En una época donde la superficialidad y la apariencia a menudo enmascaran la realidad, 'Smile 2' se presenta como un espejo distorsionado que muestra la presión inherente a la fama. La secuela de Parker Finn retoma la esencia de su predecesora, pero la traslada a un escenario donde el brillo de los reflectores y la inestabilidad de la mente se entrelazan en un relato cargado de tensión. La película, protagonizada por Naomi Scott en el papel de Skye Riley, una estrella del pop en medio de una recuperación emocional, convierte la lucha por mantener la cordura en un espectáculo de horror psicológico.
Finn sitúa a Skye en el epicentro de un mundo que demanda constantemente su sonrisa, aunque por dentro se desmorone. La historia avanza seis días después de los eventos del primer filme, donde la maldición se perpetúa a través de un suicidio público que deja una nueva víctima marcada. A diferencia del ambiente clínico y cerrado del primer filme, donde una psiquiatra era la protagonista, aquí se explora un entorno más amplio y visible, el del estrellato. En 'Smile 2', la presión de mantenerse siempre radiante, de ser un ícono accesible pero inalcanzable, choca con la fragilidad de la mente humana, generando un contraste que alimenta la atmósfera opresiva de la trama.
La narrativa sigue a Skye, una artista que, tras superar un accidente automovilístico y un período de rehabilitación, intenta volver al centro de la escena. Sin embargo, el encuentro con un antiguo conocido la sumerge de nuevo en un torbellino de terror: presencia su brutal suicidio, desencadenando así la maldición. A partir de ese momento, la realidad se convierte en un terreno inestable. Las visiones y alucinaciones que la acosan no solo distorsionan su percepción, sino que también la aíslan de su entorno, mientras la entidad se alimenta de su sufrimiento. Finn logra captar cómo la fama puede convertirse en una jaula de oro, donde la visibilidad es una forma de vulnerabilidad.
El peso emocional de la película recae en la interpretación de Scott, quien aporta matices a un personaje atormentado que navega entre la angustia y la desesperación. La estrella, que parece tenerlo todo, se ve atrapada en un laberinto de percepciones alteradas y memorias traumáticas, lo que la convierte en un blanco fácil para la entidad. Scott construye a una Skye que lucha contra la dualidad entre su imagen pública y su desmoronamiento privado, aportando una humanidad que eleva la tensión emocional del filme. Su actuación permite que el espectador no solo sienta el miedo por las amenazas sobrenaturales, sino también la tristeza de una vida que se escapa entre los dedos, un matiz que enriquece la experiencia del espectador.
Desde el punto de vista técnico, 'Smile 2' es una obra ambiciosa. Parker Finn aprovecha el mayor presupuesto para crear secuencias que deslumbran por su escala y complejidad. La cinematografía juega con los ángulos y las perspectivas, volcando el mundo de Skye y del espectador, generando una sensación constante de desequilibrio. Sin embargo, la estructura narrativa sigue el patrón del primer filme con variaciones menores, lo cual resta sorpresa a algunos giros del guion. La repetición de ciertos recursos, como los sustos previsibles y la manipulación de la realidad, puede acabar restando impacto a medida que avanza la trama.
La elección de un personaje tan expuesto al escrutinio público como una estrella del pop añade una capa interesante de análisis social a la película. A través de las interacciones de Skye con los fans, los medios y sus propios recuerdos, se muestra la complejidad de una figura pública que debe lidiar con la fragilidad de su salud mental mientras todos esperan verla triunfar. El filme subraya que el aislamiento emocional no solo se encuentra en los márgenes de la sociedad, sino que también puede invadir los centros más luminosos del espectáculo. Esto lo convierte en un retrato perturbador de cómo las expectativas externas pueden amplificar los demonios internos de una persona.
El clímax de 'Smile 2' apuesta por una conclusión visualmente impactante que sube la apuesta en cuanto a violencia y horror, pero deja interrogantes sobre la verdadera naturaleza de la entidad que persigue a Skye. Finn parece confiar más en el poder de las imágenes que en la solidez de su mitología, lo cual podría resultar frustrante para quienes buscan respuestas más concretas. Sin embargo, el ritmo frenético y la entrega total de Scott mantienen la tensión hasta el último momento, compensando en parte las deficiencias narrativas.
