Cine y series

Hotel Costiera

Adam Bernstein

2025



Por -

Entre los acantilados de la costa amalfitana se levanta un hotel de lujo que sirve como escenario para ‘Hotel Costiera’, la producción internacional dirigida por Adam Bernstein junto a Giacomo Martelli y escrita por Elena Bucaccio, Francesco Arlanch y Matthew Parkhill. La serie llega bajo el sello de Amazon Prime Video con un elenco que mezcla intérpretes italianos, británicos y estadounidenses encabezados por Jesse Williams, en un proyecto que combina intriga ligera, acción esporádica y la exuberancia del paisaje mediterráneo. El planteamiento se articula alrededor de un resort donde el protagonista, un antiguo marine con raíces napolitanas, ejerce de solucionador de problemas para clientes adinerados y propietarios con intereses turbios.

El personaje central, Daniel De Luca, encarna una figura híbrida entre soldado retirado y mediador diplomático. Sus encargos abarcan desde rescatar mascotas secuestradas hasta rastrear familiares desaparecidos, pasando por misiones más comprometidas vinculadas con la política local y la burocracia italiana. El guion coloca a este exmilitar en una posición ambivalente: aunque se despliega como héroe funcional, carece de matices que doten al personaje de hondura psicológica. Jesse Williams ofrece presencia física y un aire de serenidad, pero la construcción del rol limita cualquier desarrollo dramático más allá de su porte y capacidad para moverse entre pasajes soleados y habitaciones con vistas al mar.

En torno a Daniel se organiza un equipo pintoresco: un aristócrata británico venido a menos, un hostelero con pasado criminal y una colaboradora extranjera que aporta sarcasmo y firmeza. Cada uno participa en tramas episódicas que siguen la estructura del caso semanal. Estos relatos, de tono ligero, giran alrededor de desapariciones, pequeñas estafas o conflictos sentimentales de huéspedes millonarios. El problema surge cuando la serie, en su empeño por combinar humor con acción, oscila sin decidirse por un registro claro. Esa indefinición lastra tanto el ritmo como la capacidad de generar tensión real.

La temporada introduce un arco narrativo mayor: la misteriosa ausencia de Alice, hija del propietario del hotel. Este hilo vertebra los seis episodios y confiere cierta continuidad a una ficción que de otro modo se percibiría dispersa. Sin embargo, el suspense asociado a esta desaparición se diluye entre secuencias de puro escapismo turístico, cenas al atardecer y planos de postal. El entorno paradisiaco se convierte en protagonista casi absoluto, desplazando la urgencia dramática que cabría esperar de una historia con elementos de crimen y conspiración.

La puesta en escena aprovecha localizaciones emblemáticas como Villa Treville, residencia histórica de Zeffirelli, y recurre a una fotografía de colores saturados, donde la luz excesiva aplana cada plano. El resultado transmite un aire publicitario más cercano a un anuncio de viajes que a una serie de intriga. La dirección de Bernstein y Martelli privilegia el movimiento en scooter, las persecuciones en lancha y las panorámicas del litoral sobre la composición narrativa. En consecuencia, la obra queda atrapada en la contradicción de ser visualmente agradable sin alcanzar una identidad estética sólida.

En cuanto al reparto secundario, nombres como Maria Chiara Giannetta, Tommaso Ragno o Amanda Campana interpretan a miembros de la familia propietaria del hotel. Sus conflictos internos, desde la relación tirante entre padre e hijas hasta las tensiones con la heredera desaparecida, aportan un mínimo de fricción dramática. Sin embargo, las interpretaciones se ven condicionadas por guiones que privilegian la ligereza y reducen las oportunidades de evolución. El espectador asiste a una sucesión de diálogos funcionales, más orientados a explicar tramas que a construir personalidades complejas.

La música combina clásicos de la canción italiana con toques de rap napolitano. Aun así, las piezas se utilizan como simple acompañamiento sin lograr un contrapunto irónico o intensificador de la acción. Algo similar ocurre con el vestuario: elegante, colorido y siempre impecable, refuerza la impresión de estar ante un escaparate veraniego en el que cada prenda refuerza la idea de lujo antes que servir a la narrativa.

Desde un punto de vista temático, ‘Hotel Costiera’ se inscribe en la tradición de ficciones que sitúan el crimen y el misterio en entornos turísticos de ensueño. El contraste entre paraíso costero y tramas delictivas se utiliza como gancho, aunque sin alcanzar el filo satírico de propuestas recientes ambientadas en resorts. En este caso, los conflictos se reducen a un nivel tan inofensivo que el espectador percibe un colchón de seguridad constante. Ni la violencia ni la sexualidad ni la corrupción atraviesan la barrera de lo decorativo, lo que convierte a la serie en un producto fácilmente consumible y sin aristas.

El ritmo narrativo sufre altibajos. Algunos episodios avanzan con cierta agilidad gracias a subtramas menores, como el hallazgo de un niño oculto en un camión de reparto o la investigación de un traficante de reliquias arqueológicas. Otros capítulos, en cambio, se prolongan con escenas dilatadas donde se privilegia la postal turística. Este desequilibrio genera la sensación de que la serie se concibe más como catálogo de localizaciones que como relato sostenido.

La dirección artística, con escenarios cuidados y decorados luminosos, refuerza esa impresión de producto pensado para el consumo global. Se entiende el interés de Prime Video por crear una ficción capaz de funcionar en distintos mercados gracias a su reparto internacional y al uso del inglés como lengua principal. Sin embargo, esa estrategia debilita la conexión con la idiosincrasia local, reduciendo la cultura napolitana a meros guiños gastronómicos, canciones reconocibles o secundarios caricaturescos.

El balance general coloca a ‘Hotel Costiera’ en un terreno intermedio: resulta agradable para quien busque evasión ligera, aunque carece de la solidez necesaria para imponerse en un panorama televisivo saturado de thrillers con mayor ambición. El trabajo de Adam Bernstein se percibe correcto en la coordinación de un proyecto coral, pero la serie nunca alcanza un tono definido entre comedia, acción y drama criminal. Esa indefinición marca sus limitaciones y convierte a la producción en un entretenimiento pasajero, sustentado más por las vistas que por la solidez de su narrativa.

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