Una segunda temporada siempre revela cuánto confía una serie en su propio engranaje. En ‘High Potential’, la maquinaria sigue girando con ritmo preciso gracias a la coordinación entre Drew Goddard, creador de esta adaptación estadounidense del formato franco-belga HPI, y Todd Harthan, responsable de mantener la energía narrativa sin perder el sentido de ligereza que la distingue. La producción conserva su apariencia de entretenimiento de prime time, pero en su interior laten tensiones que la aproximan al drama de personajes, con una mirada sobre la inteligencia y la soledad en un entorno laboral que combina la rutina policial con el caos doméstico.
La historia vuelve a girar en torno a Morgan Gillory, interpretada por Kaitlin Olson, que se consolida como el eje absoluto del relato. Ex limpiadora, madre de tres hijos y colaboradora de la unidad de delitos mayores del departamento de policía de Los Ángeles, Morgan actúa desde una inteligencia desbordante que, lejos de idealizarla, la sitúa en un terreno incómodo. En esta nueva entrega, la aparición de un enemigo autodenominado The Game Maker altera el tono habitual del procedimiento criminal. Ese adversario introduce un juego de espejos: mientras ella busca resolver cada caso, alguien parece analizarla con la misma precisión con la que ella disecciona a los sospechosos. Esa dinámica eleva el pulso de la serie, que abre la temporada con un doble episodio de fuerte intensidad.
El guion plantea un equilibrio entre tensión y humor que recuerda el espíritu de las producciones policiales de red estadounidense de las últimas décadas, aunque sin la rigidez que caracterizaba a sus predecesoras. La estructura de caso por capítulo se mantiene, pero los guionistas han añadido una continuidad que da consistencia al conjunto. Los episodios iniciales entrelazan la investigación de secuestros con el seguimiento del villano principal, y esa continuidad permite que la protagonista evolucione sin perder la frescura de su carácter impulsivo. Las deducciones visuales que Morgan realiza se acompañan de recursos gráficos ágiles que refuerzan la sensación de vértigo mental, sin que el espectador se pierda en tecnicismos.
El trabajo de Olson sostiene toda la producción. Su interpretación equilibra ironía y vulnerabilidad con una naturalidad que mantiene al personaje en movimiento constante. En sus gestos se percibe una tensión entre la brillantez analítica y la fatiga cotidiana de una madre que intenta sostener tres frentes: familia, trabajo y reputación. En esa frontera entre genialidad y agotamiento se sitúa el atractivo del personaje. Las secuencias domésticas, con su exmarido Ludo interpretado por Taran Killam y los hijos compartiendo espacio con expedientes policiales, añaden un tono de comedia costumbrista que aligera la densidad de las tramas criminales.
El villano interpretado por David Giuntoli ofrece la contracara perfecta. No se trata del criminal genérico que se enfrenta a la policía por azar, sino de un estratega que convierte la inteligencia en un instrumento de dominio. Su obsesión por retar a Morgan transforma los casos en un duelo intelectual que recuerda a los juegos de lógica clásica. La tensión entre ambos define los mejores momentos de la temporada, cuando la investigación se mezcla con la amenaza personal. Sin recurrir al exceso, Giuntoli transmite esa mezcla de encanto y peligro que exige un antagonista con ambición narrativa.
En paralelo, la serie continúa explorando la relación entre Morgan y su compañero Adam Karadec interpretado por Daniel Sunjata. Su vínculo profesional conserva una dosis de fricción cómplice que evita el sentimentalismo fácil. Las conversaciones entre ellos funcionan como válvulas de escape ante la presión constante de la trama principal. Karadec aporta calma frente al impulso irrefrenable de Morgan, y ese contraste dota de ritmo al conjunto. Judy Reyes, como la teniente Soto, mantiene el papel de equilibrio institucional, recordando que tras la comedia y el suspense hay una oficina donde se archivan informes y se toman decisiones.
Sin embargo, el gran reto de la serie continúa siendo el desarrollo del resto del equipo. Los personajes secundarios orbitan en torno a Morgan sin alcanzar la misma densidad. Daphne y Oz, interpretados por Javicia Leslie y Deniz Akdeniz, aportan dinamismo, aunque su construcción narrativa sigue dependiendo de los casos semanales más que de motivaciones propias. Esa falta de capas deja la sensación de que el universo de la serie podría expandirse mucho más si cada integrante del grupo policial adquiriera una voz reconocible. La temporada apunta en esa dirección, con pequeños gestos de avance, pero el foco sigue centrado casi por completo en su protagonista.
En el plano formal, ‘High Potential’ mantiene un acabado visual luminoso, propio de la televisión estadounidense de gran público. La puesta en escena evita la oscuridad habitual del thriller y apuesta por colores vivos, escenarios abiertos y un ritmo de montaje rápido que acompaña el carácter hiperactivo de su heroína. Esa estética contribuye a que la violencia de los casos quede en segundo plano frente a la agilidad del relato. Cada episodio combina música pop y recursos de montaje que refuerzan la sensación de estar ante una ficción que busca entretener sin renunciar a cierta sofisticación narrativa.
El guion introduce una línea familiar que complementa el argumento policial. La búsqueda del exmarido desaparecido de Morgan continúa como un hilo de fondo que atraviesa los episodios. Lejos de convertirse en un melodrama, esa trama ofrece un retrato de la persistencia, del modo en que una persona brillante se enfrenta a ausencias que ni su mente puede resolver. El reencuentro con el pasado sirve para medir cuánto ha cambiado la protagonista, cuánto de su ingenio se ha convertido en mecanismo de defensa. En ese contraste entre su mente analítica y su entorno emocional reside parte del atractivo de esta segunda temporada.
La dirección apuesta por mantener un ritmo ágil sin perder claridad. Los episodios alternan momentos de acción con secuencias más reposadas que revelan la rutina del trabajo policial. Cada caso presenta un rompecabezas bien armado, a veces con giros previsibles, otras con un punto de extravagancia que encaja con el tono general de la serie. Lo relevante es que la ficción encuentra un equilibrio entre el ingenio y la empatía, entre la resolución del enigma y las reacciones de sus personajes ante los dilemas que enfrentan.
El resultado confirma que ‘High Potential’ ha alcanzado estabilidad. Sin aspirar a reinventar el género, se mueve con soltura en un terreno donde la televisión en abierto parece haber encontrado un nuevo espacio para relatos ingeniosos y ligeros. Disney+, encargada de su distribución internacional, refuerza su catálogo con una producción que combina ritmo, carisma y una mirada accesible al suspense contemporáneo. Esta temporada ofrece una protagonista más consciente de su vulnerabilidad y un juego narrativo que amplía el mundo que la rodea sin romper su tono desenfadado.