Cine y series

El Centro

David Moreno

2025



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En los pasillos del poder silencioso que custodia la información nacional, ‘El Centro’ sitúa su relato en un territorio donde el secreto funciona como rutina y el anonimato como condición. David Moreno, creador de la serie junto a Raúl López y Eva Saiz, y David Ulloa en la dirección, construyen un retrato coral sobre quienes integran el Centro Nacional de Inteligencia, alejándose del mito del espía infalible para adentrarse en la cotidianidad de un trabajo que se sostiene sobre la prudencia y la vigilancia constante. Estrenada en Movistar+ el 9 de octubre, la producción se inscribe en un contexto audiovisual cada vez más interesado por las instituciones del Estado, aunque aquí la mirada se concentra en las personas que habitan ese engranaje burocrático y moral.

Ambientada en la actualidad, ‘El Centro’ introduce a sus personajes en una trama de espionaje con resonancias clásicas. Un asesinato en el extranjero destapa una operación que conecta a los servicios secretos españoles con intereses rusos, y a partir de ahí la narrativa se expande hacia un entramado donde confluyen política, economía y lealtades cruzadas. La serie no se apoya únicamente en la intriga, sino en la tensión derivada del silencio y la desconfianza entre compañeros. Cada escena transmite la sensación de que cualquier gesto puede tener consecuencias que se escapan al control de quien lo ejecuta. En lugar de enfatizar la acción, la serie prefiere explorar la observación, los códigos de conducta y la presión que supone vivir permanentemente en el límite de la discreción.

El personaje de Aitana Huarte, interpretado por Clara Segura, encarna la autoridad institucional. Desde su despacho, intenta mantener el equilibrio entre la eficacia operativa y la ética profesional de su equipo. Frente a ella, Michelín, el responsable de unidad interpretado por Juan Diego Botto, representa la tensión de un liderazgo basado en la intuición y la disciplina. Ambos articulan la dualidad central de la serie: el poder de decidir frente al deber de obedecer. A su alrededor, un grupo de agentes jóvenes y veteranos, interpretados por Israel Elejalde, Elisabet Casanovas, Nacho Sánchez y David Lorente, amplían el retrato de un entorno laboral donde la camaradería convive con la sospecha. En ese microcosmos, los afectos se gestionan con la misma cautela que los secretos de Estado.

La presencia de Elsa Díaz, la periodista que encarna Elena Martín, aporta un contrapunto esencial. Su vínculo con una tragedia personal la empuja hacia una investigación que amenaza con alterar la frágil estructura del CNI. El guion utiliza su mirada externa para abrir una grieta en la organización, revelando la frontera entre el deber institucional y el derecho ciudadano a la información. A través de ella, la serie plantea un diálogo entre dos modos de entender la verdad: la que se protege y la que se persigue. Este conflicto no se resuelve con moralismos, sino con una tensión narrativa sostenida por el riesgo y la ambigüedad.

En su planteamiento visual, ‘El Centro’ apuesta por una puesta en escena sobria, de tonos apagados y ritmo controlado. Los espacios, despachos impersonales, salas de crisis o cafeterías discretas, funcionan como extensión del carácter de los personajes. El trabajo de cámara evita los artificios y confía en la composición para expresar jerarquías, aislamiento o poder. El sonido adquiere un protagonismo inusual: el murmullo de fondo, los clics de un teclado o el leve roce de un auricular sirven como recordatorio de que la vigilancia forma parte del ambiente. En una de las secuencias iniciales, el silencio se impone como un arma narrativa más efectiva que cualquier persecución.

El guion se estructura en seis episodios de unos cincuenta minutos, lo que permite desarrollar con detalle las relaciones internas del equipo sin diluir la tensión principal. La serie concede espacio a la pausa, algo poco habitual en la ficción de espionaje, donde el frenesí suele imponerse al retrato psicológico. En ‘El Centro’, los tiempos muertos se convierten en zonas de observación. Allí se definen los personajes, se perciben las contradicciones de quienes deben mentir para cumplir con su trabajo o mantener en secreto los aspectos más comunes de su vida privada. El resultado es un mosaico coral que combina la acción con el retrato social de una profesión invisible.

El proyecto cuenta además con una dimensión institucional relevante. El propio CNI ha colaborado como asesor, lo que dota a la serie de una precisión documental poco frecuente. Esa cooperación se percibe en la descripción de procedimientos, protocolos y jerarquías, pero también en la sobriedad con que se muestra la vida dentro de la agencia. Sin recurrir al exotismo o a la hipérbole, la serie consigue transmitir la sensación de encierro burocrático y de servicio permanente que caracteriza a este tipo de organismos. La información circula como un flujo regulado por la prudencia, y el poder, lejos de los clichés del glamour o la tecnología desmedida, aparece como un oficio rutinario que requiere resistencia más que heroísmo.

Entre sus aciertos destaca el reparto coral. Juan Diego Botto sostiene la narrativa con un personaje que combina carisma y obstinación, mientras Clara Segura dota de solidez a una figura institucional en permanente tensión. David Lorente introduce un matiz irónico que aligera la densidad del relato sin romper su coherencia. Tristán Ulloa y Kimberley Tell construyen una pareja que actúa como eje de la trama económica y política, y que sirve para conectar el espionaje con los intereses empresariales. En conjunto, el elenco consigue un equilibrio entre credibilidad y contención, sin caer en los estereotipos habituales del género.

En el contexto actual de la ficción española, ‘El Centro’ se distingue por su ambición temática. Más que replicar modelos extranjeros, se apoya en una tradición local de dramas institucionales para proponer una mirada propia sobre la inteligencia estatal. La serie no pretende exhibir heroísmo, sino describir la rutina de un sistema que opera en la sombra y cuya eficacia se mide por su invisibilidad. La tensión política se filtra a través de los conflictos personales, y los dilemas éticos emergen sin grandilocuencia. En ese sentido, el trabajo de Moreno y Ulloa funciona como una crónica contemporánea sobre el poder, la vigilancia y la fragilidad de las convicciones en un entorno que exige silencio como forma de supervivencia.

Esa perspectiva convierte a ‘El Centro’ en una propuesta relevante dentro del catálogo de Movistar+. Su combinación de intriga, drama y observación del entorno institucional aporta una visión pausada del espionaje español, más próxima a la burocracia que al espectáculo. La precisión con la que está construida permite seguir la trama con interés sostenido, incluso cuando el relato se adentra en terrenos complejos. Cada episodio deja la sensación de que la información, más que un recurso narrativo, es una forma de poder que condiciona la vida de quienes la manejan. En esa discreción reside su principal virtud: mostrar el espionaje como un trabajo que se ejerce entre pasillos y silencios, donde el secreto funciona como la única certeza posible.

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