Cine y series

Presente continuo

Valentina Bassi y Lisandro Rosell

2025



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El primer plano de 'Presente continuo' no busca imponerse ni impresionar. Surge como si el tiempo se abriera paso entre objetos domésticos, miradas distraídas y conversaciones sin artificio. Ulises Rosell y Valentina Bassi construyen un retrato familiar en el que la cámara no se comporta como una intrusa, sino como una presencia que convive. Lo que se cuenta no responde a una estructura prefijada, sino al ritmo irregular de la vida compartida entre una madre y su hijo, Lisandro, un adolescente que vive dentro del espectro autista. Desde los primeros minutos, la película deja claro que su propósito no es ilustrar una condición, sino acercarse al modo en que las personas se acompañan, se sostienen y se miran en medio de la rutina. Sin efectos que busquen emoción ni planos diseñados para complacer, la dirección de Rosell apuesta por un cine que observa. Cada secuencia está guiada por la paciencia y por una atención constante a lo cotidiano, a lo que normalmente se pasa por alto.

El relato se desarrolla a través de escenas breves que, unidas, forman un mosaico de la convivencia. Ensayos teatrales, rodajes, marchas, paseos, conversaciones familiares, silencios, todo aparece entrelazado sin jerarquías. Lisandro se mueve entre el juego y la observación, entre el deseo de participar y el refugio en su propio mundo. A su lado, Bassi combina su trabajo de actriz con las exigencias del cuidado, sin que ninguna de esas facetas anule a la otra. Rosell utiliza el montaje para mantener esa doble dimensión: el espacio público y el privado, el arte y la vida, lo planificado y lo espontáneo. La película evita los golpes de efecto y deja que el espectador perciba los matices del vínculo entre madre e hijo. Lo que se muestra no busca explicar ni justificar, sino exponer la materia del tiempo: las repeticiones, los detalles, las esperas que forman el centro invisible de toda relación.

La relación entre Valentina y Lisandro sostiene el corazón de la película. En ella se observa una tensión constante entre la autonomía y la protección, entre la necesidad de libertad y el peso de la responsabilidad. Esa dinámica se vuelve visible en los ensayos teatrales o en los rodajes a los que ella asiste, donde la creación artística se cruza con la maternidad. Rosell convierte esa superposición en un tema de fondo: cómo lo profesional y lo afectivo se entremezclan, cómo una actriz que representa vidas ajenas intenta sostener la suya. La cámara se mantiene cerca, sin exhibicionismo, dejando que las palabras se intercalen con los gestos y los silencios. La película se construye así sobre una tensión contenida, sobre una fragilidad que no se subraya. Esa decisión estilística permite que el espectador perciba la humanidad de los personajes sin sentirse dirigido ni condicionado.

El enfoque moral de 'Presente continuo' está en la forma de mirar. Rosell, al filmar a su propio hijo, asume un riesgo ético considerable. Sin embargo, su aproximación se basa en una transparencia que evita cualquier intento de superioridad. La cámara no explica ni interpreta, acompaña. Esa mirada implica una postura política: presentar al sujeto filmado fuera del estereotipo, dentro de un espacio de afecto y dignidad. En la película aparecen marchas, discusiones sobre políticas públicas y entrevistas radiales donde se menciona el recorte de ayudas estatales. Estos elementos sociales se integran como parte del entorno que condiciona las vidas filmadas. Lo político no se separa de lo íntimo, se encarna en las rutinas. De ese modo, el cine se convierte en una práctica moral que entiende el cuidado como una forma de resistencia frente a la indiferencia del sistema. Disponible en HBO Max.

Valentina Bassi aporta al film una capa adicional de significado. Su oficio de actriz actúa como un espejo de la representación cinematográfica. En los ensayos, en los rodajes o en las conversaciones con colegas, su trabajo se mezcla con la maternidad, creando un diálogo constante entre lo ficticio y lo real. Esa duplicidad permite reflexionar sobre cómo cada persona interpreta distintos papeles en su vida diaria. La película sugiere que la creación no se limita al arte: cuidar, sostener, escuchar también son formas de creación. Rosell filma con una serenidad que recuerda a cineastas como José Luis Guerín o Isaki Lacuesta, donde la cámara parece pensar junto a los personajes. Cada plano está dispuesto para capturar una respiración, un movimiento, una pausa, y en ese gesto se percibe una voluntad de respeto absoluto hacia lo filmado. Las imágenes adquieren sentido no por lo que muestran, sino por la duración que conceden a lo que normalmente se omite.

El trabajo técnico refuerza esa coherencia. La fotografía, también realizada por Rosell, se apoya en la luz natural y en una textura visual que evita los contrastes fuertes. El sonido mantiene el ambiente de proximidad: voces que se cruzan, ruidos domésticos, silencios interrumpidos por el rumor de la ciudad. El montaje, lejos de buscar ritmo o dramatismo, organiza el material según la respiración de los personajes. Cada corte parece responder a una necesidad interior más que a una estructura narrativa. Esa manera de construir convierte la película en una experiencia de observación prolongada, donde el espectador comparte la cadencia de lo cotidiano. En esa sencillez formal se encuentra la fuerza del film, porque la ausencia de artificio revela una ética de trabajo y una confianza en el poder de lo real. 'Presente continuo' no busca impresionar, busca acompañar.

El título adquiere varios sentidos a lo largo del relato. Por un lado, remite al tiempo de la crianza, siempre inacabado, siempre presente. Por otro, sugiere la idea de una vida que se desarrolla sin principio ni final definidos, en una continuidad que se construye día a día. La película retrata la persistencia del cuidado, la constancia de una madre que equilibra su mundo entre la atención a su hijo y su deseo de mantener una identidad propia. Al mismo tiempo, insinúa una reflexión sobre el arte: filmar como un modo de permanecer, de resistir al olvido, de afirmar que cada instante tiene valor por sí mismo. En ese sentido, la propuesta de Rosell se sitúa en una línea de cine que cree en la observación como forma de pensamiento. Lo que queda tras la proyección no es una historia cerrada, sino la sensación de haber asistido a un proceso vital que continúa más allá de la pantalla.

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