Las luces se encienden, los técnicos callan y lo que parecía un simple rodaje se convierte en un laberinto de egos. En 'Misterio en el set', la nueva propuesta de Netflix, el director construye una historia sobre la trastienda del cine, donde las jerarquías, el deseo y la manipulación sustituyen a la magia que solemos asociar con las cámaras. La película parte de un escenario que parece tranquilo: un estudio de mediados del siglo pasado en plena grabación de una película. Sin embargo, lo que empieza como un homenaje al oficio termina transformándose en una guerra silenciosa entre quienes manejan la imagen y quienes quedan atrapados dentro de ella. La atmósfera antigua actúa como una máscara que cubre la lucha por el poder, mientras cada personaje intenta sobrevivir a su manera en un entorno que se disfraza de arte para ocultar la violencia de sus dinámicas.
El argumento se centra en la rivalidad entre un actor famoso que busca modificar una película para convertirla en su escaparate personal y su antiguo mentor, un director que observa cómo su autoridad se derrumba a medida que las cámaras giran. En medio de ambos se encuentra la actriz principal, una mujer extranjera que acaba funcionando como el punto de fricción de dos hombres enfrentados por el control y el prestigio. A medida que avanza la historia, el plató se convierte en una especie de campo de batalla emocional. La película no busca el misterio a través de giros imposibles, sino mediante la exposición gradual de las debilidades y trampas de sus protagonistas. El guion detalla cómo la ambición personal puede distorsionar la idea de creación artística y cómo el poder dentro de la industria se impone incluso en los gestos más cotidianos. Cada escena se apoya en diálogos tensos, miradas y silencios que sugieren un equilibrio roto. El rodaje acaba siendo una metáfora de un sistema donde el talento y la vanidad se confunden hasta lo indecible.
Los personajes están construidos con una claridad que permite entender sus motivaciones sin ambigüedades. El actor encarna a una figura que ha olvidado quién es fuera de los focos, alguien que solo existe mientras lo observan. Su necesidad de controlarlo todo responde a un miedo profundo a ser olvidado. El director, en cambio, intenta mantener la dignidad de su oficio, aunque su empeño se convierte en una forma desesperada de resistencia. La actriz protagonista representa la inocencia puesta a prueba por un entorno que la absorbe y la utiliza como moneda de cambio. En este triángulo, cada movimiento tiene consecuencias y cada palabra encierra una intención política. El filme expone sin tapujos las estructuras de poder que condicionan la creatividad, mostrando que detrás de la cámara también se construyen jerarquías que reflejan las de la sociedad. La lectura moral se percibe con claridad: la autoridad, cuando se confunde con el ego, degenera en dominio y transforma el arte en un ejercicio de sometimiento.
La irrupción de un inspector encargado de esclarecer un posible crimen en el estudio introduce un cambio de ritmo que dinamita la estructura inicial. Su presencia convierte el set en una especie de escenario judicial donde los actores, técnicos y productores se enfrentan a sus propias versiones de la verdad. Las declaraciones, más que aclarar los hechos, revelan la confusión moral de todos los implicados. La película aprovecha esta parte para hablar del espectáculo que rodea a la justicia y del modo en que cada personaje se representa incluso cuando intenta confesar. Las conversaciones funcionan como monólogos preparados, donde cada uno busca justificar su papel sin asumir del todo su responsabilidad. El relato se convierte entonces en una radiografía de la mentira colectiva y de la facilidad con la que la industria maquilla la culpa. La estructura policial sirve como un espejo deformado de la creación artística: tanto el cine como la investigación consisten en organizar fragmentos para darles sentido, aunque detrás haya manipulación o autoengaño.
El trabajo del director combina precisión y ritmo contenido. Utiliza una fotografía de tonos envejecidos que transmite una sensación de decadencia constante. Las luces recrean la textura de los viejos estudios sin caer en el artificio, y los planos cerrados subrayan la sensación de encierro de los personajes. Cada encuadre parece diseñado para acentuar la distancia entre lo que se dice y lo que se piensa. El montaje se sostiene sobre una estructura medida que alterna la calma con la tensión, manteniendo la atención sin artificios. La música, con breves intervenciones orquestales, actúa como contrapunto emocional, sin imponerse. El resultado técnico apoya la historia y la potencia, pero lo más interesante es cómo la puesta en escena logra reflejar el peso de la hipocresía y la soledad de quienes se dedican a aparentar éxito mientras se consumen por dentro. El cineasta evita la nostalgia y construye una mirada sobre la industria que oscila entre la fascinación y el desencanto.
La película también plantea una lectura política clara: el poder dentro del cine se parece demasiado al poder en cualquier otro ámbito social. La figura de la actriz protagonista ilustra cómo las desigualdades de género y origen siguen siendo herramientas de control. Ella no solo lucha por ser reconocida como artista, sino por mantener su dignidad en un entorno que la trata como propiedad. Su evolución, más que una historia romántica o de redención, representa la conciencia de quien descubre que la admiración ajena siempre tiene un precio. El relato señala con precisión la complicidad de todos en la perpetuación de esa dinámica: quienes observan, quienes callan y quienes se benefician del silencio. A través de estos personajes, 'Misterio en el set' muestra que la creación artística también es un espacio donde se libran batallas morales y políticas, y que el talento sin ética solo conduce al vacío.
El tramo final del filme abandona cualquier expectativa de redención y se adentra en el territorio del reflejo. Los espejos del plató devuelven imágenes distorsionadas de los personajes, como si el propio cine les recordara su falta de autenticidad. La escena final, cargada de simbolismo visual, convierte el silencio del rodaje en una confesión colectiva. La historia termina sin cerrar del todo el conflicto, pero deja una sensación clara: cada uno de los protagonistas ha contribuido a su propia caída. La película no busca consuelo, solo evidencia. Esa mirada desapasionada, casi documental, subraya que detrás del brillo de la industria se esconde una maquinaria que alimenta y destruye con la misma facilidad. 'Misterio en el set' funciona así como un examen sobre la relación entre arte, poder y moralidad, y sobre cómo la creación, lejos de purificar, puede revelar la parte más corrupta de quienes la practican.
