneo, capaz de justificar cualquier acto en nombre del avance. Ambos personajes representan las dos caras del mismo impulso: el deseo de trascender los límites naturales del pensamiento.

La serie introduce un debate moral evidente: la inteligencia artificial deja de ser un experimento para transformarse en un reflejo del poder humano. El código que Iris intenta proteger simboliza una forma de conocimiento absoluto que promete independencia, pero genera dependencia. Cada línea de programación funciona como un recordatorio de que la razón también puede corromper. Cross utiliza ese conflicto para explorar el vacío ético de una sociedad que confía en las máquinas para pensar en su lugar. Los secundarios, como los policías italianos implicados en la persecución o el creador original del superordenador, amplían el mapa de esa red de intereses cruzados donde la verdad se convierte en una moneda más.

El trabajo visual sostiene gran parte del discurso. Los planos cerrados sobre el rostro de Iris, los reflejos en las pantallas, la composición meticulosa de cada secuencia subrayan la tensión entre observador y observado. McDonough y O’Gorman se apartan de la grandilocuencia para centrarse en el detalle, en la mirada que duda, en la respiración contenida, en los espacios que se repiten hasta volverse opresivos. La música, discreta y envolvente, contribuye a mantener la sensación de vigilancia constante. La dirección consigue así que la trama funcione como una persecución exterior y, al mismo tiempo, como una exploración interior de los límites del control.

En el plano político, la serie denuncia sin estridencias la apropiación del conocimiento por parte de las élites tecnológicas. El superordenador no representa el futuro, sino la continuidad de una estructura de poder que transforma la información en mercancía. Iris, al intentar sabotear ese sistema, encarna la resistencia de la razón frente a su propio exceso. Su huida no busca libertad, sino una pausa ante un progreso que solo entiende la aceleración. Cross no ofrece consuelo ni redenciones: muestra cómo la inteligencia, desprovista de ética, se convierte en un arma.

El desenlace se construye con sobriedad. La tensión final no se apoya en explosiones ni en giros inesperados, sino en la evidencia de que el conocimiento absoluto implica renunciar a la inocencia. Iris comprende que su mente, capaz de resolver cualquier patrón, es incapaz de escapar del que ella misma ha creado. El superordenador queda como símbolo de una paradoja: cuanto más inteligente es la máquina, más expone la fragilidad de sus creadores. McDonough y O’Gorman cierran la historia con un tono que no busca redimir, sino constatar que la lucidez también tiene un precio.

The Iris Affair se sostiene por la coherencia entre su argumento, su ritmo y su discurso moral. Su propuesta resulta más eficaz cuando se centra en las consecuencias humanas del avance tecnológico que cuando se adentra en los artificios del thriller. Cross consigue mantener la atención sin renunciar a un fondo inquietante: la certeza de que en el intento por dominar la inteligencia artificial estamos programando nuestra propia obsolescencia.

MindiesCine

Buscando acercarte todo lo que ocurre en las salas de cine y el panorama televisivo.