Cine y series

Envidiosa - temporada 3

Gabriel Medina, Fernanda Heredia

2025



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Algunas historias alcanzan su punto más interesante cuando los personajes se enfrentan a todo aquello que decían tener resuelto. ‘Envidiosa’, en su tercera temporada, lleva esa idea al límite y la convierte en el centro de su discurso. Adrián Suar y Daniel Barone construyen una historia que gira alrededor del derrumbe de la seguridad personal, un terreno en el que Vicky Mori, interpretada por Griselda Siciliani, se mueve con la torpeza de quien intenta fingir serenidad mientras todo alrededor tiembla. La serie encuentra en la pantalla de Netflix un escaparate ideal para exponer sin adornos los conflictos sociales y morales de una generación que aprendió a reírse de su propio agotamiento. El guion de Carolina Aguirre afila el lenguaje para que cada escena funcione como una conversación incómoda con el espectador, que asiste al reflejo de una vida en la que las metas se mezclan con los mandatos y la búsqueda de bienestar se vuelve una carrera sin meta visible.

La nueva etapa se centra en el cambio de Vicky. Atrás queda la versión que utilizaba el sarcasmo como escudo. Ahora se enfrenta a una rutina en la que la estabilidad se disfraza de logro mientras, bajo la superficie, se acumulan viejas frustraciones. Su relación con Matías (Esteban Lamothe) parece madura, pero en realidad revela un desajuste emocional que ella intenta cubrir con ironía. Las sesiones con su terapeuta, Fernanda (Lorena Vega), recuperan el tono de confesionario moral que siempre tuvo la serie. En esos diálogos, la protagonista se desarma y deja ver cómo el deseo de cumplir con las expectativas sociales termina moldeando su identidad. Lo que en otras manos podría haber sido un retrato amable de la mujer contemporánea, aquí se convierte en una disección del desgaste que implica sostener una vida ordenada cuando el entorno exige equilibrio permanente. Cada escena tiene la tensión de una batalla pequeña, sin vencedores claros, donde lo cotidiano se muestra como el espacio más difícil de habitar.

Los nuevos personajes, encabezados por Virtudes (Nicki Nicole), amplían el panorama sin alterar la esencia del relato. Ella representa una juventud que se mueve con una libertad aparente, pero cargada de inseguridades parecidas a las de Vicky. Su relación, marcada por la mezcla de rivalidad y ternura, da pie a uno de los núcleos más interesantes de la temporada: la transmisión de miedos y deseos entre generaciones. Nicki Nicole aporta frescura sin caer en el cliché y su presencia introduce un aire de renovación que evita el estancamiento. Alrededor, rostros como los de Pilar Gamboa, Marina Bellati o Violeta Urtizberea sostienen el tono coral de una historia donde la amistad, la competencia y el afecto se cruzan constantemente. La dirección mantiene la cámara cerca de los cuerpos y las miradas, como si quisiera recordar que en ‘Envidiosa’ el humor nace de la incomodidad y que cada frase divertida lleva detrás una herida sin cerrar.

La mirada de Daniel Barone refuerza la sensación de encierro con una puesta en escena que evita los adornos. La luz fría de los interiores y el ritmo sereno del montaje de Alejandro Parysow transmiten la fatiga de una protagonista que intenta mantener el control mientras su entorno se deshace con naturalidad. Guillermo Zappino filma con una sobriedad que convierte los espacios domésticos en escenarios de conflicto, sin necesidad de subrayar el drama. Esa contención visual sostiene el tono del guion, que nunca se desvía hacia la exageración. Todo parece cotidiano, pero en esa normalidad late una tensión constante. La producción aprovecha cada detalle técnico para reforzar el carácter de la serie: la música de Juan Blas Caballero marca transiciones discretas que reflejan los altibajos emocionales de Vicky, el diseño de arte de Paula Beltrami captura la estética urbana de una vida aparentemente resuelta, y el vestuario de Lorena Díaz deja claro que los personajes no solo habitan su entorno, también lo representan.

A medida que avanzan los episodios, ‘Envidiosa’ desarrolla un retrato más nítido de la presión que atraviesa la vida adulta en las sociedades contemporáneas. La obsesión por el éxito, la necesidad de demostrar estabilidad y la fatiga de fingir bienestar se convierten en ejes de una narración que combina humor con crítica social. El guion expone las contradicciones de una mujer atrapada entre lo que desea y lo que se espera de ella. En ese cruce entre la ambición personal y los mandatos externos se articula una reflexión política sobre el papel de las mujeres en un sistema que promete libertad mientras impone modelos imposibles de cumplir. Aguirre escribe con una lucidez que transforma cada escena en un comentario sobre la frustración colectiva que acompaña al discurso del progreso individual.

El trabajo interpretativo de Griselda Siciliani sostiene la serie desde su primera aparición. En esta temporada, su actuación gana matices: la ironía se vuelve herramienta de defensa y la vulnerabilidad se filtra por los gestos cotidianos. Cada palabra parece dicha desde un esfuerzo consciente por no perder la compostura. Frente a ella, Esteban Lamothe aporta una calma que sirve de espejo a la ansiedad de Vicky. Lorena Vega, por su parte, encarna a una terapeuta que equilibra la autoridad con el desconcierto, lo que convierte las sesiones entre ambas en los momentos más potentes del relato. La química entre el elenco mantiene viva una sensación de verdad que hace que los diálogos fluyan con naturalidad.

Esta tercera entrega de ‘Envidiosa’ demuestra que la comedia puede ser un instrumento eficaz para explorar el malestar contemporáneo sin recurrir al dramatismo. La serie no necesita moralejas ni finales redentores para dejar su huella. Cada capítulo se sostiene sobre la observación minuciosa de los hábitos, los silencios y las pequeñas violencias que estructuran la vida cotidiana. Netflix acierta al darle espacio a una producción que combina crítica y humor con una precisión poco frecuente. El resultado es un retrato social disfrazado de comedia que expone las contradicciones de una generación que aprendió a sobrevivir entre la autoexigencia y la ironía. ‘Envidiosa’ sigue siendo un espejo incómodo, pero necesario, que refleja con nitidez las tensiones de un tiempo que todavía no sabe cómo convivir con su propio agotamiento.

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