En Wausau, una localidad del norte estadounidense, las tumbas abren un amanecer y los muertos se incorporan con naturalidad desconcertante. Aaron B. Koontz, junto a Luke Boyce, traslada a la pantalla la serie homónima de cómics creada por Tim Seeley y Mike Norton en 2012. El resultado se mueve entre el drama costumbrista, la intriga sobrenatural y una melancolía propia del medio rural norteamericano. Sin prisas por impresionar, la serie se instala en un terreno ambiguo que combina la calma del paisaje con el desorden de lo imposible.
El argumento parte de un hecho extraordinario, bautizado como Revival Day: todas las personas fallecidas durante las dos semanas previas en la zona despiertan intactas. Conservan recuerdos, cicatrices y carácter, pero adquieren una resistencia que desborda cualquier lógica médica. Lo que para la ciencia representa un fenómeno inédito, para el pueblo se convierte en una sacudida emocional que reabre duelos, disputas y temores colectivos. Koontz utiliza esta premisa para indagar en cómo una comunidad pequeña intenta adaptarse cuando su sistema moral se desmorona.
La trama sigue a Dana Cypress, agente de policía interpretada por Melanie Scrofano. Cansada de su entorno, prepara la mudanza con su hijo cuando el suceso la obliga a permanecer en Wausau bajo cuarentena. Su regreso forzoso al departamento de su padre, el sheriff Wayne Cypress, activa una cadena de tensiones familiares, profesionales y sentimentales. La relación entre ambos marca el tono de buena parte de la temporada: un pulso entre autoridad y rebeldía que se traslada a la gestión del desastre. Junto a ellos, un científico del Centro de Control de Enfermedades, Ibrahim Ramin, aporta una mirada externa que equilibra la crudeza policial con una sensibilidad analítica. Entre Dana y Ramin se construye una complicidad incómoda que va tomando forma entre bromas y desconfianzas.
El guion se interesa menos por la explicación científica del fenómeno que por sus derivaciones sociales. Los revivers se reintegran en una vida que ya no los esperaba, y la serie retrata la convivencia entre vivos y retornados sin caer en el terror clásico. El miedo aquí adopta la forma del desconcierto. Madres que se enfrentan a hijas resucitadas, viudos que recuperan a sus esposas, feligreses que se preguntan qué lugar ocupa la fe cuando la muerte pierde autoridad. Esa dimensión religiosa atraviesa la narración con un tono sobrio: sermones, reuniones vecinales, cánticos que buscan un sentido a lo inexplicable. Koontz se mueve en un terreno intermedio entre la sátira ligera y el retrato moral de una comunidad que, ante el milagro, revela su intolerancia.
La puesta en escena combina tonos fríos y encuadres cerrados, subrayando la sensación de encierro. La cámara recorre espacios domésticos donde los personajes respiran miedo disfrazado de cortesía. A pesar del componente sobrenatural, ‘Revival’ evita el exceso visual y prefiere la sugerencia. Los efectos se reducen a lo justo: un espejo que se rompe sin reparar su reflejo, una mano que cicatriza al instante, una sonrisa perturbadora en un cuerpo que debería descansar bajo tierra. Cada detalle recuerda que la frontera entre vida y muerte ha perdido nitidez.
Melanie Scrofano lidera el reparto con solvencia. Su Dana Cypress combina ironía y fatiga, atrapada entre la maternidad, la culpa y la obligación de mantener la calma. Su interpretación introduce un humor discreto que aligera la gravedad del relato. Andy McQueen aporta una serenidad técnica frente a su impulsiva compañera, mientras David James Elliott encarna a un sheriff dominado por el miedo al descontrol. El trío configura una red de tensiones que sostiene la serie incluso cuando la trama se dispersa en subhistorias de menor interés.
Entre esas tramas secundarias destaca la de Em, la hermana de Dana, interpretada por Romy Weltman. Marcada por una enfermedad ósea que limita su movilidad, Em busca su lugar en un entorno que la percibe como carga. Su evolución a lo largo de los episodios se convierte en una de las líneas más emotivas: pasa de la autodesconfianza a la afirmación de una fuerza que su cuerpo parecía negar. En su arco se percibe una idea de redención que ‘Revival’ trata con sencillez, sin moralinas ni épica.
El retrato de Wausau funciona como microcosmos de un país dividido. Los medios locales, los sermones y la propaganda alimentan el miedo hacia los revivers, vistos por algunos como castigo divino y por otros como experimento gubernamental. Koontz incorpora de forma indirecta alusiones al aislamiento social posterior a la pandemia, a la desconfianza hacia las instituciones y al extremismo que brota en tiempos de incertidumbre. Sin subrayar, sugiere un paralelismo entre el miedo a los retornados y las reacciones ante cualquier minoría percibida como amenaza. En ese sentido, el personaje de Blaine Abel, interpretado por Stephen Ogg, encarna el populismo más grotesco: un agitador que utiliza la fe para consolidar su propio poder.
El ritmo avanza con irregularidad calculada. Algunos episodios se dedican a la investigación policial de crímenes vinculados a los revivers, otros se detienen en la vida doméstica y las tensiones del encierro. Esa alternancia dota a la serie de una textura híbrida que mezcla noir rural con comedia negra. Koontz y Boyce no rehúyen los clichés del género, pero logran que el costumbrismo de los personajes mantenga el interés cuando el misterio se diluye. La elección de una estructura coral permite que el espectador recorra el suceso desde distintas perspectivas: la científica, la religiosa, la periodística o la íntima.
La producción, rodada en Canadá, aprovecha los paisajes nevados y la arquitectura modesta del Medio Oeste para construir una atmósfera de falso sosiego. Las calles vacías y las casas de madera acentúan la sensación de un mundo detenido. La banda sonora refuerza esa quietud con acordes de guitarra y breves explosiones electrónicas en los momentos de tensión. En conjunto, la serie mantiene un equilibrio entre ironía y desasosiego que evita caer en el dramatismo o en la parodia.
‘Revival’ plantea una reflexión sobre la rutina y la memoria colectiva. Lo extraordinario se convierte en espejo de las carencias cotidianas: los personajes descubren que el regreso de los muertos no resuelve nada, solo amplifica lo que ya estaba roto. Koontz prefiere la observación a la grandilocuencia, y ese tono contenido se traduce en una narrativa que se sostiene por la humanidad contradictoria de sus habitantes. Cada episodio deja la sensación de que el verdadero enigma reside menos en los cuerpos revividos que en la incapacidad de los vivos para convivir con ellos.
En un panorama saturado de relatos apocalípticos, la propuesta de Syfy encuentra su identidad en lo doméstico. El horror aparece en los silencios de la cocina, en los funerales repetidos, en la incredulidad ante un milagro que se convierte en rutina. Sin aspirar a reinventar el género, ‘Revival’ construye un espacio reconocible donde lo insólito se mezcla con lo cotidiano. Su fuerza radica en la mirada seca de una mujer que intenta seguir adelante mientras todo a su alrededor parece haber regresado del más allá para recordarle que la vida, incluso en su repetición, conserva un misterio que nadie puede explicar.