El engaño es un arte cuando el público está dispuesto a creer. En un tiempo donde la percepción ha superado a la realidad, la construcción de una identidad en redes sociales se ha convertido en una habilidad lucrativa. No importa la solidez de la historia, sino su viralidad. En esta farsa contemporánea, 'Vinagre de manzana', la nueva serie de Jeffrey Walker para Netflix, se adentra en la paradoja del fraude envuelto en la estetización de la vida saludable. La narración nos sumerge en el ascenso y caída de Belle Gibson, quien manipuló la enfermedad para crear un imperio digital de bienestar basado en la mentira.
La serie articula su relato a través de una estructura fragmentada que busca reflejar la naturaleza difusa de la desinformación en redes sociales. Kaitlyn Dever encarna a Gibson con una mezcla de carisma y frialdad que deja entrever la calculada estrategia detrás de su fachada pública. Su interacción con los demás personajes devela los distintos niveles de cómplices y víctimas en su estafa: seguidores esperanzados, inversionistas ciegos y amigos atrapados en la red de manipulación. Entre ellos, destaca el personaje de Milla Blake (Alycia Debnam-Carey), un contrapunto que introduce un matiz trágico a la historia.
Visualmente, la serie abraza la estética de Instagram: filtros cálidos, imágenes curadas y una atención quirúrgica al detalle en la puesta en escena. Sin embargo, el mismo artificio que busca denunciar también lo envuelve, generando un extraño efecto de distanciamiento. La inclusión de secuencias coreografiadas y un montaje deliberadamente frenético pueden interpretarse como una crítica a la frivolidad del ecosistema digital o como una capitulación ante él.
A medida que 'Vinagre de manzana' avanza, se hace evidente su interés en diseccionar la patología del autoengaño. Gibson no solo engaña a su audiencia, sino que parece convencida de su propia farsa. La serie, sin embargo, evita profundizar en las motivaciones psicológicas del personaje más allá de referencias vagas a su infancia y su relación con la autoimagen. En contraste, los efectos de sus acciones sobre los demás están mejor delineados: desde la desesperación de quienes confiaron en sus promesas hasta la frustración de aquellos que intentaron exponer la verdad.
El guion, firmado por Samantha Strauss, equilibra el drama y el comentario social sin llegar a decantarse por ninguno de los dos de manera definitiva. En su intento por abordar la responsabilidad de los medios y la facilidad con la que se amplifican narrativas fraudulentas, 'Vinagre de manzana' deja abierta la cuestión de quién tiene la mayor culpa: el estafador o el ecosistema que le permite prosperar.
Al final, la serie retrata la banalidad del fraude con una ejecución que oscila entre la lucidez y la complacencia estilística. La distancia crítica que busca generar se ve en ocasiones empañada por su propia fascinación por el artificio. Sin embargo, su exploración de la mentira como moneda de cambio en la era digital la convierte en un testimonio incómodo sobre la credulidad y la desesperación.
