Cine y series

Morlaix

Jaime Rosales

2025



Por -

El cine de Jaime Rosales nunca ha temido romper estructuras y explorar los límites de la imagen, y 'Morlaix' es prueba de ello. Una película que observa el tiempo no como una línea, sino como una sucesión de instantes que se deslizan y transforman con la memoria. Filmada con una cadencia hipnótica, esta obra se despliega con la sensibilidad de un diario personal que se reescribe a cada imagen.

El pequeño pueblo de Morlaix se convierte en el epicentro de un relato que captura la transición entre la adolescencia y la madurez con una elegancia inusual. Gwen (Aminthe Audiard) es una joven que habita un mundo de silencios y miradas, donde el duelo se entrelaza con el deseo de una vida distinta. La llegada de Jean-Luc (Samuel Kircher) trae consigo una revolución sutil: una conexión que nace de la intuición y la curiosidad. Rosales filma su relación con una contención exquisita, sin prisas, permitiendo que los sentimientos se filtren entre los gestos más insignificantes.

Visualmente, 'Morlaix' es una obra de contrastes: el blanco y negro se alterna con el color, los formatos cambian con la fluidez de un recuerdo que se reconstruye en el presente. Cada decisión estética refuerza la sensación de que los personajes viven en un universo que se transforma ante sus ojos. Rosales no solo cuenta una historia, sino que la moldea en el tiempo, permitiendo que la imagen respire y se desarrolle con la misma imprevisibilidad que la vida.

El metacine juega un papel clave en la estructura de la película. Los personajes asisten a una proyección que, de alguna forma, refleja sus propias vivencias. Este juego de espejos no es un simple artificio narrativo, sino un reflejo del poder del cine para capturar las emociones que a veces no se pueden expresar con palabras. La película dentro de la película refuerza la idea de que la ficción y la realidad se alimentan mutuamente, creando un diálogo incesante entre lo que vivimos y lo que imaginamos.

El reparto es una de las grandes fortalezas de 'Morlaix'. Aminthe Audiard dota a Gwen de una presencia magnética, transmitiendo una mezcla de vulnerabilidad y determinación con una naturalidad admirable. Samuel Kircher, por su parte, encarna a Jean-Luc con un carisma enigmático, construyendo un personaje que oscila entre la fragilidad y la seguridad de quien se sabe observado. Juntos, logran una química contenida pero palpable, un retrato de la atracción juvenil que esquiva los tópicos.

Rosales propone un cine que desafía las categorías tradicionales. 'Morlaix' no busca respuestas fáciles ni se somete a una estructura narrativa convencional. Es un film que respira con sus propios ritmos, que se permite la digresión y el misterio sin perder el hilo de una historia profundamente humana. La ausencia de un contexto social marcado no es una limitación, sino una decisión consciente: el foco está en lo emocional, en lo que trasciende el tiempo y el espacio.

'Morlaix' es un film que invita a sumergirse en su cadencia pausada, a dejarse llevar por su estructura fragmentaria y a encontrar en sus imágenes una sensación de reconocimiento. Rosales entrega una obra que se siente viva, que oscila entre la memoria y la ficción, recordándonos que el cine es, ante todo, una forma de habitar el tiempo.

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