Cine y series

Rondallas

Daniel Sánchez Arévalo

2025



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Una película puede ser muchas cosas, pero pocas se atreven a mirar de frente la fragilidad de un pueblo y su forma de recomponerse tras el desastre. 'Rondallas', el regreso de Daniel Sánchez Arévalo, se mueve en ese territorio incierto donde la vida común se entrelaza con la memoria y la música se convierte en una forma de resistencia. El director encuentra en la costa gallega el lugar perfecto para construir un relato coral que no busca adornos, sino un ritmo interno, una cadencia que acompasa la respiración de un grupo que intenta seguir adelante. Desde la primera escena, la historia sugiere una idea clara: un naufragio puede hundir cuerpos, pero también desatar una voluntad de recomposición. Sánchez Arévalo lo narra sin dramatismos ni artificios, confiando en la fuerza de lo cotidiano, en esa mirada tranquila que capta cómo una comunidad, golpeada por la tragedia, encuentra en la música un hilo de unión. El cineasta no se refugia en la nostalgia ni en el sentimentalismo, sino que retrata con claridad la dignidad de un pueblo que se organiza para seguir cantando.

La película se articula en torno a la decisión de recuperar una rondalla, una agrupación musical que había quedado en silencio tras el hundimiento de un barco pesquero. A partir de esa acción sencilla, el director construye una narración donde cada personaje aporta una pieza de un engranaje que solo funciona cuando todos colaboran. Javier Gutiérrez encarna al vecino que impulsa la idea de retomar la tradición, un hombre que no busca protagonismo, sino restablecer la vida colectiva. Su empeño funciona como el motor moral del grupo y también como reflejo del cansancio de una generación que, pese a la pérdida, conserva la necesidad de juntarse. María Vázquez aporta una presencia sólida, con un personaje que sostiene la memoria del marido fallecido mientras intenta proteger a sus hijas. La película no se detiene en el dolor, sino en el proceso de reconstrucción: ensayos en locales fríos, discusiones por detalles insignificantes, pequeñas victorias que revelan un aprendizaje compartido. Sánchez Arévalo entiende que la esperanza se mide en actos mínimos y que la redención surge de la persistencia.

El elenco coral refuerza esa sensación de pertenencia. Tamar Novas aporta un tono de ligereza que evita que el relato se hunda en la melancolía, mientras que Carlos Blanco ofrece la imagen de un hombre que intenta sobrellevar la mutilación física y emocional que le dejó el naufragio. Judith Fernández encarna la juventud que mira al futuro sin saber muy bien qué hacer con el pasado. Cada personaje tiene un papel dentro de la partitura general, y esa estructura convierte la película en una composición colectiva donde las individualidades se reconocen a través del otro. La dirección concede tiempo para que esas vidas respiren y se interrelacionen, sin prisas ni artificios. La fotografía de Rafa García acompaña con tonos suaves, dejando que la humedad del paisaje gallego impregne la historia sin volverse postal. El mar, presente incluso cuando no aparece en pantalla, actúa como recordatorio del trauma y como fuerza que unifica. En esa convivencia entre la herida y la alegría se define la personalidad de la película.

Sánchez Arévalo combina el humor con la tristeza de una forma que resulta orgánica. Su puesta en escena se apoya en la naturalidad de los actores, en los silencios y en las miradas que se cruzan durante los ensayos. La cámara observa, acompaña, nunca impone. Esa contención narrativa hace que el relato avance con un equilibrio poco habitual, sin recurrir a trampas emocionales. El director demuestra una seguridad madura al dejar que la historia fluya sin subrayados. Cada secuencia mantiene una coherencia visual y moral que da consistencia a la película. La música actúa como nexo emocional y simbólico, pero también como reflejo de una estructura social que busca recomponerse. Lo que se muestra no es solo el renacer de una tradición popular, sino la demostración de que una comunidad puede sobrevivir cuando transforma la pérdida en movimiento. La armonía que logra Sánchez Arévalo recuerda, en su sensibilidad social, al trabajo de Mike Leigh, aunque su mirada resulte más conciliadora, más dispuesta a celebrar la capacidad del grupo para reinventarse.

El guion aborda con claridad temas de gran peso como el remordimiento, la solidaridad, el cansancio y la salud mental, pero lo hace desde un enfoque directo, sin dramatizaciones exageradas. Cada personaje arrastra un conflicto personal que se resuelve, o al menos se mitiga, a través del contacto con los demás. Las rondallas, entendidas aquí como metáfora de una convivencia posible, sirven para ilustrar cómo el esfuerzo conjunto se convierte en un acto de resistencia. Cada instrumento que suena en los ensayos representa una voz que busca encajar, una voluntad de encontrar un tono común. El resultado no es solo un relato sobre un grupo de vecinos, sino una reflexión sobre la necesidad de sentirnos parte de algo. La película sostiene esa idea con naturalidad, sin discursos ni moralinas, y ahí radica su potencia: en mostrar que la cooperación no necesita heroísmo, sino constancia.

Más allá de lo emocional, 'Rondallas' plantea una lectura política evidente. El pueblo gallego que retrata simboliza un modelo de convivencia que resiste frente a un mundo cada vez más individualista. La reconstrucción de la rondalla equivale a la recuperación de un tejido social deteriorado, una manera de recordar que lo común sigue teniendo valor. Sánchez Arévalo elige contar una historia sencilla, pero cargada de implicaciones morales: frente al aislamiento, la unión; frente a la pérdida, la memoria activa. La película sugiere que la música popular, lejos de ser un adorno costumbrista, es una forma de organización social, un instrumento para mantener vivas las relaciones y el afecto. Esa mirada devuelve dignidad a la cultura rural y propone un tipo de cine que no se limita a observar, sino que participa. 'Rondallas' se convierte así en un relato sobre la persistencia, sobre cómo un grupo de personas puede recuperar su voz cuando decide afinarla al unísono.

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