El silencio de una casa vacía es una pausa en la historia de quienes la habitaron y la de quienes están por llegar. La arquitectura de los espacios vacantes nunca es completamente neutra: los objetos, la luz que entra por las ventanas, las huellas en el suelo, todo sugiere presencias ausentes. En ‘Presence’, Steven Soderbergh lleva esta sensación al extremo, sumergiendo al espectador en una perspectiva que no le pertenece del todo, pero de la que no puede escapar. Una mirada en suspensión, desplazándose por los rincones de un hogar que se vuelve testigo de las tensiones que lo ocupan.
Desde su primer movimiento de cámara, ‘Presence’ desafía la percepción convencional del relato de lo sobrenatural. En lugar de centrarse en los efectos visibles de una aparición, la película asume el punto de vista de aquello que no puede ser visto. El resultado es una experiencia en la que la presencia espectral no es una amenaza externa, sino una forma de observación inalterable, una presencia que registra los conflictos y los silencios, incapaz de intervenir. Soderbergh usa este recurso para construir una narrativa donde el terror no está en lo inexplicable, sino en la disgregación de un entorno familiar que nunca llega a consolidarse.
La historia sigue a Rebekah (Lucy Liu), su esposo Chris (Chris Sullivan) y sus hijos Chloe (Callina Liang) y Tyler (Eddy Maday), quienes se mudan a una nueva casa tras una pérdida que los ha distanciado aún más de lo que ya estaban. El espacio que comparten se convierte en un escenario de tensión, en el que cada habitante lidia con su propia carga emocional. Mientras Chloe intenta asimilar la muerte de una amiga, Tyler mantiene un desapego agresivo, reforzado por la complicidad de su madre. Chris, en un intento por restaurar el equilibrio, queda atrapado en una posición de impotencia. Esta dinámica de fricciones contenidas se desarrolla bajo la observación de la entidad que habita el hogar, cuya presencia se manifiesta a través de una cámara en constante movimiento.
Soderbergh impone un estilo visual que enfatiza la claustrofobia emocional del relato. La decisión de filmar todo desde un punto de vista flotante genera una sensación de omnipresencia, pero también de aislamiento. La cámara, siempre en desplazamiento, nunca ofrece un punto de apoyo fijo, lo que acentúa la inestabilidad del relato. La técnica, aunque ambiciosa, también conlleva ciertos desafíos narrativos: al eliminar la posibilidad de contraplanos, la expresividad de los actores queda supeditada a su relación con el espacio, lo que en ocasiones relega el drama familiar a un segundo plano.
El guion de David Koepp introduce elementos de intriga que funcionan como detonantes de la tensión latente. El pasado de los personajes emerge de forma fragmentaria, revelando detalles que complejizan sus motivaciones sin ofrecer una resolución definitiva. La relación de Chloe con su entorno, la manera en que su madre la minimiza y la frialdad de su hermano construyen un relato en el que los vínculos familiares se perciben como una sucesión de desencuentros. Es en estas grietas donde la presencia que da título a la película encuentra su espacio, reforzando la idea de que el verdadero horror no es lo que acecha en la oscuridad, sino lo que ocurre a plena vista.
A pesar de sus logros formales, ‘Presence’ deja algunos hilos sueltos. La subtrama legal que envuelve a Rebekah se menciona sin llegar a integrarse de manera orgánica al relato principal. La evolución de Tyler y su relación con su amigo Ryan (West Mulholland) insinúa una dirección que nunca termina de desarrollarse. En contraste, la interpretación de Callina Liang sostiene gran parte de la tensión dramática. Su capacidad para transmitir vulnerabilidad sin caer en el estereotipo de la víctima dota al personaje de un peso emocional que eleva la película por encima de su estructura experimental.
El desenlace refuerza la ambigüedad que Soderbergh ha construido a lo largo del metraje. No se trata de una confrontación entre lo racional y lo inexplicable, sino de la constatación de que ciertas ausencias pesan más que cualquier manifestación sobrenatural. En este sentido, ‘Presence’ no se adentra en el terror como género, sino que lo usa como un mecanismo para exponer el desgaste de los lazos que unen a sus personajes. El resultado es un relato que, más que buscar sobresaltos, se centra en la inquietud que genera lo que se pierde sin que nadie se percate.
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