Cine y series

Singular

Alberto Gastesi

2025



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‘Singular’, de Alberto Gastesi, se adentra en un terreno donde la ciencia y el duelo se cruzan sin artificios. La película se abre en un lugar apartado, junto a un lago que parece suspendido entre el pasado y el presente. Allí, Diana y Martín, antiguos compañeros de vida, vuelven a encontrarse tras perder a su hijo hace más de una década. El regreso a esa casa funciona como un detonante que despierta una memoria dormida. Desde el primer plano, el director prefiere la contención a la explosión emocional: todo se mueve a base de silencios y de pequeñas variaciones en los gestos que dejan entrever lo que nunca se dijo. La inteligencia artificial aparece como un hilo conductor más que como un tema central. Gastesi la usa para cuestionar la forma en que los recuerdos se construyen, se editan y se manipulan, tanto por las máquinas como por las personas. El ritmo pausado y la atmósfera contenida no son una concesión estética, sino una manera de hacernos partícipes de una historia que se desarrolla en el límite entre lo que se recuerda y lo que se imagina.

Patricia López Arnaiz vive atrapada entre la culpa y la necesidad de entender el vacío. Su trabajo como investigadora en inteligencia artificial la enfrenta al dilema de reproducir algo que pertenece a la vida: una memoria, una voz, un rostro. Javier Rey representa el extremo opuesto: el aislamiento, el intento de sobrevivir sin mirar atrás. Ambos personajes cargan con un peso que se expresa sin palabras. La aparición de un joven desconocido, Miguel Iriarte, con el rostro del hijo muerto, reabre la herida y convierte el reencuentro en un experimento moral. No se trata de un giro de guion al uso, sino de un desafío ético sobre la creación y la identidad. En ese triángulo, Gastesi combina el drama íntimo con un tono inquietante que recuerda que la tecnología no solo imita lo humano, también lo desvela. La película se mueve así en una frontera donde los límites entre lo real y lo simulado se difuminan, sin necesidad de subrayar ni exagerar nada.

El guion, firmado por Gastesi y Álex Merino, propone una estructura circular en la que cada escena parece un eco de otra anterior. Esa repetición no resulta gratuita: expresa cómo la mente humana intenta ordenar el dolor repitiendo lo que no puede cambiar. A través de los diálogos medidos y los silencios prolongados, se percibe un intento de comprender cómo la ciencia puede acabar siendo una extensión del deseo. Diana no utiliza la inteligencia artificial para reemplazar a su hijo, sino para construir una ilusión que le permita soportar la ausencia. En ese sentido, la película no ofrece consuelo, sino un retrato de la necesidad humana de fabricar simulacros de estabilidad. La inteligencia artificial aparece así como un espejo de las carencias afectivas, no como una amenaza tecnológica. El director plantea con claridad que el peligro no reside en la máquina, sino en la dependencia emocional que genera. Lo que en apariencia es un experimento científico acaba siendo una confesión emocional camuflada bajo el lenguaje de los algoritmos.

Desde un punto de vista técnico, ‘Singular’ se apoya en una puesta en escena sobria y precisa. La fotografía de Esteban Ramos usa la luz natural y el reflejo del agua para convertir el entorno en un personaje más. La casa junto al lago, casi vacía, actúa como una prolongación de los protagonistas, un espacio donde cada rincón guarda una sombra del pasado. La música de Jon Agirrezabalaga y Ana Arsuaga refuerza esa atmósfera sin imponerse, con acordes que parecen surgir del interior de los personajes más que del paisaje. Gastesi evita cualquier espectacularidad y apuesta por la observación lenta, una decisión que recuerda al estilo de cineastas como Joachim Trier o Christian Petzold, que construyen el conflicto a través de los pequeños movimientos de sus personajes. En esa contención se encuentra gran parte de la fuerza del film: la cámara nunca invade, simplemente acompaña. El resultado es una mirada que prefiere mostrar la duda antes que el juicio.

En cuanto al reparto, Patricia López Arnaiz sostiene el peso dramático con una interpretación que mezcla serenidad y tensión. Su personaje encarna la lucha entre la razón científica y el impulso afectivo. Javier Rey construye un Martín dominado por la contención, alguien que parece buscar refugio en la distancia. Miguel Iriarte, en su papel de Andrea, actúa como detonante del conflicto sin necesidad de subrayar su enigma. Los tres personajes mantienen un equilibrio frágil que refleja el eje temático de la película: el intento de controlar lo incontrolable. Gastesi demuestra una dirección de actores centrada en la precisión y la escucha. Cada diálogo parece medido al milímetro, y cada silencio tiene peso narrativo. El resultado es una historia que, pese a su aparente quietud, avanza con firmeza hacia un desenlace donde la ilusión y la verdad se confunden sin caer en el dramatismo excesivo.

El trasfondo moral de ‘Singular’ reside en su visión de la inteligencia artificial como prolongación de las emociones humanas. La película no pretende dictar una tesis, sino mostrar cómo la tecnología amplifica los dilemas más antiguos: la pérdida, el deseo de recordar y el miedo a olvidar. En su tratamiento del duelo, Gastesi introduce una reflexión sobre la necesidad de control en una sociedad que delega cada vez más en las máquinas la tarea de recordar. La cinta también plantea una dimensión política: el uso de la inteligencia artificial no se presenta como amenaza exterior, sino como reflejo de una cultura que prefiere la simulación al contacto real. Diana entrena su algoritmo del mismo modo que intenta reconstruirse a sí misma, y en ese proceso descubre que cada intento de recuperación implica una renuncia. La historia no busca consuelos ni lecciones, sino una constatación: el ser humano se aferra a la memoria incluso cuando esta deja de ser verdadera.

El final deja una sensación de ambigüedad calculada, en la que la frontera entre lo humano y lo programado se diluye hasta volverse irreconocible. Lo que queda después no es la certeza, sino la impresión de haber asistido a un retrato honesto del duelo, de sus límites y de su necesidad de ser habitado una y otra vez. ‘Singular’ se sostiene sobre la mirada de un director que entiende la contención como una forma de intensidad, y sobre un trío de intérpretes que dan cuerpo a esa idea con precisión. Es una película que observa cómo los avances tecnológicos se mezclan con las emociones, mostrando que los algoritmos pueden parecer imparciales, pero en realidad están hechos del mismo material que los recuerdos: deseo, error y pérdida.

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