Cine y series

Los Radleys

Euros Lyn

2024



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‘Los Radleys’, dirigida por Euros Lyn, se introduce en un terreno familiar para narrar la historia de una familia aparentemente convencional que oculta un oscuro secreto: son vampiros. Este planteamiento, aunque no novedoso, se despliega en un entorno de clase media británica que pretende ser más una reflexión sobre las tensiones familiares que una película de terror en sí misma. A lo largo del metraje, la película fluctúa entre la comedia oscura y el drama, pero nunca llega a consolidar una postura clara sobre lo que realmente desea contar.

La historia se desarrolla en un apacible barrio inglés, donde los Radley intentan encajar sin llamar la atención, reprimiendo su sed de sangre. La metáfora del vampirismo es abordada desde una óptica que explora temas como la represión de los deseos, la adicción y el descubrimiento de la identidad. Sin embargo, la película no termina de aprovechar el potencial de estos conceptos, perdiéndose en una narrativa que a menudo parece indecisa sobre la dirección que desea tomar.

Las primeras escenas nos sitúan en la rutina de los Radley, quienes han decidido seguir un estilo de vida "abstemio", renunciando a su naturaleza vampírica. No obstante, cuando los hijos adolescentes, Clara y Rowan, empiezan a experimentar los síntomas de su verdadera condición, la tensión familiar aumenta. Este conflicto, que inicialmente genera interés, se diluye a medida que avanza la película debido a una falta de enfoque claro en sus metáforas centrales. La llegada de Will, el hermano de Peter que no ha renunciado a sus instintos vampíricos, promete desatar el caos, pero su impacto se queda en la superficie.

El reparto es uno de los aspectos más destacables de la película, en especial Damian Lewis, quien interpreta tanto al comedido Peter como al desenfrenado Will. Su capacidad para dar vida a dos personajes tan opuestos es uno de los pilares que mantiene el interés del espectador. Sin embargo, esta dualidad no consigue rescatar una trama que, en su conjunto, se siente dispersa. Kelly MacDonald, como Helen, entrega una actuación convincente como madre nerviosa y controlada, aunque el guion no le ofrece el espacio necesario para desarrollar su personaje más allá de una caricatura del estrés familiar.

El vampirismo en ‘Los Radleys’ se convierte en una alegoría de la adicción, donde los Radley luchan constantemente por no sucumbir a su sed de sangre. La película sugiere un paralelismo entre este deseo reprimido y el consumo de sustancias, utilizando recursos como líneas de ayuda para "abstemios" y programas de varios pasos para mantener su estilo de vida. Sin embargo, la narrativa nunca define con claridad si el vampirismo es algo inherentemente corruptor o una parte natural de su biología que debería ser aceptada. Este conflicto interno, que podría haber sido el motor emocional de la película, queda sin resolver y, finalmente, resta fuerza al desenlace.

A nivel visual, la película mantiene una estética discreta, casi plana, que refuerza la sensación de contención y represión que viven los personajes. No obstante, este enfoque minimalista, aunque efectivo para algunas secuencias, acaba restando dinamismo a las escenas que deberían ser más impactantes. La edición también contribuye a esta sensación de lentitud, con cortes que en ocasiones parecen alargar innecesariamente situaciones que deberían haber sido más tensas o emocionales.

La película es más efectiva cuando se centra en los hijos, Clara y Rowan, cuyos conflictos internos sobre quiénes son y lo que están destinados a ser resultan más creíbles y cercanos. Bo Bragason, en el papel de Clara, y Harry Baxendale, como Rowan, logran transmitir con eficacia las dudas y deseos de los adolescentes. Especialmente interesante es la trama de Rowan, quien no solo debe enfrentarse a su identidad vampírica, sino también a su orientación sexual, un tema que es tratado con delicadeza pero que, desafortunadamente, no recibe el tiempo necesario en pantalla para desarrollarse plenamente.

Sin embargo, uno de los principales problemas de ‘Los Radleys’ es su falta de cohesión tonal. A lo largo de sus 115 minutos, la película no consigue equilibrar adecuadamente la comedia y el drama. Las transiciones entre momentos cómicos, basados en la absurda situación de los vampiros intentando llevar una vida normal, y las escenas más serias, que exploran las implicaciones de la represión y la adicción, son a menudo torpes y abruptas. Este choque entre géneros provoca que ninguna de las dos facetas de la película llegue a tener el peso necesario para impactar al espectador.

El desenlace de la película, donde los Radley finalmente deben enfrentarse a su verdadera naturaleza, se siente predecible y poco satisfactorio. En lugar de ofrecer una reflexión más profunda sobre los temas que ha planteado, la película opta por una resolución que, aunque funcional, deja demasiadas preguntas en el aire. El personaje de Will, interpretado por Damian Lewis, se convierte en una especie de chivo expiatorio para justificar las decisiones de los personajes, sin que se aborden de manera significativa los dilemas que han enfrentado a lo largo de la trama.

 ‘Los Radleys’ es una película que plantea ideas interesantes pero que no termina de desarrollar ninguna de ellas de manera satisfactoria. El conflicto entre reprimir o aceptar los instintos naturales podría haber sido una exploración fascinante de la psicología familiar, pero se queda en un intento superficial que nunca llega a profundizar realmente en sus personajes o en los temas que aborda. A pesar de contar con un elenco sólido y algunas ideas creativas, la falta de cohesión narrativa y tonal impide que la película alcance su verdadero potencial.

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