Cine y series

Maleficio (La regla de Osha)

Ángel González

2025



Por -

Un relato de espíritus no siempre se construye con sombras y apariciones repentinas. A veces se cocina en silencio, en estancias familiares donde los secretos pesan más que los muebles heredados. En esa senda se sitúa ‘Maleficio (La regla de Osha)’, dirigida por Ángel González, un cineasta asturiano que ya había mostrado inclinación por un terror de atmósfera antes que de sobresalto. La película emerge en un panorama donde el cine español de género busca afianzarse con propuestas que oscilan entre la tradición cultural y las corrientes internacionales.

La historia arranca con la llegada de una madre y su hija a un hogar cargado de recuerdos. El lugar pronto se convierte en escenario de tensiones entre lo cotidiano y lo sobrenatural. El guion introduce un código ritual, la llamada regla de Osha, como catalizador de la trama, y lo emplea para hablar de vínculos familiares atravesados por la sospecha y la herencia cultural. Sin dar rodeos narrativos, la propuesta muestra cómo una rutina doméstica puede desmoronarse cuando se perciben señales que sugieren fuerzas invisibles actuando a través de objetos y comportamientos.

Los personajes se definen por sus contradicciones. La madre intenta ofrecer estabilidad mientras lucha con un pasado que se filtra en cada rincón de la casa. La hija, por su parte, encarna la vulnerabilidad y al mismo tiempo la fuerza que arrastra el miedo cuando se convierte en impulso. El retrato de ambas se complementa con figuras secundarias que representan distintas miradas sobre la superstición: unos la entienden como carga, otros como herramienta de resistencia frente a lo desconocido.

El trabajo de los intérpretes se sostiene en gestos mínimos, miradas detenidas y silencios prolongados. En ese terreno, González evita el exceso de explicaciones y apuesta por que el espectador reconstruya el sentido de lo que ocurre a partir de indicios. La tensión se articula en planos cerrados, en pasillos que parecen alargarse sin fin y en objetos que adquieren una presencia inquietante sin necesidad de artificios.

En cuanto a la puesta en escena, la película opta por un registro austero. Los interiores transmiten un aire de confinamiento, con una iluminación que oscila entre la penumbra y la luz artificial filtrada. Esa elección refuerza la idea de que el verdadero encierro no se encuentra en lo arquitectónico, sino en la transmisión de miedos heredados. La cámara se mueve con contención, buscando que el espectador se sienta atrapado en la misma atmósfera asfixiante que envuelve a los personajes.

El trasfondo cultural cobra un peso central. La regla de Osha, con raíces en prácticas religiosas de origen africano, se presenta aquí como herencia que genera tanto cohesión como desconfianza. González no convierte ese elemento en simple exotismo narrativo, sino que lo integra como símbolo de identidades en tensión. La película sugiere que la convivencia entre tradición y modernidad resulta siempre frágil, y que los legados espirituales se transforman en espacios de conflicto cuando irrumpen en contextos familiares desgastados por la desconfianza.

El montaje juega con la alternancia entre calma y estallido, aunque evita un ritmo precipitado. Cada secuencia parece pensada para subrayar la idea de que el miedo avanza de forma paulatina, sin estruendo inicial. Esa cadencia puede resultar irregular en algunos momentos, con tramos en los que la trama se estanca, pero a cambio ofrece un desarrollo coherente con la lógica interna del relato.

En términos políticos, ‘Maleficio (La regla de Osha)’ introduce de manera velada la reflexión sobre los choques culturales y la dificultad de integrar tradiciones minoritarias en un entorno europeo marcado por la uniformidad. El choque no se plantea con discursos explícitos, sino con la representación de cuerpos que cargan con rituales transmitidos y con la sospecha de quienes observan desde fuera. Así, el relato trasciende el simple retrato de una posesión para convertirse en metáfora de convivencia.

El diseño sonoro merece atención especial. Cada crujido de madera, cada susurro en la penumbra adquiere protagonismo. La banda sonora, en lugar de imponerse, se filtra casi de manera imperceptible, reforzando el ambiente opresivo. El silencio juega un papel crucial, intensificando la percepción de que algo se esconde tras lo aparente.

El desenlace se alinea con la lógica del relato: no busca estridencias ni un clímax explosivo, sino que prolonga la tensión hasta el último tramo. Con ello, González se mantiene fiel a un estilo de terror que privilegia la insinuación frente al espectáculo.

‘Maleficio (La regla de Osha)’ se inscribe así en una corriente del cine español que entiende el miedo como reflejo de fracturas sociales y familiares. Ángel González ofrece un trabajo contenido, que se nutre de la tradición pero intenta abrir un camino propio. La película encuentra su mayor fuerza en la atmósfera de encierro que construye, en la representación de vínculos familiares atravesados por rituales heredados y en la persistente sensación de que lo doméstico nunca es un refugio seguro.

MindiesCine

Buscando acercarte todo lo que ocurre en las salas de cine y el panorama televisivo.