Cine y series

Después

Sofía Gómez-Córdova

2025



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Las ausencias dejan marcas que no se borran, y Sofía Gómez-Córdova las convierte en materia cinematográfica en 'Después', una película donde el tiempo parece moverse con la lentitud del duelo. La directora plantea una historia que no busca conmover por artificio, sino observar con calma los efectos que deja la pérdida en quien se queda. Filmada entre Aguascalientes, Guadalajara y Melaque, la cinta se apoya en un entorno que refleja lo íntimo sin necesidad de explicaciones: las calles vacías, los cuartos silenciosos y la luz que apenas se filtra por las cortinas transmiten tanto como los diálogos. En el centro está Ludwika Paleta, una mujer que ha perdido a su hijo y se enfrenta a la tarea más difícil que existe, aprender a seguir caminando cuando todo lo que definía su vida se ha desvanecido. Frente a ella, Nicolás Haza encarna una presencia que persiste en la memoria y en los espacios compartidos. Desde su primera escena, Gómez-Córdova plantea un tono sereno, sin estridencias, con una puesta en escena que huye de los subrayados y confía en la verdad que surge del silencio.

La historia se abre con la muerte de Jorge, un joven cuya vida parecía recién comenzar, y desde ese punto la narración se despliega como una investigación personal. Carmen descubre, entre objetos, mensajes y recuerdos, que su hijo guardaba secretos que alteran lo que creía conocer de él. El duelo se convierte entonces en un viaje hacia la comprensión de lo que fue su vínculo y de las grietas invisibles que lo atravesaban. Sofía Gómez-Córdova logra que ese proceso no se sienta como una búsqueda externa, sino como una exploración del interior de la protagonista. La cámara, siempre próxima a su rostro, capta el temblor del cuerpo, el cansancio y la resistencia que se esconden en la rutina. Cada plano parece construido para acompañar su desconcierto sin invadirlo. En este relato la maternidad aparece despojada de toda idealización, retratada desde la vulnerabilidad y el aislamiento que surgen cuando el amor se enfrenta a la pérdida definitiva. La directora consigue que la emoción nazca de lo cotidiano, sin melodramas, confiando en la expresividad de los gestos y en el peso del silencio.

El guion, escrito por la propia directora, avanza con una estructura fragmentada que sigue el ritmo interno del duelo. No hay una cronología precisa ni una explicación clara de los hechos; lo que importa es cómo cada recuerdo y cada encuentro transforman la percepción de Carmen sobre su vida anterior. Esa decisión narrativa da lugar a una película que respira con naturalidad y que encuentra su fuerza en lo que se calla. Gómez-Córdova construye así una atmósfera cercana a la de otros autores que también han tratado la pérdida desde la intimidad, como Mia Hansen-Løve o Joachim Trier, pero con una voz muy distinta, centrada en los matices del entorno mexicano y en la manera en que el dolor se instala en los espacios familiares. El montaje, realizado junto a Perlis López, refuerza esa sensación de avance incierto, alternando momentos de aparente quietud con estallidos breves de descubrimiento. Las imágenes funcionan como memoria en movimiento: cada corte parece dictado por el impulso emocional del personaje, no por la lógica del relato.

Los personajes secundarios aportan textura a ese retrato sin desviar la atención del núcleo central. Luis Velázquez y Darío Rocas interpretan figuras que encarnan las reacciones del entorno ante la tragedia, desde la incomodidad hasta la empatía. Sus presencias subrayan cómo el dolor de Carmen no solo es personal, sino también social, y cómo la maternidad se convierte en un espacio de soledad compartida por muchas mujeres. Ludwika Paleta sostiene la película con un trabajo interpretativo que evita cualquier exceso. Su rostro y su voz marcan el tono general, convirtiéndose en una superficie donde se proyecta la tensión entre la comprensión y el desconcierto. La química con su hijo en pantalla refuerza la autenticidad del vínculo y otorga al relato una dimensión casi documental. Paleta encarna una mujer que avanza entre la confusión y el cansancio con una lucidez serena. Su mirada resume el tema central del filme: cómo sobrevivir a lo irreparable sin renunciar a la memoria de lo perdido.

La dirección de Sofía Gómez-Córdova se apoya en un tratamiento visual austero y en un sonido cuidadosamente medido. La fotografía de Ernesto Trujillo convierte los espacios comunes en reflejos del ánimo de la protagonista, mientras el diseño sonoro de Miguel Mata y Odín Acosta introduce silencios que no son vacíos, sino respiraciones contenidas. La música de Natalia Gómez (AnAn) surge solo cuando resulta necesaria, como una presencia que acompaña, no que impone. La película, distribuida por Mandarina Cine, evita cualquier intento de edulcorar su materia y apuesta por la sobriedad como forma de respeto. Esa mirada femenina, que observa sin dramatizar, rescata la dimensión política del relato: muestra la soledad estructural que muchas mujeres enfrentan en el duelo y la forma en que la sociedad tiende a apartar lo que no sabe nombrar. 'Después' se inscribe en un cine mexicano que entiende la emoción como un acto de resistencia y la memoria como un territorio donde todavía puede hallarse sentido. Su lenguaje claro y su ritmo pausado consiguen algo raro: que la reflexión surja de lo vivido, no del discurso, y que la pérdida se transforme, poco a poco, en una forma de permanencia.

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