Cine y series

Raqa

Gerardo Herrero

2024



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En el vasto y desgarrado escenario de un mundo sumido en el caos, pocas veces el cine se atreve a descender a los abismos que propone ‘Raqa’. En un tiempo donde las narrativas de guerra y terrorismo suelen tomar atajos hacia el espectáculo o la evasión, Gerardo Herrero se detiene en un rincón donde las sombras humanas adquieren un peso específico, tan profundo como perturbador. ¿Qué se esconde en los confines de la lealtad y la moral cuando la vida misma se convierte en una moneda de cambio? Esta pregunta, cargada de ambigüedad, parece ser el latido oculto que impulsa cada fotograma de esta película.

Las calles de Raqa no son simplemente un decorado; son un testimonio mudo de un infierno que no necesita ser exacerbado. Allí, el tiempo no transcurre: se arrastra, cicatrizando heridas invisibles y dejando que el horror cotidiano se mezcle con la rutina. En este contexto, la trama se entrelaza como una red de intrigas, obligando a sus personajes a oscilar constantemente entre el deber y la supervivencia.

‘Raqa’ sigue a Haibala, un espía apodado "El Saharaui", cuya misión de infiltración lo lleva a negociar con los vestigios de la civilización en venta: antigüedades y vidas humanas. Álvaro Morte compone un personaje calculador, seco y enigmático que evita el heroísmo al uso. Frente a él, Malika, una enfermera convertida en agente, interpretada por Mina El Hammani, ofrece un contrapunto más frágil pero no menos resuelto. Ambos representan una dualidad inquietante: dos caras de una misma lucha, enfrentados a un enemigo común, pero también a sus propios demonios.

El guion, basado en la novela ‘Vírgenes y verdugos’ de Tomás Bárbulo, plantea un esquema que podría parecer clásico en el género, pero que se revitaliza por su crudeza y realismo. Sin embargo, el film no está exento de desequilibrios. Los momentos de interacción entre ambos protagonistas, que deberían sostener el núcleo emocional de la historia, carecen de suficiente profundidad, dejando al espectador con la sensación de que hay piezas faltantes en este puzzle de emociones contradictorias.

La ambientación, uno de los mayores logros de Herrero, dota a la película de una densidad visual que se convierte en parte integral de la narración. Las calles polvorientas y los espacios cerrados parecen oprimir tanto a los personajes como al público. No obstante, esta maestría visual tropieza en ocasiones con un montaje que diluye la tensión en los momentos más cruciales. La banda sonora, por su parte, opta por un enfoque funcional, lejos de enriquecer las emociones que deberían elevar ciertos pasajes.

El diseño de producción se esfuerza por capturar la atmósfera de una ciudad devastada por el control del ISIS, y aunque los exteriores logran transmitir el caos del conflicto, los interiores destacan por su capacidad de sugerir, más que mostrar, los horrores que acechan en cada rincón.

A pesar de sus irregularidades narrativas, ‘Raqa’ se adentra con valentía en preguntas que muchas veces el cine evita. ¿Dónde trazamos la línea entre lo correcto y lo necesario? La figura de Haibala, dispuesto a realizar transacciones que cruzan todos los límites éticos, confronta al espectador con una incomodidad palpable. Malika, por su parte, refleja las tensiones de quienes, aun manteniendo un propósito noble, se ven arrastrados por un entorno que todo lo contamina.

Sin embargo, el relato no ahonda lo suficiente en los procesos internos de estos personajes. La falta de una exploración más detallada de sus motivaciones y contradicciones limita el impacto emocional del film. Asimismo, el tratamiento de la relación entre ambos resulta esquemático, desaprovechando una oportunidad para añadir capas de complejidad a la trama.

El desenlace, que opta por un giro más comercial, desluce el tono previamente construido. Tras sumergirnos en un universo de sombras, la resolución toma un atajo que parece traicionar la contundencia inicial del mensaje. Aunque el thriller mantiene su capacidad de entretener, la transición hacia un cierre más convencional reduce la intensidad que debería permanecer latente en el espectador al abandonar la sala.

Sin ser una obra redonda, ‘Raqa’ representa un esfuerzo significativo por abordar uno de los conflictos más complejos del siglo XXI desde una perspectiva íntima y reflexiva. En sus mejores momentos, revela con crudeza la deshumanización y el coste de la supervivencia en un entorno de barbarie. Sin embargo, sus limitaciones en el desarrollo de personajes y una resolución que se aleja del tono inicial impiden que alcance su pleno potencial.

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