Cine y series

Lazarus

Harlan Coben

2025



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El regreso de Harlan Coben al terreno televisivo con 'Lazarus' parte de una premisa que combina el suspense psicológico con la irrupción de lo sobrenatural. La dirección de Wayne Che Yip canaliza este equilibrio entre lo real y lo ilusorio sin perder un tono sobrio, en un relato que se adentra en el duelo, la herencia moral y la fragilidad de la mente. La historia se articula en torno a Joel Lazarus, interpretado por Sam Claflin, un psicólogo forense que vuelve a su ciudad natal tras el suicidio de su padre, también psiquiatra. A partir de ese suceso, el protagonista entra en contacto con visiones que desdibujan los límites entre la memoria y el delirio. En ese espacio ambiguo, el guion de Coben y Danny Brocklehurst construye un escenario donde cada recuerdo parece un fragmento de una verdad esquiva. Sin recurrir a dramatismos innecesarios, la serie propone una atmósfera de extrañeza que se sostiene en el silencio de los espacios cerrados y en la mirada de unos personajes que habitan la duda con una contención que evita la exageración.

La estructura narrativa se desarrolla como una espiral de secretos, en la que cada episodio introduce una pieza que altera la percepción de los anteriores. Joel se enfrenta a las huellas del pasado familiar, especialmente a la muerte no resuelta de su hermana veinticinco años atrás, mientras los ecos de los pacientes de su padre se presentan ante él como sombras que reclaman una escucha tardía. La ficción se desplaza entre el presente y la evocación de esos encuentros, creando una continuidad que disuelve las fronteras entre el recuerdo y la alucinación. Lo político emerge en la forma en que el relato plantea la relación entre la verdad institucional y la verdad íntima, cuestionando la autoridad de las versiones oficiales sobre la locura, el crimen o la moral médica. Lo moral se filtra en cada conversación de Joel con los espectros, donde las voces ajenas se confunden con su propia conciencia. La serie parece sugerir que el mal heredado no se transmite solo por los actos, sino también por las omisiones y los silencios familiares.

El retrato de Joel Lazarus se construye desde una tensión constante entre control y descomposición. Su búsqueda de sentido se convierte en un proceso de autodescubrimiento que compromete su identidad profesional y su equilibrio mental. Claflin encarna esa deriva con un registro contenido, sin aspavientos, mostrando cómo el personaje se aferra a la lógica científica mientras todo a su alrededor se desintegra. Frente a él, Bill Nighy dota al padre ausente de una presencia inquietante, no solo por sus apariciones espectrales, sino por la influencia que mantiene sobre las acciones del hijo. La relación entre ambos se extiende más allá de la muerte, planteando una reflexión sobre la autoridad paterna y el peso de los legados psicológicos. Alexandra Roach, en el papel de la hermana, aparece como un contrapunto que ilumina los recuerdos del protagonista y da una textura emocional al relato. Su función narrativa actúa como un recordatorio del pasado que el propio Joel intenta reinterpretar para sobrevivir a su presente.

La dirección de Yip enfatiza el contraste entre la rigidez del espacio clínico y la volatilidad de las visiones. La cámara se mueve con lentitud, como si tratara de capturar un pensamiento en el instante en que se deshace. Los tonos fríos y las luces difusas refuerzan esa sensación de desorientación, haciendo que cada objeto del despacho paterno funcione como una extensión de la mente perturbada del protagonista. El montaje, por su parte, evita la fragmentación gratuita y apuesta por un ritmo que alterna la contención con breves estallidos de tensión. Las secuencias donde los personajes dialogan con figuras que ya no pertenecen al mundo de los vivos adquieren un carácter ritual, como si el relato buscara convertir el trauma en un acto de expiación. La elección de este enfoque visual no persigue el sobresalto, sino la persistencia del desconcierto.

Desde un punto de vista temático, 'Lazarus' se inserta en la tradición del thriller británico que aborda el crimen desde la subjetividad de sus personajes. Sin embargo, al incorporar el elemento sobrenatural, introduce un registro distinto: la investigación deja de centrarse en la búsqueda de un culpable externo para explorar la responsabilidad compartida de los vivos con los muertos. En esa línea, la serie se aproxima más a la reflexión ética que al entretenimiento puro. La moral de los personajes se mide por su relación con el pasado y por la forma en que enfrentan lo que desconocen de sí mismos. La culpa aparece como una fuerza estructuradora del relato, un motor que arrastra a Joel hacia un territorio donde la lógica deja de ofrecer refugio. La crítica social se insinúa en la representación del sistema psiquiátrico y de la práctica terapéutica como espacios de poder, donde la verdad se administra como una forma de control.

La combinación de guion y dirección genera una tensión que se mantiene durante toda la serie. Coben demuestra habilidad al entrelazar varias líneas argumentales sin perder el hilo central, aunque en ciertos momentos la acumulación de giros amenaza con saturar el relato. Aun así, el interés no se sostiene en la sorpresa sino en la manera en que las revelaciones modifican la mirada del espectador sobre los personajes. Cada nuevo hallazgo no cierra una trama, sino que reconfigura las anteriores. Ese mecanismo narrativo, común en la obra del autor, encuentra aquí un cauce más sobrio y menos dependiente de la espectacularidad. En comparación con otros creadores del género, Yip opta por un tono más introspectivo, similar al de series dirigidas por Carl Tibbetts o Lewis Arnold, donde el ritmo pausado permite que la tensión se infiltre en los silencios más que en la acción.

El desenlace de 'Lazarus' consolida la idea de que la verdad no siempre se presenta como un hallazgo redentor, sino como una suma de revelaciones que transforman la percepción del dolor. El cierre, lejos de buscar la resolución total, deja al espectador en una posición de observador ante el proceso de reconstrucción de un individuo marcado por la pérdida. Esa mirada final, serena y despojada de dramatismo, traduce la intención de la serie de examinar cómo la mente construye su propio laberinto para sobrevivir a la culpa y al recuerdo. 'Lazarus' se convierte así en un ejercicio narrativo sobre la persistencia de los vínculos invisibles que unen a los muertos con los vivos, sobre la herencia que las familias transmiten a través de sus silencios y sobre la imposibilidad de distinguir con claridad dónde termina la realidad y comienza la imaginación.

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