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'Stranger Things': Todo lo que debes saber antes del estreno de su última temporada



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Hawkins nunca fue un pueblo tranquilo. Bajo sus calles se esconde un laberinto de secretos que ha crecido al mismo ritmo que sus protagonistas. Ahora, después de una década, 'Stranger Things' se prepara para su despedida definitiva, dividida en tres capítulos que Netflix repartirá entre noviembre y diciembre. Los hermanos Duffer, que llevan el timón desde el primer episodio, proponen un cierre que retoma el corazón de la serie: una historia sobre la pérdida de la inocencia y el miedo a aquello que se desconoce. En esta temporada, ambientada en 1987, los héroes de siempre se enfrentan a la amenaza más devastadora que ha conocido Hawkins, con Vecna extendiendo su dominio sobre un territorio que se marchita a cada segundo.

La cuarta entrega dejó una grieta literal entre los dos mundos. Once, tras recuperar sus poderes, abrió sin querer el portal que une la realidad con el reverso de Hawkins. Desde ese instante, el pueblo ha quedado sometido a una especie de mal colectivo que avanza como una plaga. El retorno de Vecna, antes Henry Creel, reconfiguró la narrativa para situarlo como el antagonista total, un reflejo oscuro de Once. Ambos comparten el mismo origen: el experimento del doctor Brenner, una manipulación de la mente infantil al servicio del poder. Esa relación, más emocional que física, impulsa una temporada centrada en el control del propio pasado, en la dificultad de reconciliar la identidad con la violencia que la forjó.

La historia arranca con Hawkins bajo cuarentena militar. El gobierno intenta contener algo que ni siquiera comprende, mientras los jóvenes que sobrevivieron a la catástrofe anterior buscan una salida. Once se refugia junto a Mike, Will y Jonathan, lejos del epicentro, hasta que comprende que la batalla no ha terminado. Will, todavía conectado con el mundo del revés, siente el avance de Vecna como un pulso constante. Dustin, Steve, Robin y Nancy, desde distintos frentes, vuelven a tomar la iniciativa. Ninguno conserva la ingenuidad del principio; todos cargan con la culpa, con las pérdidas y con una sensación de cansancio que impregna cada escena. Esa madurez transforma la serie en una reflexión sobre lo que significa crecer cuando el entorno se derrumba.

El guion concede un peso especial a Max, cuya mente permanece suspendida entre la vida y la oscuridad tras su enfrentamiento con Vecna. Su cuerpo, en coma, se convierte en un territorio simbólico donde se librará buena parte del conflicto. A través de ella, los Duffer exploran el trauma, la imposibilidad de olvidar y la persistencia del dolor como fuerza narrativa. Max representa la memoria colectiva de Hawkins: aquello que permanece aunque todo se haya roto. En paralelo, Hopper y Joyce, de regreso desde Rusia, vuelven a enfrentarse a un sistema que intenta controlar lo incontrolable. Su historia funciona como un contrapunto a la de los jóvenes, con la experiencia y la resistencia convertidas en herramientas frente al desastre.

La llegada de nuevos personajes, entre ellos una agente interpretada por Linda Hamilton, amplía el marco del relato y lo vincula con los códigos del cine de acción de los ochenta. Su papel introduce un matiz político que había quedado en segundo plano: el uso de la ciencia como instrumento de dominación. A través de su investigación, se revelan los restos de los experimentos del laboratorio y las consecuencias éticas de manipular el miedo. En ese terreno se mueve la serie con naturalidad, combinando la nostalgia visual con una crítica velada al poder que decide qué vidas merecen ser protegidas.

La estructura de esta temporada marca una diferencia notable. Cada bloque funciona como un largometraje, con principio, desarrollo y desenlace. Netflix ha decidido acompañar al público en tres fechas clave, extendiendo la experiencia más allá del formato televisivo. El episodio final, previsto para su estreno en cines y en la plataforma de forma simultánea, busca un cierre que trascienda la pantalla doméstica. Esa decisión refleja el papel de 'Stranger Things' como fenómeno cultural más que como simple serie. Su narrativa se ha convertido en parte del imaginario colectivo de varias generaciones, que ahora se preparan para despedirse de los personajes con los que crecieron.

El tono visual mantiene la identidad del proyecto, pero con una atmósfera más sombría. Las luces cálidas del suburbio han sido sustituidas por colores gastados y cielos cubiertos. Hawkins ya no es el lugar donde comenzó todo, sino su eco distorsionado. La fotografía acentúa esa decadencia, y los escenarios —las casas vacías, los pasillos del instituto, el laboratorio abandonado— se sienten como monumentos de una época en extinción. En ellos, la música continúa funcionando como anclaje emocional, con canciones que rescatan la energía de una generación que aprendió a convivir con el miedo.

A nivel simbólico, la serie mantiene su discurso sobre el poder, la memoria y la resistencia. Cada personaje representa una forma distinta de enfrentarse al caos: algunos lo hacen desde la acción, otros desde la empatía o la ciencia. Los Duffer nunca trataron a sus protagonistas como héroes tradicionales; los convirtieron en testigos de un mundo que se disgrega, en portadores de una herencia cargada de culpa. Esa idea impregna el tono de la temporada, que se siente más introspectiva y más consciente del paso del tiempo. Los vínculos entre los personajes ya no responden a la amistad inocente, sino a la lealtad forjada en la pérdida.

Hawkins, en esta última entrega, aparece como una metáfora de la sociedad moderna: un espacio donde el progreso científico se confunde con el control y donde los adultos han perdido la capacidad de proteger a los suyos. En ese paisaje, los jóvenes actúan como fuerza moral, sosteniendo una comunidad que parece agotada. La historia se cierra con la promesa de una batalla definitiva que no se resolverá solo con fuerza, sino con la comprensión de lo que significa convivir con la oscuridad. 'Stranger Things' concluye así un ciclo que empezó con un niño perdido y un grupo de amigos jugando a 'Dungeons & Dragons', y que termina con una generación enfrentándose a las consecuencias de haber abierto demasiadas puertas.

Netflix ha reservado su despedida para las fiestas de invierno, quizá buscando que el cierre se perciba como un evento compartido. En esas fechas, el regreso a Hawkins será inevitable. Cada espectador volverá al punto donde comenzó su relación con la serie, consciente de que el viaje ya pertenece al pasado. 'Stranger Things' se despide sin artificio, con la melancolía de quien sabe que el fin no siempre llega con estruendo, sino con el eco persistente de un sintetizador en la distancia.

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