Entre el brillo del esmalte y el rumor de los secadores, Araceli Álvarez de Sotomayor levanta en ‘Nails’ un relato que observa con ironía y ternura las rutinas femeninas. En el corazón de un salón de manicura se dibuja la vida de cuatro mujeres que comparten algo más que una sesión de belleza: un instante de pausa en medio del vértigo. Allí, entre confidencias y esmaltes, surge una complicidad inesperada que convierte un lugar común en un refugio de descubrimiento y cambio.
La directora, con experiencia previa en series como ‘La que se avecina’ o ‘Machos alfa’, firma su primer proyecto en solitario con un enfoque cercano, ágil y sin artificios. En ocho episodios de media hora, ‘Nails’ presenta un mosaico de realidades que respiran naturalidad. La cámara observa sin estridencias y la puesta en escena mantiene un equilibrio entre ligereza y contenido social. El tono se mueve entre la comedia costumbrista y un retrato vital donde cada personaje carga con su propio conflicto silencioso. Cristina Castaño interpreta a Lina, ejecutiva de éxito que se enfrenta a un cansancio existencial que ya no logra disimular. Marimar Vega, Gracia Olayo y Teresa Cuesta completan el grupo con personajes que representan distintas etapas de una misma inquietud: la necesidad de reconducir el rumbo. Entre conversaciones aparentemente triviales aparecen las fisuras de vidas sujetas a exigencias laborales, familiares o estéticas. La serie evita dramatismos y confía en la naturalidad del diálogo, donde el humor funciona como un bálsamo que permite hablar de lo que incomoda.
La creadora sitúa el salón de uñas como un microcosmos contemporáneo. Ese espacio, habitado por mujeres de procedencias diversas, sirve como metáfora de convivencia y contraste. Allí confluyen acentos, costumbres y maneras de entender el mundo. La presencia de actrices como la mexicana Marimar Vega aporta matices lingüísticos que enriquecen la textura de los diálogos. La producción, impulsada por SkyShowtime y Telemundo, aprovecha ese enfoque multicultural sin convertirlo en consigna.
El guion se apoya en situaciones cotidianas para hablar de la búsqueda de autonomía personal. Los personajes femeninos comparten la misma carga de expectativas impuestas: ser profesionales impecables, madres entregadas y compañeras ejemplares. Esa acumulación de roles genera un agotamiento que atraviesa toda la serie. Álvarez de Sotomayor lo aborda con una mirada sin solemnidad, consciente de que la risa a menudo explica mejor el malestar que cualquier discurso teórico.
Uno de los mayores aciertos de la ficción radica en el trabajo coral. Ninguna protagonista eclipsa al resto. Cada una encuentra un momento de lucidez que modifica el tono del conjunto. Castaño transmite seguridad exterior y fragilidad interna con precisión. Olayo aporta serenidad y una sabiduría teñida de humor seco. Vega encarna la duda entre el deseo de éxito y la necesidad de calma. Cuesta representa la energía del cambio y la curiosidad ante nuevas formas de vida. Juntas construyen una amistad que se alimenta del contraste, no de la coincidencia.
La dirección apuesta por una puesta en escena limpia, cercana a la cámara televisiva clásica, sin adornos ni artificio. Esa sencillez se convierte en virtud, porque permite que las intérpretes respiren. Las conversaciones fluyen con ritmo natural, sin necesidad de enfatizar emociones. El humor surge de las situaciones, nunca del chiste. Hay un sentido del tiempo muy medido: los silencios se aprovechan, las miradas sostienen el diálogo y el montaje mantiene una cadencia que evita la prisa.
En paralelo, la serie introduce personajes masculinos que acompañan la transformación de las protagonistas. Fernando Tejero, Raúl Mérida y Juanjo Cucalón construyen figuras secundarias que funcionan como espejo de las tensiones femeninas. Tejero, en particular, interpreta a un terapeuta que observa cómo su vida doméstica se tambalea cuando su esposa decide actuar según su propio deseo. En ese conflicto se refleja la incomodidad de un entorno que aún no asimila del todo la independencia ajena.
‘Nails’ utiliza el humor como vehículo de pensamiento. Sin moralina ni grandilocuencia, cada episodio encierra una mirada crítica hacia las etiquetas sociales. El relato fluye desde lo íntimo hacia lo colectivo, sin pretender ofrecer lecciones. La comedia se combina con una observación atenta del entorno laboral, las relaciones de pareja y la presión que acompaña al ideal de perfección. En el fondo, la serie plantea una idea sencilla: la posibilidad de elegir sin pedir permiso.
La producción destaca también por su equilibrio técnico. La fotografía apuesta por colores cálidos y texturas suaves que refuerzan la sensación de cercanía. El diseño del salón de uñas, con sus tonos pastel y su iluminación envolvente, actúa como un quinto personaje, un espacio donde todo parece estar a punto de cambiar. La música, discreta pero eficaz, acompaña la evolución de los personajes sin imponerse. A nivel narrativo, Álvarez de Sotomayor logra mantener una coherencia tonal constante. Los capítulos combinan ritmo y pausa, alternando escenas de comedia ligera con momentos de observación más serena. La estructura de conjunto se sostiene gracias a un trabajo de escritura que otorga voz a cada personaje y mantiene la cohesión emocional del grupo. Ese equilibrio entre risa y reflexión convierte a ‘Nails’ en un ejemplo de comedia contemporánea con identidad propia dentro del panorama televisivo español.
Resulta especialmente interesante el enfoque que adopta hacia el feminismo. La serie se presenta como un relato de libertad personal más que como bandera de ninguna corriente. En ese sentido, evita el discurso programático y prefiere centrarse en el detalle cotidiano: una conversación entre amigas, una decisión doméstica, una cita fallida o el instante en que una mujer se atreve a desobedecer lo que se espera de ella. La creadora lo define como un “dejadnos ser”, una consigna que funciona sin necesidad de proclamas.
Dentro del panorama actual, donde muchas ficciones apuestan por la espectacularidad o la corrección política, ‘Nails’ se atreve a retratar lo sencillo: la vida corriente y sus contradicciones. Su fuerza reside en la capacidad para encontrar sentido en lo cotidiano, en esa mezcla de humor y ternura que envuelve cada diálogo. No busca conmover, pero consigue conectar con cualquiera que haya sentido el peso de las expectativas.
La comedia, como género, requiere precisión. En ‘Nails’ cada gag surge del comportamiento, del ritmo interno de las escenas y del contraste entre personajes. La dirección evita el exceso y confía en el talento interpretativo. El resultado es una ficción equilibrada, que invita a la sonrisa y a la observación sin trazar fronteras entre drama y humor. Álvarez de Sotomayor demuestra que la ligereza también puede contener hondura narrativa. Con esta serie consolida su nombre dentro de la industria televisiva española, abriendo un camino para nuevas creadoras que buscan unir entretenimiento y mirada personal. ‘Nails’ respira verdad en cada gesto y construye un retrato coral donde cada mujer se enfrenta a la tarea más compleja: decidir quién quiere ser.