El aire contiene algo intangible pero persistente. Como si la luz que ilumina lo cotidiano se filtrara por grietas invisibles y el espacio se llenara de preguntas que no necesitan ser formuladas. En ese ambiente suspendido se asienta ‘Los dos hemisferios de Lucca’, un filme que, bajo la dirección de Mariana Chenillo, convierte una historia familiar en una pulsación universal. La película se despliega como un mapa emocional que no traza caminos fáciles, pero sí profundamente humanos, donde las decisiones y los sacrificios adquieren una dimensión casi trascendental.
La narrativa, basada en el libro homónimo de Bárbara Anderson, es una coreografía cuidadosa entre lo que se muestra y lo que queda implícito. La película comienza en un espacio íntimo: una familia enfrentando el nacimiento de un hijo con parálisis cerebral. Esta situación, lejos de enmarcarse en un melodrama convencional, es tratada con una sensibilidad que permite que los silencios y las miradas cuenten tanto como los diálogos. Chenillo orquesta cada plano como una pieza de cámara, donde el espectador percibe los ecos de una lucha que resuena más allá de las fronteras de lo personal.
El viaje físico hacia la India, donde la familia busca un tratamiento experimental para Lucca, se convierte en una metáfora del trayecto emocional que atraviesan. La dirección de Chenillo brilla al capturar cómo el ambiente cambia conforme lo hacen las esperanzas y los temores de los personajes. La fotografía, cálida y envolvente, se convierte en un personaje en sí mismo, iluminando los momentos de intimidad y aquellos donde el espacio parece tragarse a los protagonistas.
Las actuaciones de Bárbara Mori y Juan Pablo Medina son esenciales para anclar la historia en un terreno reconocible. Ambos construyen personajes que no son héroes ni mártires, sino seres humanos complejos, luchando por mantener su equilibrio frente a lo que parece una tarea imposible. Mori, en particular, entrega una interpretación contenida pero poderosa, mientras que Medina encarna una dualidad de fortaleza y vulnerabilidad que enriquece cada escena.
Uno de los mayores logros de ‘Los dos hemisferios de Lucca’ es su capacidad para abordar temas delicados, como la discapacidad y los límites de la ciencia médica, sin caer en discursos moralizantes o condescendientes. La narrativa se sostiene sobre el compromiso ético de mostrar la humanidad detrás de cada decisión y la fragilidad que se esconde en la búsqueda de soluciones. El filme no busca respuestas, sino que invita a reflexionar sobre la resiliencia, el amor y las grietas que estas emociones dejan en las vidas que tocan.
En su desenlace, la película evita resoluciones grandilocuentes, optando por un cierre que, sin ser complaciente, es profundamente honesto. Es en esa honestidad donde radica su mayor fortaleza, dejando que el espectador salga del cine con un eco que difícilmente se disipa.
‘Los dos hemisferios de Lucca’ no es un simple relato de superación, sino una exploración sobre lo que significa ser humano frente a lo incontrolable. Mariana Chenillo nos recuerda que las historias más pequeñas pueden contener el peso de una galaxia entera, si se cuentan con el corazón en la mano y la mirada en el horizonte.
