Cine y series

Sin gluten

Javier Aguayo

2025



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Bajo el amparo de RTVE y con Javier Aguayo al frente de la dirección, ‘Sin gluten’ se adentra en el terreno de la comedia televisiva con una propuesta que combina ligereza narrativa y reflexión social. La serie, elaborada junto a Onza Producciones y Amazon Prime Video, recupera el tono costumbrista del audiovisual español para examinar un microcosmos donde los personajes encuentran en la cocina un espacio de reencuentro con sus propios límites. Araceli Álvarez de Sotomayor, Javier Aguayo y Germán Aparicio construyen una ficción que, más que centrarse en la risa, busca capturar un modo de vida atravesado por el desencanto y la búsqueda de propósito.

La trama se articula en torno a Ricardo, un chef de renombre interpretado por Diego Martín, cuya caída desde la élite gastronómica marca el punto de partida de la historia. Tras un episodio que arruina su prestigio, el protagonista se ve obligado a impartir clases en una escuela de cocina destinada a jóvenes que intentan rehacer su futuro. Esa convivencia forzada entre mundos dispares —el del profesional arruinado y el de una juventud golpeada por la precariedad— sirve como base para una observación de las tensiones sociales actuales. Las diferencias de clase, la dificultad de redimirse tras el error y la búsqueda de una nueva identidad colectiva atraviesan cada episodio con un pulso sereno y una escritura cuidada.

El planteamiento recurre a un espacio cerrado, casi teatral, donde los personajes se enfrentan a su vulnerabilidad. Ricardo se muestra como un hombre derrotado por su propio ego y sus excesos, mientras los alumnos aportan vitalidad y contradicción. Entre ellos se encuentra Candela, joven gitana de verbo afilado; Javier, estudiante con Asperger que interpreta la cocina como un lenguaje matemático; Yoel, un chico con fachada dura y emociones contenidas; y Amina, poeta de origen árabe que simboliza la convivencia entre culturas. Cada figura se integra en una dinámica coral que evita el estereotipo y permite que las escenas respiren autenticidad.

El reparto se sostiene sobre la experiencia de intérpretes como Antonio Resines, Alicia Rubio, Iñaki Ardanaz y Teresa Cuesta, acompañados por un grupo joven que imprime frescura al conjunto. La química entre generaciones genera una tensión amable, donde la comedia emerge de los contrastes sin necesidad de recurrir al exceso. El guion aprovecha esa interacción para hablar de reconciliación y aprendizaje, sin convertir el discurso en una lección moral. Las conversaciones fluyen con agilidad, los silencios pesan y las miradas transmiten el desconcierto de quienes intentan reconstruirse en un entorno adverso.

La dirección de Aguayo maneja el ritmo con sobriedad. Cada plano está concebido para reforzar la proximidad entre personajes, sin aspavientos visuales ni artificios innecesarios. La cámara se detiene en los detalles cotidianos: un cuchillo que corta con torpeza, una cazuela que hierve demasiado, un gesto de resignación entre fogones. La cocina se transforma en un laboratorio de convivencia donde las emociones se cuecen a fuego lento. El montaje acompaña esa cadencia con una estructura equilibrada que permite al espectador percibir la evolución de los personajes sin precipitación.

Desde una lectura más amplia, ‘Sin gluten’ funciona como retrato de una sociedad en permanente reajuste. La precariedad, el orgullo herido y la dificultad de reconocer los propios errores se entrelazan en un contexto donde la segunda oportunidad actúa como motor narrativo. El relato evita el victimismo y se apoya en una mirada comprensiva hacia sus protagonistas, convertidos en representación de un país que oscila entre la ambición y la fatiga colectiva. La escuela donde se desarrolla la historia adquiere así un valor simbólico: un lugar donde se mezclan acentos, edades y trayectorias, revelando las fracturas y esperanzas de un presente en transformación.

El tono del humor se mantiene dentro de una mesura constante. Los diálogos están escritos con intención y precisión, alternando ironía y ternura. Cada episodio encuentra equilibrio entre la comedia y el drama, sin que uno absorba al otro. La risa surge de la torpeza y del desencuentro, mientras el trasfondo social se despliega con naturalidad. Aguayo logra que los personajes se muevan en un terreno reconocible, donde el espectador identifica rasgos del día a día sin sentir distancia.

Desde el punto de vista de la producción, la serie conserva el cuidado técnico habitual de RTVE. La fotografía se decanta por tonos cálidos que acompañan el aire de redención de la historia. La música, discreta pero envolvente, refuerza la atmósfera de cada secuencia. Todo responde a una voluntad de equilibrio que encaja con la naturaleza del relato. ‘Sin gluten’ evita el efectismo y apuesta por una sinceridad funcional, más cercana al drama televisivo de corte clásico que a la comedia de trazo grueso.

El guion introduce con habilidad temas sociales que atraviesan el panorama actual: la desigualdad de oportunidades, la diversidad cultural, el agotamiento de ciertos modelos de éxito. Lejos de enunciar grandes proclamas, la serie utiliza pequeñas historias para reflejar los mecanismos invisibles que moldean las relaciones contemporáneas. La figura del maestro que aprende de sus alumnos sintetiza ese intercambio generacional que tanto necesita el audiovisual español, aún en busca de nuevas voces que dialoguen entre sí.

A lo largo de sus capítulos, ‘Sin gluten’ transmite una sensación de serenidad. Su narrativa rehúye la prisa y apuesta por un desarrollo gradual que permite apreciar los matices del cambio personal. Cada episodio construye una pieza de un mosaico más amplio, donde las segundas oportunidades se entrelazan con la capacidad de mirar hacia adelante. La serie de Javier Aguayo se instala en ese punto medio entre la risa contenida y la melancolía, ofreciendo un retrato de personajes que, más allá de la comedia, buscan una forma de continuar.

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